Apareció como mercado itinerante, saltó a restaurante y ahora se lanza un clavado de 6.000 metros, no de altura real pero sí de terreno, ocupando el antiguo edificio consistorial de Lo Barnechea. Una casona lo suficientemente desgastada como para pedir a gritos caer en buenas manos para revivir. Y qué maravilla haberlo hecho en las manos, cabeza y saber de Mari Gálmez y Pablo Lamarca, la dupla detrás de Mastica, mucho más que una marca, una forma de vivir el diseño y el disfrute que ahora abre sus puertas.