Renace el encanto de las baldosas artesanales

<P>[Reliquias] Llevan 80 años fabricándose en la capital. Empezaron en el barrio Italia y luego se fueron a Santa Rosa. Hasta allá llegan decoradores, empresarios y actores. Cruzan todo Santiago con tal de tener las cotizadas baldosas Córdova.</P>




Se les puede ver en los corredores, pasillos y zaguanes del Santiago antiguo. También en las añosas construcciones de Ñuñoa y en las casas de fachadas continuas con patios interiores del barrio Italia, en Providencia. Las baldosas Córdova, confeccionadas a mano por más de 80 años en la fábrica del mismo nombre, dejaron sus huellas en la capital antes de la arremetida de la cerámica, el flexit, el porcelanato y los pisos termolaminados, y hoy experimentan un revival, transformadas en la joyita de arquitectos, diseñadores y decoradores de ambientes.

Hasta el número 2018 de la calle Santa Rosa, entre Franklin y Arauco, llegan políticos, empresarios, escritores y personajes de la farándula, en busca del diseño perfecto para revestir muros, pisos de cocinas, baños y pasillos. Flores de lis, rombos, estilos mexicano y moro, retros, sicodélicos… ¿Un jardín colgante estilo Babilonia? Una famosa escritora chilena se dio el gusto de reproducir uno en su balcón con estas baldosas. No siempre fue así.

La primera fábrica chilena de baldosas decoradas a mano fue creada en los años 30 por una familia de inmigrantes españoles, y vivió su auge confeccionando masivamente los típicos bloques de arena y cemento que se usaban en aquel tiempo en los pisos, prácticamente como única alternativa a la madera. Los colores más usados en ese entonces eran el blanco, el rojo y el negro, y el arte de llenar las matrices para confeccionar cada baldosa con sus diseños únicos fue enseñado por maestros artesanos especializados, traídos por la familia Córdova desde España. En esos tiempos, todo aquello era normal.

La fábrica partió en la calle Condell, en el barrio Italia, y ahí se quedó durante más de 50 años. Por eso se explica que muchas viviendas en ese sector tengan muros y pisos originales de "baldosa córdova", para muchos, un genérico que alude instantáneamente en el imaginario a la baldosa hecha a mano.

Pero llegó la cerámica industrial, en la década de los 80, como una alternativa más masiva y de bajo costo, lo que llevó a la empresa al borde de la quiebra. Fue necesario reducir las instalaciones y trasladarse a la calle Santa Rosa. Allí ha sobrevivido por más de 30 años y en la última década ha experimentado un segundo respiro, esta vez no de la mano de la masividad, sino de la exclusividad, conquistando a aquellos que ven en este material una artesanía al servicio de un revestimiento, y que valoran que cada baldosa tenga las pequeñas imperfecciones de color y aspereza que delatan que es un producto hecho a mano y no en serie.

Los métodos de confección son los mismos de antaño. El maestro llena cada compartimento de la matriz con el color apropiado. En esta fábrica no hay stocks. Cada pedido es único y las entregas demoran en promedio 30 días. "No vendemos productividad, sino exclusividad. Nuestro valor agregado está en el maestro; no en las máquinas", explica Jaime López, gerente general y actual socio de Baldosas Córdova, negocio que después de la familia fundadora ha pasado por varios dueños y administraciones.

En la empresa, actualmente trabajan alrededor de 24 personas, de las cuales 14 son artesanos, aunque sólo una media docena de maestros son expertos en darles vida a los diseños más complejos entre las 300 matrices y los 34 colores disponibles. Aquí el traspaso del conocimiento, desde los más antiguos hacia los aprendices, es clave. Pero vale la pena. Así lo entienden clientes fanáticos de las baldosas artesanales, que han llegado al extremo de llevárselas en contenedores a Estados Unidos y otros destinos.

El arte de la baldosa confeccionada a mano está en vías de extinción en el mundo y usarla como alternativa de construcción es hoy un pequeño lujo. En Santiago, esta baldosa tiene fuerte presencia en obras de rescate patrimonial, como la Catedral Metropolitana o el Teatro Municipal, en iniciativas como la botica de Salcobrand, y en varias galerías de arte y casonas del barrio Italia, que son un muestrario vivo de pisos y muros revestidos con ella. Ello, sin contar restaurantes como Liguria y Café Torres, que la han usado en sus salones y baños.

La farándula, los políticos y los empresarios también han valorado su encanto, herencia de los moros en España y de los españoles en América. Las baldosas Córdova, repasa Jaime López, están presentes en el departamento de la escritora Marcela Serrano, en la casa de Diana Bolocco, en la cocina de Alvaro Rudolphy, en la residencia del ex ministro de Hacienda Andrés Velasco y en la casa que tiene la familia Luksic en el Valle del Elqui, por nombrar algunos de los que han caído rendidos ante un revestimiento que está en vías de extinción, pero que renace con fuerza.

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