50 días para los 50 años: la cuenta regresiva que abruma a La Moneda
La conmemoración del Golpe de Estado se ha convertido en un dolor de cabeza para el gobierno. A menos de dos meses de la fecha, el Presidente no ha logrado encontrar el tono que convenza a los dos mundos que componen el oficialismo.
“Tenemos que reforzar el eslogan y hacer énfasis en la palabra memoria”.
La renuncia del escritor Patricio Fernández a su rol como asesor presidencial para la conmemoración de los 50 años del Golpe militar -el próximo 11 de septiembre- activó las conversaciones. Más allá de las opiniones que cada uno tenía sobre los hechos que desembocaron en su salida, los ministros del comité político de La Moneda y el propio Presidente Boric coincidieron en que había que intentar superar el impasse y recuperar el mensaje unitario que el gobierno intentó instalar desde un principio. Y aunque los conceptos de democracia, memoria y futuro seguirían siendo el eje central, desde ahora en adelante las palabras ya no irían nunca por separado. Ahora se remarcó que es una sola frase: “Democracia es memoria y futuro”.
Luego de las presiones que recibieron de parte de las agrupaciones de víctimas de la dictadura, del Partido Comunista, y que terminaron con la salida de Fernández, La Moneda optó por un cambio sutil, pero significativo. La instrucción ahora es que la palabra memoria tiene que estar siempre atada a las otras dos.
A 50 días del 11 de septiembre, la conmemoración del Golpe se ha vuelto una complicación para La Moneda, que no ha logrado dar ni con el tono ni con un relato que se tome la agenda. La salida de Fernández, la molestia de las agrupaciones de derechos humanos, la disconformidad de los partidos políticos -que han debido liderar instancias en paralelo- y una contingencia que ha arruinado cada intento han provocado un vacío que amenaza uno de los hitos más importantes que la administración Boric tenía marcados en su calendario.
Las pruebas más elocuentes de esta complejidad las ha dado el propio Presidente, navegando entre distintas miradas sobre el gobierno de la Unidad Popular, el Golpe militar y la dictadura, y las lecturas que tienen sobre esos acontecimientos en las dos coaliciones que componen su gobierno, Socialismo Democrático y Apruebo Dignidad.
De la admiración al mito
El 11 de marzo de 2022, el día en que asumió en La Moneda, Boric cerró su discurso con un homenaje al expresidente de la UP, luego de tener un momento de reflexión junto a su monumento en la Plaza de la Constitución. Dijo: “Como pronosticara hace casi 50 años Salvador Allende, estamos de nuevo, compatriotas, abriendo las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, el hombre y la mujer libre, para construir una sociedad mejor”.
Antes ya había mencionado frases de Allende al ganar la primera y segunda vuelta, porque la admiración venía desde hace años. Por ejemplo, el 4 de septiembre de 2020 Boric escribió en su cuenta de Twitter: “Septiembre y Allende se funden. Pero Allende no es solo el individuo, es también la historia de un pueblo, de sus partidos, de sus movilizaciones. A 50 años del triunfo tomamos tu posta, compañero, y de tantos luchadores y luchadoras sociales. ¡Con la esperanza intacta, seguimos!”.
Pero, con el paso del tiempo, la admiración que profesaba desde el comienzo de su carrera política por el gobierno de la UP fue trasladándose al plano del aprendizaje y reflexión. A tal punto que la bajada que el gobierno definió para la conmemoración de los 50 años, liderada por Fernández, estaba puesta en cuidar el valor de la democracia y en poner la mirada en el futuro con una estética más moderna que nostálgica.
Sin ir más lejos, una de las estadísticas que más compartían desde La Moneda era que la mayoría de los chilenos ni siquiera habían nacido en 1973. La decisión, entonces, era fijar un compromiso de cara al futuro más que revisar el pasado.
Ese cambio de percepción quedó en evidencia en la última entrevista que dio el Presidente en Chilevisión, el 4 de junio. “Permítanme hacer una recomendación. Se habla mucho de la Unidad Popular y yo creo que es un período a revisar. Y desde la izquierda tenemos que ser capaces de analizarlo con mucho mayor detalle y no sólo desde una perspectiva mítica”, sugirió Boric. Los libros que recomendó en la entrevista fueron Allende y la experiencia chilena: las armas de la política, del español Joan Garcés (1976), y Salvador Allende, de Daniel Mansuy (2023).
Pero el llamado a la reflexión generó ruido inmediato. Primero en el PC, luego en las agrupaciones de víctimas y también en Apruebo Dignidad, su coalición, quienes tironearon la discusión hacia el pasado.
En ese contexto, situado en medio de las dos miradas, el Presidente viajó a Europa con los 50 años como uno de los ejes centrales de la gira en que quedaron en evidencia los matices, presiones y contradicciones que lo abruman a menos de dos meses de uno de los hitos más importantes de su gobierno.
Pocos días después de haberle otorgado una medalla al juez Baltasar Garzón por su rol en la detención de Augusto Pinochet -hecho que fue cuestionado por la reputación del jurista, quien fue inhabilitado por 11 años en su país para ejercer y, además, apoyó la defensa de Bolivia por la demanda marítima ante Chile-, el viernes, desde Francia, el Mandatario se refirió a la figura de Allende: “A mí no me gustan las idolatrías; Allende, como toda persona compleja, tiene luces y sombras”.
Días antes, Boric había abierto otro flanco al anunciar que iba a llamar a todos los partidos de Chile a firmar una declaración para lograr dos consensos en la sociedad chilena: “Que un golpe de Estado es inaceptable” y que “nada, ni las diferencias más agudas justifican la violación de los derechos humanos de quien piensa distinto, ni de nadie”.
La recepción no fue buena y en la interna fue catalogado como un acto de “impulsividad” del Mandatario. No por la intención de hacer una declaración con todo el mapa político, sino por la forma en que puso en jaque un trabajo de meses: hacerlo desde Europa, sin los partidos presentes y también con un nuevo giro en el foco. Pese a que siempre se había hablado de buscar consensos con visión de futuro y con énfasis en el valor de la democracia, fue evidente que el tono había cambiado y que las presiones habían hecho eco. Si la idea inicial era invitar a un acuerdo para “la protección y la defensa de la democracia y los derechos humanos”, la decisión de volver sobre el Golpe quitó la posibilidad de esa firma, según la oposición.
Presiones
Pero los líos comenzaron antes.
En enero pasado, el Ministerio de las Culturas tenía todo listo para estrenar el eslogan, el sello y el inicio de la conmemoración de los 50 años del Golpe militar. Las primeras gestiones eran ambiciosas: contactaron a bandas internacionales como U2, se intentó establecer diálogo fluido con políticos internacionales e incluso en algún minuto se postuló realizar actividades los días 11 de cada mes, idea que finalmente fue descartada.
La intención de Fernández -que asumió su rol en noviembre de 2022- y de la entonces ministra de Cultura, Julieta Brodsky (CS), era realizar un evento que fuera el punto de partida, pero la contingencia no lo permitió. La crisis desatada por los indultos presidenciales desplazó el evento de la agenda. Luego vinieron los incendios y el cambio de gabinete del 10 de marzo -en el que Jaime de Aguirre reemplazó a Brodsky-, por lo que recién el 2 de abril se pudo estrenar con un evento en el parque La Castrina, en San Joaquín, en homenaje al rol de las iglesias en la dictadura.
Ese día, el exembajador Domingo Namuncura (PPD) -exasesor de Patricio Aylwin en temas vinculados a derechos humanos y hoy encargado de los 50 años dentro de su partido- se subió al escenario emocionado. Cuando recibió el saludo del Mandatario, además de agradecer el gesto, le advirtió: “Presidente, es muy importante que exista un diálogo con los organismos de derechos humanos que cumplieron un rol en la dictadura”.
La sugerencia tenía que ver con un malestar entre las organizaciones del que Namuncura estaba al tanto. “Ha faltado sustancia, que la entrega el diálogo con actores diversos. Los organismos hubieran querido tener una participación importante en la forma cómo concebir la comisión, el plan de trabajo, el tipo de reflexión que hay que promover. En las reuniones me enteré de que las conversaciones con representantes del mundo político obviamente requerían de mayor profundidad”, dice hoy el académico.
Jorge Arrate (Plataforma Socialista), exministro de Allende, coincide en la crítica: “Me hubiese gustado que hubiese un programa con amplia participación de la sociedad civil y despliegue nacional. Ha habido problemas de conducción que espero se superen en las próximas semanas”.
Así también lo han planteado figuras vinculadas a las agrupaciones de víctimas, como la exsubsecretaria de Derechos Humanos Haydee Oberreuter. La dirigenta ha intentado reunirse con el Presidente desde que salió del cargo en marzo pasado -en su lugar llegó Xavier Altamirano-, para advertirle sobre la débil vinculación con las organizaciones sociales, pero el jefe de gabinete del Mandatario, Carlos Durán, no ha concretado la reunión, pese a los mensajes de la exautoridad.
Los diálogos entre el gobierno y las organizaciones no han sido fáciles. En enero, Fernández presentó el foco de la conmemoración y no tuvo una buena respuesta de los presentes. “No queremos un Lollapalooza”. “¿Dónde está mi papá ahí?”, fueron algunos de los cuestionamientos, según las asistentes.
Las críticas continuaron. De hecho, en las últimas conversaciones con los partidos oficialistas las directivas manifestaron su preocupación por los tiempos y avances. La molestia se acentuó luego de la cuenta pública del 1 de junio -en la que Fernández estuvo presente-, cuando el escritor en una entrevista en LT Domingo planteó que “el reto de Boric no es la vuelta al pasado, sino que patear la pelota hacia el futuro”.
Tras esas declaraciones hubo reproches del PC en La Moneda y también en el equipo de asesores del Mandatario. Días después, otra entrevista de Fernández, en que se refería al contexto en el que se produjo el Golpe de Estado, obligó al gobierno a dar explicaciones y terminar aceptando su salida por la fuerte presión que se instaló. Una pérdida sentida para Boric, debido a su profunda amistad con el escritor, a quien visitó en su casa esa misma noche junto a la ministra del Interior, Carolina Tohá, y el ministro de Justicia, Luis Cordero, entre otros invitados.
Pero las consecuencias que tuvieron las declaraciones de Fernández abrieron otra interrogante. ¿Cuánto dominio y conocimiento sobre la conmemoración tiene realmente La Moneda?
El evento
Las expectativas eran altas.
El jueves pasado, en una actividad liderada por el ministro De Aguirre, en el excentro de detención “3 y 4 Álamos”, en San Joaquín, se lanzó el programa “Árboles por la memoria”, para rendir homenaje a víctimas de la dictadura con la plantación de árboles nativos en sitios de memoria y espacios públicos de 16 regiones.
El acto contó con la presencia de ocho ministros, entre ellos Tohá, Vallejo, Mario Marcel y Álvaro Elizalde, pero pese a todo el esfuerzo, los focos se fueron a otro lugar. La vocera debió salir a respaldar al ministro Giorgio Jackson (RD), tras el robo a su ministerio. Otra vez la contingencia arruinaba los intentos del gobierno por marcar la agenda con una actividad ligada a los 50 años.
En La Moneda están convencidos de que pueden revertir la situación, y la llegada del doctor en sociología Manuel Guerrero, como jefe del área de Contenidos del Segundo Piso, es clave. El arribo del hijo del profesor Manuel Guerrero Ceballos, asesinado en el caso degollados, tiene el objetivo de aportar una nueva mirada de la conmemoración. De hecho, uno de los textos que han recomendado en el gobierno en los últimos días es su libro Sociología de la masacre.
El plan del gobierno -que despierta reparos en varios frentes- es hacer un hito que dure tres días: sábado 9, domingo 10 -día en que se tiene contemplada la principal manifestación-, y el lunes 11. La idea es que el evento más abierto sea en el Parque O’Higgins, ya que el Estadio Nacional no va a poder ser utilizado para eventos masivos como pretendían desde el equipo de producción de Presidencia, de quienes depende la organización.
Parte de los factores que analizan en La Moneda son los riesgos que puede tener un acto masivo por las posibles manifestaciones, cuestión que podría polarizar el clima político y arruinar la conmemoración.
Entre los invitados hay autoridades internacionales, como presidentes y figuras políticas latinoamericanas reconocidas, como Alberto Fernández (Argentina), José “Pepe” Mujica (Uruguay) y Andrés Manuel López Obrador (México). En todo caso, no será fácil que puedan asistir, ya que en La Moneda fueron informados que la 18ª Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno del G20 se realizará en Nueva Delhi, India, el mismo fin de semana.
También se espera la presencia de figuras del mundo de la cultura, como el actor Pedro Pascal.
En las conversaciones del comité político se ha planteado que el clima ya no es el mismo que hace 10 años, cuando el expresidente Sebastián Piñera habló de “cómplices pasivos” en su sector, y que no será fácil marcar un hito de ese calibre -que además contempló el cierre del Penal Cordillera-. Entre los ministros opinan que hay una revancha de un sector que “busca reivindicar a Pinochet”, y así lo conversaron cuando esta semana en el Consejo Constitucional los republicanos propusieron una enmienda para que los privados de libertad mayores de 75 años cumplan su condena en sus casas, gran parte de ellos detenidos por crímenes de lesa humanidad.
De todas maneras, el gobierno sabe la expectación que genera la fecha y ha puesto fichas en el Plan Nacional de Búsqueda, que depende del Ministerio de Justicia. Este será presentado como política nacional el 30 de agosto, Día Internacional del Detenido Desaparecido.
En La Moneda también están atentos a los partidos. Existe un temor de que el PC se apodere de la ceremonia y que imponga una sola versión de los hechos, en vez de dar espacio a la reflexión. De hecho, en sectores más cercanos al Partido Socialista comentan -medio en serio, medio en broma- que a estas alturas lo mejor sería que la fecha pase con discreción.
Los demás partidos también han trabajado en actividades. El Frente Amplio, por ejemplo, creó una mesa en la que participan todos sus partidos, donde la exministra de Justicia Marcela Ríos (CS) cumple un rol activo.
En el partido de Boric, por ejemplo, el tono es más duro y confrontacional que el que ha buscado instalar el gobierno para llegar a consensos. Así queda expuesto en un relato interno en el que está trabajando la mesa por los 50 años: “Aquellos que fueron responsables políticos del quiebre de la democracia en nuestro país y que son hoy defensores acérrimos del modelo impuesto a sangre y fuego, continúan relativizando el valor de los derechos humanos y reivindicando la dictadura. Distantes de cualquier autocrítica frente la evidencia histórica, hoy indesmentible, buscan imputar responsabilidad por la tragedia vivida al propio sector de la sociedad que fue excluido y perseguido”.
Pero el Presidente también ha vivido un espacio de reflexión personal. Asistió a la presentación del libro póstumo de Patricio Aylwin y les ha recomendado lecturas a sus ministros. Entre ellos están La búsqueda, de Cristóbal Jimeno y Daniela Mohor, y el ya mencionado libro de Daniel Mansuy -a quien incluso contactó después de leerlo-. El académico le recomendó más bibliografía sobre el tema.
Pero la postura del Presidente no necesariamente es compartida entre los suyos. El domingo pasado, en pleno comité central de Convergencia Social, una militante planteaba sus ideas sobre el rol político del partido. Extrañada, la joven interpretó a varios con su pregunta al aire:
-¿Cómo vamos a estar leyendo a Mansuy?
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