¿Por qué los niños tienen un color favorito?
No es sólo capricho: desde los tres años, los niños necesitan diferenciarse de su padres, y tener un color que los identifique los ayuda en esa tarea.
NO hay papá que no haya tenido que luchar contra la taxativa respuesta de un hijo: "No me gusta esa polera, porque es azul. Quiero una polera amarilla, porque ese es mi color favorito". Derrotado, ese padre quizás baje la cabeza y compre la polera del color predilecto, sólo para comprobar con horror, al siguiente año y tras pintar la pieza y cambiar los muebles para que combinen con un brillante amarillo pato, que su hijo proclama que su favorito ahora es el verde. Maña, dirá usted. Pero no. Para los niños, tener un color favorito es sumamente importante, pues eso los define frente al resto en una etapa en que la individualidad y la diferenciación del resto de los niños es crucial.
En un artículo de la revista Slate, la autora del libro Soy niño; ella es niña. Ella tiene cabello rubio; ella lo tiene rizado, Meri Wallace, sostiene que en algún punto, alrededor de los tres años, los niños se obsesionan con las diferencias en la gente. La investigadora plantea que desde ese momento, los niños pasan el resto de su infancia tratando de definirse a sí mismos. "Tener un color favorito los hace únicos, lo mismo que tener un juego especial o caerle bien a cierta gente. Todo se trata de tener la posibilidad de elegir".
Pero al mismo tiempo, desde esta edad, el deseo de encajar en el mundo de sus pares es intenso y por eso, sostiene Wallace, los niños tenderán a elegir como favoritos los colores predilectos de su círculo más cercano, como sus papás o los amigos.
La razón de esto es que el ambiente es un poderoso condicionador de la predilección por ciertas paletas. Así lo demostró un estudio publicado en Developmental Science que asegura que entre los niños, por estar todavía poco moldeados por las condiciones que los rodean, la elección de un color es mucho más libre que entre los adultos. En esta investigación, se le pidió a un grupo de niños que asociara ciertos colores con emociones. Entre ellos, ninguna emoción logró ser asociada con un color específico, a diferencia de lo que ocurrió con los adultos, que según este mismo estudio, son mucho más consistentes en señalar que el negro identifica la tristeza, o el rojo, la rabia. La razón está en que ellos, con el correr de los años, aprenden los valores culturales de ciertos colores y adaptan sus emociones a ellos.
Sin embargo, también hay razones para creer que la reacción ante ciertas tonalidades específicas puede estar determinada por la biología, no por la crianza. Según Marilyn Read, profesora de diseño y ambientes humanos de la Universidad Estatal de Oregon, el rojo sube la presión sanguínea y aumenta la ansiedad. La biología sería también la razón de que el rosado sea un color predilecto para niños y niñas en la primera etapa de su vida, y que los varones lo desechen sólo cuando aprenden que, culturalmente, ese tono les pertenece a las niñas.
Al conocer la reacción biológica frente a ciertos colores, se abren varias posibilidades. Por ejemplo, asegura Read, si la gente quiere que sus hijos actúen de un modo más calmado, deberían decorar sus habitaciones con alguna tonalidad de azul o colores fríos, que en la mayoría de la gente provocan estados más armónicos.
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