Ricardo Larraín y Bernardo O'Higgins: amistad perdurable
<P>Una serie de TV en desarrollo y una obra teatral por estrenarse hablan de su interés por el prócer.</P>
Ricardo Larraín, fallecido el lunes a los 58 años, dejó su estampa en productos que interrogan el pasado reciente con sus silencios y sus rigores (La frontera, 1991), también con sus impulsos irrefrenables y sus ideales traicionados (El entusiasmo, 1998). Y el último tramo de su carrera estuvo signado por la reconstitución de momentos históricos más lejanos y por el retrato de los personajes que los habitaron. Para hacerlos más presentes y para encontrarle una vuelta a la historia.
La idea del realizador era "hablar de Chile", dijo alguna vez. Aprovechando la masividad de los medios en que trabajó, propender también a rescatar temas y nombres que andan medio escondidos o que se han visto opacados o tergiversados por pareceres historiográficos que se transformaron en lugares comunes.
Ahora, si bien Larraín retrató para la TV al Padre Hurtado y abordó la matanza del Seguro Obrero, su mayor fijación histórica estuvo del lado de un personaje que, padre de la Patria y todo, no tiene tan buena prensa como otros próceres de la República. Su amistad con Bernardo O'Higgins, por así llamarla, duró hasta el final.
Los restos de Larraín serán cremados hoy en el Parque del Recuerdo, luego de una misa a las 12.00 en la Iglesia Santo Toribio (La Capitanía 475, Las Condes).
Verdades humanas
Lo conocieron como cineasta, pero Ricardo Larraín estudió sicología y fue sicólogo clínico con pacientes y consulta. Le interesaban las personas y los mundos que viven en ellas. Y acaso por eso, le entusiasmaron las arideces en torno a la figura de O'Higgins Riquelme.
Hace una década se le acercaron del proyecto Bicentenario Héroes, de Canal 13. La experiencia que el propio cineasta tuvo con su telefilme acerca de Alberto Hurtado, para el mismo el canal, habría persuadido a la estación de que entrar a la historia vía la ficción era más convocante que hacerlo vía documentales, como ésta pretendía.
Le preguntaron a Larraín qué prócer de los disponibles le interesaría retratar. Larraín planteó a Prat, que a poco andar fue desechado por desencuentros presupuestarios. Pero antes de eso optó por O´Higgins. "Lo planteé", contaría en revista Capital en 2014, "no porque sintiera un especial interés por O'Higgins, sino porque sentí que nadie lo iba a querer. Es un personaje, digamos, más árido (…) La historia popular favorece a sus adversarios (Rodríguez, Carrera), que son mucho más glamorosos: son las víctimas, son mártires. Me parecía un desafío interesante desde el punto de vista profesional".
El desafío supuso profundizar la relación profesional con su socio creativo, el dramaturgo Andrés Kalawski, actual director artístico del Teatro UC. Ambos propusieron al canal una historia centrada en la abdicación de O'Higgins, en enero de 1823. El canal propuso otra y al final abordaron el período en torno a las batallas claves del fin de la Reconquista y los primeros tiempos de la Independencia, en que el héroe de ayer pasó a ser un autócrata odiado por muchos.
Sin embargo, Larraín aspiraba a más, en sus palabras, "a una especie de súper guión, desde que nace hasta que muere". De hecho, lo que más seducía cinematográficamente, cuenta Kalawski, eran los años de exilio en Lima, derrotado y progresivamente olvidado. "Hay mucho cine ahí". Pero eso no llegó a ser.
Lo que sí hubo fue el mencionado telefilme, al que se agregó El niño rojo (2014), largometraje que también ofició de miniserie exhibida por Mega (será retransmitida el viernes a las 23.45) y se proyectó en la Cineteca Nacional, sobre sus primeros años. Decía Larraín que en ese proceso de escritura descubrió al personaje: "Descubrí los vericuetos de la historia, los matices. Me di cuenta de que, cuando uno profundiza, todo tiene bemoles, todo tiene continuidades, vericuetos, razones. Me parece fascinante cuando uno comprime los lugares comunes y descubre las verdades humanas".
En diciembre pasado, en plena lucha contra el cáncer, sonreía Larraín tras ganar un fondo del CNTV para hacer El guerrero enamorado, nuevo jalón de su saga o'higginiana donde el héroe es imaginado en sus escarceos románticos con Rosario Puga. También lo que vino después. Es "la irrupción del amor en la vida de este hombre concentrado en lo militar y que ve llegar a una mujer que le desarma su estructura", explicaba entonces.
El proyecto ahora queda en suspenso, a la espera de una decisión del CNTV. También quedó inconcluso el texto de O'Higgins, nombre provisional de la obra teatral, también coescrita con Kalawski y que en agosto llegará a la sala Ana González del Teatro UC. Se ambienta en el período que media entre la abdicación y la partida al exilio: por entonces O'Higgins no está preso, pero sí inmovilizado en Valparaíso, con pasaporte retenido. Aún inconclusa, la producción de la obra ya está en marcha y ahora al dramaturgo no le queda sino llegar al final. "Larraín era un optimista en lo social y en lo político", confidencia Kalawski. "Quería que hubiese una discusión común y O'Higgins, bajándole del pedestal y cuestionando los saberes consolidados, se prestaba para eso".
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.