Televisión happy hour

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Los conductores en plena grabación del espacio durante esta semana.

En cuatro meses, La Noche es Nuestra, de CHV, alteró el orden establecido del trasnoche en TV. Ahora, con nuevos competidores, el programa sigue liderando en su horario: esta es la trastienda de una de las propuestas más atípicas de la actual pantalla chica.


Es un martes frío, caen algunas gotas. El día invita a encender la estufa y servir un picoteo y algunos tragos. Cubiertas con frazadas, Pamela Díaz, Natalia Valdebenito y Belén Mora conversan animadamente sentadas juntas en un sillón y a los pocos minutos entran Jean Philippe Cretton y Felipe Vidal vistiendo parkas y con sopaipillas para el grupo.

Se arma una suerte de happy hour en el departamento, que en realidad es la mitad de uno de los estudios que tiene Chilevisión en sus instalaciones de Machasa. A un costado, el conserje del edificio -un actor que interviene en el grupo para publicitar una marca de cecinas- cruza un par de chistes con una de las doce mujeres sentadas en las graderías, las que cada cierto rato gritan o se ríen sin necesidad del tradicional "animador de público". Si no fuera por la orientación de las cámaras y los focos costaría distinguir dónde está la cuarta pared, en qué lugar termina el programa y empieza la vida real.

La escena ocurrió el martes pasado pero se repite todas las semanas y hace cuatro meses en el set de La noche es nuestra, programa que desde su estreno, el 8 de enero, impulsó una pequeña revolución en la televisión de trasnoche, reactivando el interés de los otros canales por un bloque en el que, hasta hace un mes y medio, sólo había series turcas y repeticiones de teleseries locales. Esto, con un formato sencillo, ajustado a los escasos presupuestos que exhibe la industria y, en el papel, nada innovador, en el que los tres anfitriones -Díaz, Cretton y Vidal- reciben en un departamento a sus invitados, que llegan tocando el timbre y terminan revelando detalles de su intimidad o simplemente contando lo que nadie les preguntó antes en pantalla.

Hoy la invitada es Belén Mora, popular actriz y comediante de El Muro, de Morandé con Compañía, quien de entrada se acomoda en un sillón junto a la conductora y a su colega Valdebenito, panelista estable de los martes. La conversación fluye desde el primer minuto y su tono deslenguado genera carcajadas entre camarógrafos y el público.

Los temas van desde la experiencia de Mora con los piojos hasta su extraña habilidad para meter su puño entero en la boca. Luego, profundiza en su vida familiar y cuenta cómo debió criar sola a su hijo antes de conocer a su actual pareja. No hay lágrimas ni música incidental que invite a llorar. En comerciales, nadie se levanta de sus asientos y todo sigue igual, y el diálogo continúa ya con cámaras encendidas y un refill de pisco sour.

Con esta fórmula, que va de domingo a miércoles y se extiende entre las 00.30 horas y las 01.45 de la mañana, La noche es nuestra ha conseguido liderar el rating del segmento con un promedio de 7 puntos desde abril hasta la primera quincena de este mes. Los programas que le salieron a competir en el último mes exhiben propuestas distintas: el nuevo ciclo de Más vale tarde, de Mega, apuesta por la entrevista en profundidad, mientras que TVN repatrió a Katherine Salosny con un formato más cercano al late show estadounidense. Tal vez el más parecido al espacio de CHV es Sigamos de largo, de Canal 13, que comienza media hora antes pero también busca una conversación más relajada, con temas en apariencia intrascendentes.

Belén Mora le reconoce a los conductores que está feliz de estar en su programa y celebra su apuesta por una conversación menos empaquetada y más realista. Pide que la inviten de nuevo. Ya en camarines, el trío de animadores dice que ésta es una solicitud habitual. "La gracia del programa es saber reírnos de nosotros mismos y eso la competencia no lo tiene. Es algo que depende de las personalidades, no se puede pautear", dice Vidal.

Para el escritor y crítico de televisión Álvaro Bisama, "La noche es nuestra tiene una gracia que lo separa del resto de los programas de ese horario: los conductores no fingen estar divirtiéndose. Lo están haciendo de verdad y eso el espectador lo puede percibir: la felicidad en el caos, la alegría catódica de la dispersión".

Para sus tres animadores, que encabezan un equipo de veinte personas, gran parte del mérito tras el éxito es de Alexis Zamora, quien recaló en la estación de Turner en 2016 luego de casi dos décadas en Canal 13 dirigiendo programas como Vértigo y Quién quiere ser millonario. Según Díaz, el productor ejecutivo del horario prime de CHV fue el que creyó en una idea que durante tres años ella mismo presentó a los ejecutivos. El año pasado se grabó el primer piloto y Zamora dice que pasó algo "mágico".

"Buscábamos algo barato, franjeado, con esta dinámica en un departamento. La idea era que el set no pareciera un set y que los animadores no parecieran animadores. Este programa es más parecido a una sitcom que a un estelar", cuenta el productor. Lo anterior no sólo se logra a través del tono coloquial del improbable trío de conductores, de mucho fiato delante y tras las cámaras. También, con ciertos detalles que buscan dar una sensación de contingencia para acercar al televidente, como las estufa y las sopaipillas en un día frío.

Pero hay otro elemento que lo diferencia del sinnúmero de programas de bajo costo y conversaciones movidas por el alcohol que durante años han pasado por el trasnoche, muchas veces a punta de humor de doble sentido y juegos eróticos entre el conductor y las panelistas: aquí, las verdaderas protagonistas son las mujeres, ya no como accesorio sino que llevando el ritmo de la conversación y protagonizando los mejores momentos. Sobre todo Pamela Diaz, por primera vez a sus anchas en un espacio hecho a su medida y que celebra su autenticidad. Es su consagración total como fiera televisiva.

Un elemento del que se percató Así somos, de La Red, que desde febrero tiene en Camila Andrade a su primera conductora en 13 años, y sobre todo MILF, en las tardes de UCV, en el que sus tres anfitrionas lucen frente a las cámaras una amistad que nació fuera de pantalla.

"En el equipo tenemos la sensación de que este es un programa un poco contestatario. Un formato íntimo y poco pretencioso, en el buen sentido, que ha generado que la gente vea reflejados aquí sus propios carretes", teoriza Cretton sobre esta suerte de programación paralela, más deslenguada y espontánea, que de a poco comienza a tomarse la pantalla.

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