Ronald Coase, el Nobel que describió la naturaleza de la empresa
<P>Abogado y economista, escribió poco, pero cada uno de sus <I>papers</I> dio origen a una enorme línea de literatura y son básicos en la teoría económica. </P>
"MI contribución a la economía ha sido abogar por la inclusión (…) de características tan obvias del sistema económico que tienden a ser pasadas por alto". Así se refería Ronald Coase, recientemente fallecido, al trabajo de su vida. Modestia aparte, recibió el Nobel de Economía en 1991 por sus teorías de la firma y de las externalidades.
Economista, profesor de la Universidad de Chicago y abogado de formación, buscaba pruebas. Uno de sus métodos de investigación fue viajar por el corazón industrial de EEUU y preguntar a los gerentes de cada fábrica por qué hacían lo que hacían. El resultado fue La naturaleza de la empresa, un ensayo de 20 páginas, publicado en 1937, que se introducía en el concepto de costos de transacción.
José Miguel Sánchez, director del Instituto de Economía de la Universidad Católica, afirma que Coase quiso mostrar por qué las personas se organizan en empresas. Para eso "se mete en la caja negra que significa la firma en la teoría económica".
En esos días, los economistas estaban cautivados por el mecanismo de precios: en un mercado libre, éstos se ajustan para colocar los recursos donde son más valorados. Un cierto precio incentiva una mayor producción para satisfacer la demanda y, a medida que ella es satisfecha por la mayor producción, los precios caen y se desincentiva la producción de bienes indeseados. La firma era básicamente una caja negra donde entraban insumos, por un lado, y salían productos, por otro. Coase decidió explorar por qué existían las empresas, por qué algunas tenían procesos integrados y otras hacían esos mismos procesos fuera de la firma, qué determinaba sus límites y hasta dónde crecían.
Coase, explica Sánchez, plantea que, básicamente, hay dos maneras de organizarse: haciendo las cosas internamente o bien usando el mercado. Por ejemplo, una fotocopia se puede mandar a sacar o tener una fotocopiadora dentro de la empresa. Eso, aplicado a todos los procesos, es lo que determinará el tamaño de la organización, porque hay costos asociados a cada alternativa. Si las cosas se hacen internamente, hay un costo de coordinación. Al ir integrando más funciones, ese costo va aumentando.
Por otro lado, hay un costo de usar el mercado, por ejemplo, conseguir información y negociar contratos. Coase advierte que hay un tamaño de organización óptimo, que minimiza la suma de los costos de coordinación con los de transacción. "La consecuencia es que hay un nivel de integración óptimo, que minimiza los costos de usar el mercado y de organizarse internamente", señala Sánchez. Y eso abrió una línea que sigue hasta hoy, por la que se han dado otros premios Nobel, como el de Oliver Williamson, con su teoría de los costos de transacción.
Un caso práctico para entender la integración y los límites: un productor tiene que transportar sus berries al aeropuerto con una ventana de tiempo muy pequeña y no se puede arriesgar a salir al mercado y que no haya camiones. En ese caso, se esperaría que la firma tuviera camiones propios. Otros productos, en cambio, pueden esperar al día siguiente.
Coase permite explicar por qué distintas firmas tienen diferentes grados de integración en función de estos costos, de usar el mercado, versus costos de coordinación internos. Y es algo que cambia de una industria a otra y a través del tiempo.
El economista Jorge Quiroz se declara admirador de Coase y resalta que si bien escribió poco y no usó ecuaciones, todo lo que produjo hoy constituye un concepto económico básico y un punto de partida para grandes líneas de investigación. Valora sobre todo El problema del costo social, un paper de 1960 que dio origen a la teoría de las externalidades. Hasta entonces, se pensaba que el impacto que las acciones de uno tenía sobre otros debía resolverse mediante la intervención estatal, con la aplicación de subsidios o impuestos. Si era una externalidad positiva, había que subsidiarla. Si era negativa, había que gravarla.
Coase vio que al establecer derechos de propiedad claros sobre un recurso, la intervención estatal se hacía innecesaria, porque en la medida en que esos derechos fueran transables y los costos de transacción bajos, los privados podrían resolverlo.
Un ejemplo tradicional es la contaminación. Si se establecen límites y se distribuyen derechos transables de emisión, aquellos que valoren más esos derechos terminarán comprándolos. Si una industria emite humo y ensucia la ropa de una lavandería, ésta terminará por pagarle a la industria para que no emita. O bien, la industria compensará a la lavandería por sus posibles pérdidas.
El origen de este paper estuvo en un informe que Coase hizo en 1959 para la Federal Communications Comission de EEUU, donde sugería licitar y cobrar por usar el espectro radioeléctrico, estableciendo derechos de propiedad. La idea llamó tanto la atención que fue invitado a la Universidad de Chicago a explicar sus planteamientos ante un grupo de 20 profesores, entre ellos, Milton Friedman, todos convencidos de que estaba equivocado. Después de dos horas de discusión, los 20 estaban a favor de la idea de Coase.
Alfonso Ugarte, abogado de Claro & Cía. y Master of Law de la U. de Chicago en 2012, sostiene que con Coase nace el análisis económico del derecho. "Hizo que se comenzara a legislar pensando en qué normativa llega a la solución económica más eficiente para todos, lo que generó un cambio muy importante en EEUU, en áreas como la medioambiental y seguros".
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