Tabú, el filme que consagró a Miguel Gomes, revelación del cine portugués
<P>El director y su película premiada en Berlín fueron las estrellas del último Bafici.</P>
Llegó como uno de los invitados más solicitados del último Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (Bafici), que finalizó la semana pasada. Su nueva película Tabú agotó en pocos días las entradas para sus tres funciones en el certamen. Es la misma película que se estrenó en el pasado Festival de Cine de Berlín, donde fue premiada por la prensa especializada y provocó más ruidos que el filme de los hermanos Paolo y Vittorio Taviani, que se llevó el premio mayor.
A pesar de todos estos galardones que lo encumbran como la punta de lanza de una alabada nueva generación de cineastas portugueses (junto a João Pedro Rodrigues y Marco Martins, entre otros), Miguel Gomes (40 años) en su encuentro con el público en el festival no tiene ningún rastro de divo: es un gran conversador, no tiene complejos en analizar su propia obra, bromea continuamente, bebe cerveza y cuando tiene sed cede la palabra para seguir bebiendo.
Este prestigio comenzó a ser internacional con su anterior filme Aquele querido mês de agosto, que ganó el mismo Bafici el 2009 y también triunfó un año antes en el Festival de Cine de Valdivia. Dividida en dos partes, la cinta mostraba primero una especie de viaje documental por pequeñas ciudades portuguesas, para luego tomar todos los personajes y lugares y colocarlos dentro de una historia ficcionada. Una propuesta innovadora, pero con una frescura que no busca dejar al espectador de lado. De eso también tiene Tabú, aunque esta corre por vías que citan constantemente al cine clásico.
"Creo que el director debe crear un espacio entre el espectador y la película, uno que no esté ni demasiado cerca ni demasiado lejos, que deje que él haga su propio camino frente a una película", dice Gomes. Una estrategia que en Tabú posee aspectos que remiten a un tiempo pasado: al cine clásico, concretamente, el cine mudo y a cintas como la homónima Tabú, de F.W. Murnau. En ese sentido puede ser comparada con El artista, aunque medios como Variety colocaron el filme un pedestal arriba, diciendo que "Gomes está creando, además, algo único".
Tabú también se divide en dos grandes segmentos. Primero, en la Lisboa contemporánea, donde se sigue la historia de Pilar, una nostálgica y solitaria mujer que vive en un edificio y es vecina de la anciana y conflictiva Aurora, a su vez cuidada por una mujer negra. Luego, la película da un vuelco total al pasado, en donde se verá la melodramática historia de Aurora en su juventud, en el colonial Mozambique. Todo esto, contado a través de la voz de uno de los protagonistas de esta historia, una que se sobrepone a las voces de los personajes.
Una carta al viejo cine
"Yo sabía que en esta película iba a tener un personaje que remitiera a este tiempo. A una sociedad extinta que es la colonial, y esto quería hacerlo dialogar con un cine extinto, el mudo", cuenta el director. La nostalgia cubre el filme debido a personajes que cargan pesados recuerdos, sentimientos que se ahondan con un delicado blanco y negro. Tabú muestra, además, una imagen paradisíaca de Africa como el de las películas clásicas: "Quería mostrar la Africa inventada por el cine, no la real, porque esa no tengo el derecho de filmar", agrega Gomes.
Ahí va también la clave de su cine, uno que quiere contar historias cercanas y simples: "La película está estructurada con esa idea de la necesidad de escuchar historias, algunas absurdas, pero todas con la idea de conectar emocionalmente con el espectador". Aquella idea del cine de autor actual donde todo tiene que ser realista y frío no es compartida por Gomes: "Yo no estoy en ese lado, me gusta la idea de que las películas muestren un mundo que no es muy parecido a este". Es esa recuperación del relato la que guía su estilo. Y aquel relato lo busca en medio del rodaje: "Porque hay que estar disponible para ese mundo en donde uno se instala".
Así, en Tabú la gente cuenta sueños, ve películas en el cine, lee Robinson Crusoe y se cuentan grandes historias pasadas. Renovador y clásico a la vez, Gomes apunta bellamente en Tabú a lo que el define así: "Una melancolía sobre una vida que hubo".
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