Wes Anderson: un director hecho a mano
<P><span style="text-transform:uppercase">[perfil]</span> El jueves se estrena <I>El gran hotel Budapest</I>, la nueva cinta de Wes Anderson, uno de los directores más aclamados del mundo. Premiado en el último Festival de Berlín, aquí reflexiona sobre su cine. </P>
En octubre del año pasado, un barco que viajaba de Hong Kong a Londres tuvo un problema eléctrico y varios de los contenedores que transportaba ardieron antes de llegar a puerto. En uno de ellos se encontraban los primeros ejemplares de The Wes Anderson collection, que la editorial Abrams tenía previsto distribuir en Europa en las siguientes semanas.
A Anderson (Houston, 1969) la historia le deja con los ojos abiertos como platos: "Eso podía ser parte de una de mis películas", dice mientras se pasa la mano por el pelo. El realizador estadounidense viste un traje de terciopelo azul hecho a mano, se calza sus botas Wallabee y se sienta en un mullido sofá rojo eléctrico que bien podría haber sido un elemento de uno de sus filmes. Se encuentra allí para presentar el primer avance de su última película, El gran hotel Budapest, que se estrena el próximo jueves en Chile. La cita es en Roma, donde se celebra el festival de cine de la ciudad.
Pocos meses después, en febrero del 2014, este largometraje ganaría el Gan Premio del Jurado en el Festival de Cannes. Protagonizada por Ralp Fiennes, Tilda Swinton, Jude Law y Bill Murray, entre muchas estrellas, la cinta se ambienta a principios de los años 30 y es la historia de un conserje de hotel (Ralph Fiennes) que hereda súbitamente un valioso cuadro, perteneciente a una millonaria (Tilda Swinton). El furioso hijo (Adrien Brody) de la fallecida no le encuentra sentido a esta voluntad y va en busca de aquella pintura al mismísimo Hotel Budapest.
El director, que empezó su carrera con un cortometraje en 16 milímetros llamado Bottle rocket junto a su amigo actor Owen Wilson, puede presumir de ser uno de los cineastas independientes más prestigiosos del mundo.
Bill Murray decía sobre él cuando promocionaba Moonrise Kingdom: "Wes Anderson es uno de esos tipos que, aun siendo muy jóvenes, eran capaces de convencerte de cualquier cosa. Su visión era única. Su forma de trabajar, de contar siempre con el mismo equipo, convertía el set en un lugar cómodo. Además, siempre contrata a los mejores chefs para que te hagan la comida". Y el aludido responde: "¿Bill decía eso? Bueno, a mí también me gusta comer bien... Pues lo cierto es que rodar una película es a veces un proceso difícil, complejo, y me gusta saber que cuando las cosas se ponen difíciles, todo el mundo sabrá qué hacer. Quiero que todos estén de buen humor, porque necesito ese buen ambiente en mi cabeza. A veces me planteo trabajar con alguien distinto y le doy muchas vueltas, porque me pregunto qué pasaría si no encajara. Si valdría la pena tener a alguien con mucho talento que cambia el tono anímico del rodaje", cuenta Anderson, un hombre con fama de encantador con los actores y delicioso con la prensa.
Sobre la tensa relación entre Gene Hackman y Anderson en Los excéntricos Tenenbaum, que provocó el cierre de filas en el rodaje en torno a la figura del director, Anjelica Huston contaba lo siguiente: "Gene le dijo una vez: 'Súbete los pantalones y sé un hombre'. También utilizó otras expresiones como tarado y algunas variantes de la misma palabra". "No, no me refería a Gene cuando hablaba de actores difíciles. Es cierto que era un hombre complicado y duro, y que exigía un nivel de tensión muy alto, pero es Gene Hackman. No lo contratas para que te haga unos trucos de magia, lo contratas porque es Gene Hackman", dice Anderson.
Wesley Wes Anderson nació en Houston (Texas), hijo de una arqueóloga y de un publicista. El divorcio de la pareja cuando Anderson era un niño influyó en su vida y su carrera cinematográfica. El director contesta con la educación hastiada del que ha recibido la misma pregunta un millón de veces: "Por supuesto que me marcó el divorcio de mis padres, pero ¿en qué niño no lo haría? Supongo que mis películas vuelven una y otra vez a ese tema".
En 1998, el director firmaba la que aún hoy día sigue siendo una de sus películas más populares: Academia Rushmore. La cinta se inspiraba en las experiencias del realizador en St. John's, la escuela privada donde estudió. "Es cierto que muchas de mis películas se basan en experiencias personales, pero no siempre es así. No recuerdo los detalles que me llevaron a cada proyecto, pero cada filme es distinto. En El gran hotel Budapest, el personaje principal está inspirado por un amigo, pero la historia lo está por Stefan Zweig. Así que en cierto modo es algo personal, pero no es mío. ¿Nostálgico? No lo soy a propósito. A veces hay cuestiones que vienen de mi infancia, cosas que no acabé o creo que no acabé y que de algún modo quedan pendientes. Moonrise Kingdom era definitivamente de esa clase, pero no creo que pueda racionalizarlo todo hasta un punto en el que mis películas queden etiquetadas en una u otra categoría. Me es imposible", dice Anderson. "Creo que hay algo muy íntimo en las películas de Wes y que por eso conectan con la audiencia de un modo único", comenta Jason Schwartzman, uno de los actores que forman parte de la familia Anderson. Un equipo de nombres fijos que resumen la filosofía de un director de cine distinto: "Me gusta ver las mismas caras cuando llego al set. Si tengo que estar lejos de casa, quiero estar a gusto", cuenta Anderson.
El texano es uno de los pocos realizadores independientes capaces de reunir a su alrededor a una auténtica galaxia de estrellas en cada filme que ruedan: Edward Norton, Bruce Willis, Bill Murray, George Clooney, Jude Law, Meryl Streep o Harvey Keitel son algunos de los monstruos que ya se han convertido en piezas de un tablero abarrotado.
"Como persona que trata de dirigir, me fascina la forma de trabajar que tiene Wes", contaba Ralph Fiennes, el actor y director que es el protagonista de El gran hotel Budapest. "Es tímido, mueve mucho las manos y habla lo justo. Pero no le hace falta nada más. Siempre trabaja con las mismas personas, que le entienden sin mirarle, y cada pieza encaja perfectamente casi sin pretenderlo. Para mí esa es la clave, su forma de moverse en un entorno tan complicado como el del cine con esa especie de calma, como si fuera un maestro zen".
El último proyecto de Wes Anderson es "el más ambicioso" de su carrera, según confesión propia: "No intento que mis películas encajen en la moda. Esta nueva película, por ejemplo, es bastante violenta y me temo que no se parece a ninguna. Mi gran referente es el Hollywood de los años 30 hasta Lubitsch. Esa es mi gran referencia… Renoir también lo es. Y los libros de Stefan Zweig y sus memorias, más que ninguna otra película", confiesa.
A Anderson se le ha relacionado con muchos directores, pero él tiene claro cuál es su ideal: "¿Quién me gustaría ser? Muchas veces veo las películas de Michael Powell y Emeric Pressburger y pienso que me gustaría dirigir como ellos", dice. Una de las características que distinguen a Wes Anderson es que siempre resiste trabajar con otros materiales. Tiene ocho películas y sigue haciendo lo que le da la gana: "A veces tuve la tentación de hacer algo para alguien, pero siempre acabé cambiando de opinión y encontrando algo mejor que hacer. El tiempo es limitado y cuando me pongo a trabajar tengo que hacer algo que realmente me apetezca. Sólo una vez adapté un libro, pero era tan breve que me dejaba mucho espacio para divagar, y eso es lo que realmente me gusta. Tengo tantas cosas pendientes que lo de hacer una película de encargo sería muy extraño", dice Anderson con cara de estar contando un chiste.b
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