Por qué nos reímos de lo que nos reímos

<P>Porque descubrimos el error, la cáscara de plátano a tiempo y el tortazo a destiempo, y nuestro cerebro nos premia. Una extensa investigación del MIT dice que el sentido del humor es un mecanismo de la evolución y revisa las teorías que se han elaborado para explicar esta característica que pareciera ser exclusivamente humana. </P>




Está en la base de nuestra vidas, nos define como seres humanos y es una de las claves para nuestra relación con los demás. Sin embargo, ha sido muy poco estudiado. Tanto, que en enero pasado, cuando se realizó el primer simposio académico sobre comedia en Estados Unidos, el presidente de la Sociedad Internacional de Estudios sobre el Humor, Rod Martin, abrió la conferencia quejándose de que "se podría llenar una biblioteca con análisis de temas como enfermedades mentales o agresión", pero que el Manual de Sicología Social, de 1.700 páginas, sólo menciona al humor una vez.

Diversas teorías científicas y sicológicas han tratado de explicar el humor y, sobre todo, por qué eventos tan diferentes ocasionan una misma reacción, transversal a todos los seres humanos: la risa. Desde las teorías sociales hasta las que se basan en los mecanismos cerebrales involucrados, todas han tratado de explicar de dónde proviene esta particularidad. A éstas se refiere el libro Inside Jokes (Dentro de los Chistes), publicado el mes pasado por el prestigioso Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). Pero este volumen está lejos de ser una mera revisión. Sus autores, Matthew Hurley, Daniel Dennett y Reginald Adams Jr., prometen haber encontrado la primera teoría que explicaría todas las formas del humor, un mecanismo evolutivo básico.

1. El aporte de la evolución

De la teoría evolutiva proviene la promesa de los autores de este libro, que aseguran que las ganas de reír son una recompensa que nuestro cerebro nos entrega para evitar cometer errores. Piense en una visita cualquiera al supermercado. Mientras toma rápidas determinaciones sobre qué comprar, su cabeza está en cualquier parte: en las cuentas por pagar, en la reunión del colegio de sus hijos o en el trabajo. Y sólo después de pagar se da cuenta de que ese frasco de mermelada que usted echó automáticamente al carro no era tal, sino uno de mayonesa. Un desayuno arruinado, quizás, pero usted mira el producto y, al darse cuenta del error, sonríe. Probablemente, no vuelva a cometer ese error.

Matthew Hurley, académico de la Universidad de Nottingham y coautor de Inside Jokes, explica a La Tercera: "El humor es una solución a los errores que cometemos al construir nuestros modelos de comprensión. Pero la recompensa no es para el error en sí mismo, sino que ocurre después de que hemos descubierto la equivocación. Como cualquier recompensa, es el resultado de un cierto comportamiento (haber encontrado un error) que tendemos a repetir en el futuro, pues ya sabemos que viene acompañado de algo positivo". Según este académico de la Universidad de Nottingham, en Inglaterra, es por eso que las zonas del cerebro que se activan cuando una persona ve una comedia son aquellas relacionadas con los mecanismos de recompensa, o sea, regiones como la amígdala y la ínsula.

Hurley señala que esto evita acumular creencias equivocadas que, de no ser corregidas, podrían pasar a formar parte de la memoria de largo plazo, manteniéndonos eternamente en el error.

Esta teoría explica por qué, a pesar de lo trasnochados, los "videos locos", aquellos donde recurrentemente aparecen novias enredándose en el vestido o vacacionistas cayéndose de una tabla de surf, siguen siendo tan populares. No es el contenido de la situación lo que nos provoca risa, sino el error en sí.

La gran ventaja de esta teoría es que, a diferencia de sus predecesoras, que sólo entregan explicaciones parciales, asegura ser la responsable de todos los tipos de risa, desde la que nos produce una rutina humorística, hasta las "gracias" que hacen nuestras mascotas.

2. Encontrando los vacíos lógicos

Es la teoría más aceptada hasta ahora. Como su nombre lo indica, quienes postulan la ventaja de este enfoque creen que el humor ocurre cuando nos encontramos frente a una incongruencia en una situación o relato. La idea principal es que nos reímos de las cosas que nos sorprenden porque están fuera de lugar.

Uno de los principales expositores de esta teoría, el sicólogo y renombrado investigador Jerry M. Suls, señala que no es la incongruencia en sí misma la que nos causa risa, sino el proceso de detectarla y luego resolverla. En Inside Jokes, los autores explican que, de acuerdo con esta teoría, la incongruencia se genera entre el inicio de una narración y el "remate" de un chiste o situación. La resolución ocurre cuando el cerebro, siguiendo una regla lógica, encuentra una forma de enlazar comienzo y final, a pesar de la inconsistencia en el desarrollo de la historia.

Dentro de este postulado es posible encontrar ciertos planteamientos de la llamada "teoría de la sorpresa", que hace algunas décadas fuera muy aceptada, pero que hoy ha perdido fuerza, debido a que presenta una serie de vacíos. Pero aunque el asombro no esté presente en muchas situaciones que nos causan risa (de lo contrario, no seguiríamos disfrutando de los chistes que ya conocemos), sí lo está en una buena parte de ellas. Por ejemplo, si nos hacemos cosquillas a nosotros mismos, no nos reímos tanto como lo haríamos si alguien nos sorprendiera con esa acción. Aparentemente, para que las cosquillas tengan efecto, el cerebro necesita tensión y sorpresa, que no existen cuando la acción es controlada por la propia persona. Aún es un misterio cómo el cerebro procesa esta información, pero cierta evidencia señala que el cerebelo podría estar involucrado en este proceso. Un estudio del Departamento de Neurología Cognitiva de la Universidad College de Londres, dirigido por la investigadora Sarah-Jayne Blakemore, postula que cuando una persona se hace cosquillas a sí misma, "el cerebelo arruina la diversión, pues predice las consecuencias sensoriales del movimiento (las cosquillas) y le envía señales al resto del cerebro, dando instrucciones para que ignore la sensación resultante".

3. Lo que nos une con los animales: el juego

"Mientras los ratones juegan, hemos llegado a oír algo que podría ser risa", dice con seguridad el neurocientífico Jaak Panksepp, de la Universidad Estatal Bowling Green, en un video que muestra a un par de roedores jugando entre ellos. El mismo sonido, captado con frecuencia de ultrasonido, se escucha cuando el investigador les hace cosquillas a las ratas. Llegan a disfrutarlo tanto, que luego siguen, instintivamente, la mano de Paanksepp para que les haga más cosquillas.

El doctor Douglas Watt, experto de la Escuela de Medicina de Harvard, cree que no se puede hablar de humor sin hablar de juego, una capacidad común a los mamíferos. Todos son capaces de simular peleas para divertirse e interpretan diferentes roles, que van cambiando a medida que avanza el juego.

"Todos los mamíferos juegan y en esa capacidad está la fuente del sentido del humor. En el humor, lo que hacemos, en vez de hacerle cosquillas literalmente a alguien, es hacerle cosquillas de una manera figurada. Y esto produce las mismas emociones, las mismas expresiones faciales, el mismo tipo de alegría que obtenemos cuando jugamos, por lo que podemos pensar en el humor como la extensión verbal del juego", dice a La Tercera.

Pero, para que ambos participantes consideren que un juego es entretenido, deben ir cambiando de roles, a fin de alternarse la dominación de la actividad. Exactamente lo mismo ocurre con el humor: las cosquillas dan risa, pero sólo cuando en algún momento se tiene la posibilidad de hacerlas de vuelta. De lo contrario, llega un momento en que se vuelven molestas y amenazantes. "Tienes a un tipo que va muy serio, en una posición dominante de la situación, y de un momento a otro la pierde completamente y está en el suelo haciendo el tonto. Estas reversiones son intrínsecamente divertidas, porque se parecen mucho a lo que ocurre en el juego".

4. Queremos sentirnos superiores al resto

Este enfoque, que privilegia la superioridad que sentimos cuando nos reímos de otro, nació hace mucho tiempo, cuando el filósofo inglés Thomas Hobbes se refirió a la risa como una "gloria súbita" o el triunfo que sentimos cuando nos damos cuenta de que podemos reírnos de otra persona, que queda relegada a un rol inferior. Esta teoría, si bien a juicio de los autores de Inside Jokes no explica todo lo referido al humor, sí ha tenido muchos exponentes a lo largo de la historia, pues cubre una enorme cantidad de situaciones y "expone al humor como lo que realmente es: un recurso que es usado competitivamente". Incluso cuando no sea ese su objetivo inicial. La razón de esto es que nos da muchas ventajas comparativas.

Para Douglas Watt, el humor es lo que hace divertida la socialización. "Si sales con un grupo de personas y pasas mucho de tu tiempo riendo, querrás pasar más tiempo con ese grupo". Y la risa, la expresión más natural del humor, sirve a este propósito, ya que a partir de ella juzgamos la confiabilidad de otra persona. "Creo que uno de los criterios intuitivos más importantes que la gente usa es preferir a las personas que sonríen y están en estado de juego, en contraposición a emociones negativas, como estar enojado o temeroso", dice Watt, lo que le da una inmediata ventaja a esas personas, pues se transforman de manera casi lógica en las más populares. "Gravitamos alrededor de gente juguetona y creemos que son más dignos de confianza, lo que nos hace más fácil establecer compromisos con ellos".

Pero más allá de la popularidad, el sentido del humor confiere muchas otras ventajas. Matthew Hurley cree que los humanos han aprendido a usar el humor de diversas formas desde que aprendieron a reconocerlo en sí mismos y en los otros. "Los tipos de usos que tenemos en mente incluyen la evaluación de ingenio de los demás, así como el alarde del ingenio de uno mismo, lo que ayuda en la creación de los órdenes de jerarquía social y las relaciones de superioridad, así como la evaluación de la calidad intelectual de posibles parejas, amigos, o incluso, socios de negocios".

De hecho, así eligen las mujeres a sus parejas, según un estudio liderado por el investigador Kritofor McCarty, de la Universidad de Northumbria, en Inglaterra. Esta investigación probó que ellas se sienten más atraídas por hombres divertidos (evaluación del ingenio del otro),mientras que los hombres prefieren a una mujer que se ría de sus chistes (así como el alarde del ingenio de uno mismo), que lo coloca en una posición de superioridad, tal como reporta una investigación liderada por el presidente de la Sociedad Internacional de Estudios sobre el humor, Rod Martin.

Es por esta sensación de inferioridad y jerarquía social que la gelotofobia, el miedo a que se rían de uno, es compartida universalmente. Un estudio realizado con más de 23 mil personas en 73 países del mundo, probó que un 17% de las personas cree que es más prevalente en sus países "reírse de otros" que reírse "con otros", y que cada país difiere en su forma de afrontar este miedo. Por ejemplo, según esta investigación, los países que se sienten más inseguros frente a este tema son Turkmenistán y Camboya, mientras que otros, como Irak o Egipto, incluso tienden a evadir aquellos lugares donde creen que se pueden reír de ellos. En Burkina Faso, Rumania y Etiopía se encuentra la mayor cantidad de gente que sospecha que cuando otros se ríen, se están riendo de ellos. Los finlandeses, en cambio, son los que menos temor sienten a que otros se rían de ellos.

5. Por qué no nos reímos todos de lo mismo

La teoría de la "violación benigna", un término acuñado por los investigadores estadounidenses Peter McGraw y Caleb Warren, propone que una situación es divertida sólo cuando cumple tres condiciones: que ocurra una transgresión a la forma natural en que se supone deberían ser las cosas, que ésta parezca no dañar a nadie y que una persona reconozca las dos variables al mismo tiempo. Algo muy semejante a lo que ocurrió hace pocos días, cuando un diputado equivocó el nombre de una ex intendenta: se quebrantó una norma (la del nombre verdadero de la involucrada), pero no parecía dañar realmente a nadie, por lo que los presentes, al darse cuenta de estas dos dimensiones, estallaron en risa.

Cuando no se cumplen ambos principios, no hay risa. McGraw asegura a La Tercera que su teoría es particularmente útil, pues explica un vasto rango de diferencias y particularidades culturales. "Una cultura puede pensar que una transgresión está bien, mientras que otra puede pensar que no. Algunas culturas consideran que eructar después de una comida es algo bueno, un cumplido, pero para otras es asqueroso", dice.

Y esto es válido incluso para las personas que pertenecen a la misma comunidad. El género o la religión son aspectos que pesan, sostiene McGraw, y añade que "dentro de una misma cultura, incluso, hay enormes diferencias en las creencias, la personalidad y el temperamento, y todas estas cosas terminan teniendo un efecto en lo que la gente cree que es chistoso". Por ejemplo, sostiene, quienes tienen un perfil más intelectual, valorarán más los juegos de palabras, mientras que las personas menos educadas no llegarán a reconocer las violaciones que se cometen en ellos, y por eso no los encontrarán divertidos.

Willibald Ruch, de la Universidad de Zurich, en Suiza, sostiene que, en una dimensión, los chistes son como huellas digitales: "Son muy específicas para cada individuo. Si nos gusta o no un chiste depende de nuestro estilo cognitivo (por ejemplo, si nos gusta la complejidad o la sencillez). La gente que disfruta el sinsentido, generalmente, busca diversidad e incongruencia, y aquellos a quienes les gusta el humor relacionado con la resolución de problemas, prefieren la simplicidad y la redundancia".

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