Afganistán: “No hay futuro para las niñas”: los talibanes intentan silenciar a las mujeres de la esfera pública
A cuatro meses desde la llegada de los fundamentalistas al poder, los derechos civiles de millones de mujeres en el país están al borde del abismo, sin la posibilidad de estudiar, trabajar o tener presencia en el gobierno. “Las afganas están atrapadas en casa o, peor aún, serán obligadas a casarse con un combatiente”, señala a La Tercera la historiadora Bahar Jalali.
Han pasado 119 días desde que, el 15 de agosto, los talibanes vencieron en su ofensiva, logrando instalarse nuevamente en el poder en Afganistán. Ese día aceleró el fin del despliegue militar estadounidense tras 20 años. Desde entonces, el miedo se transformó en cotidiano para los millones de mujeres que no han logrado escapar del país y que han visto coartados sus sueños ante el retorno de los fundamentalistas, que cuando gobernaron -entre 1996 y 2001- las castigaban tan solo por salir a la calle sin la compañía de un hombre.
Aun prometiendo moderar su discurso, en cuatro meses los talibanes cerraron el Ministerio de Asuntos de la Mujer, mientras intentan marginarlas de todos los espacios públicos, prohibiendo su presencia en los colegios, universidades, trabajos, gobierno, deportes, cultura y la televisión, lo que evidencia un retroceso en caída libre y un sombrío futuro para las nuevas generaciones.
Bahar Jalali nació en Afganistán. Aunque en medio de la guerra (1979-1989) debió huir, en 2009 volvió para impartir clases de historia en la Universidad Americana de Kabul. La historiadora creó el primer programa de estudios de género en el país y hoy, a la distancia, radicada en Maryland, Estados Unidos, observa con dolor la realidad de las afganas, que revive los peores escenarios del pasado ante las estrictas directrices dictadas por el jefe religioso y líder supremo de los talibanes, Hibatullah Akhundzada, y el líder político, el mulá Abdul Ghani Baradar.
En conversación con La Tercera, Jalali explica que “no hay futuro para las niñas afganas bajo el régimen talibán. Hoy, Afganistán es el único país del mundo donde las niñas mayores de 12 años no pueden ir a la escuela. Los talibanes se autodenominan un ‘Emirato Islámico’, pero bajo el islam, las mujeres pueden ir a la escuela, trabajar y estar en el gobierno. Entonces, los talibanes están privando a las mujeres de sus derechos humanos fundamentales bajo normas universales de calidad de género y basadas en principios islámicos. Las niñas y las mujeres tienen miedo de salir de sus hogares e incluso si se les permite ir a la escuela, no se sienten seguras. Están atrapadas en casa o, peor aún, serán obligadas a casarse con un combatiente talibán como parte de un proceso de limpieza étnica. Es un retroceso total, la mayoría de las personas con las que he logrado hablar solo quieren salir del país, porque no creen que puedan sobrevivir en un clima en el que no se les permite obtener una educación, trabajar o desempeñar ningún papel en su propia nación”.
Hoy, Afganistán es el único país del mundo donde las niñas mayores de 12 años no pueden ir a la escuela.
Bahar Jalali, historiadora afgana
Por el momento, los días en que las mujeres representaban más del 27% de los funcionarios del Ejecutivo del derrocado expresidente Ashraf Ghani quedaron atrás. Ahora, el gobierno está conformado únicamente por hombres. En los últimos meses, algunas de las trabajadoras que se mantienen en sus cargos pertenecen al área de la salud y gran parte han sido reemplazadas por hombres. Las niñas hasta sexto básico tienen permitido asistir al colegio, mientras que el resto deberá esperar en sus casas. “Estamos tratando de hacer esto, pero no puedo decirles cuánto tiempo tomará”, señaló el portavoz talibán Zabihullah Mujahid sobre la fecha de retorno de las escolares. Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), las niñas son el 60% de los 3,7 millones de niños afganos que no asiste a la escuela.
En tanto, el ministro de Educación, Abdul Baqi Haqqani, anunció que las mujeres podrán volver a las universidades con clases segregadas por género y con velo obligatorio. De lo contrario, tendrían que optar por clases online.
“Cuando a las niñas afganas se les prohíbe ir a la escuela en su propio país, es un intento de garantizar que Afganistán siga siendo un país atrasado, subdesarrollado y pobre. Los estudios han demostrado que el desarrollo económico aumenta con la educación femenina y la participación de la mujer en la fuerza laboral”, apunta Jalali.
En un paso más allá en el retroceso de libertades, los talibanes al cumplir 100 días en el poder emitieron una orden a través del Ministerio de Propagación de la Virtud y Prevención del Vicio para que los canales de televisión no emitan telenovelas y programas de entretenimientos con protagonistas mujeres, y las conductoras de noticias deben cumplir con la obligatoriedad del hiyab (velo). Además, dictaron ocho directrices que fijan lo que se puede transmitir, vetando películas nacionales y extranjeras que se oponen a la ley islámica o que “promueven la cultura y valores extranjeros”. Según el diario The Guardian, se trata de las primeras restricciones de este tipo impuestas a la red de medios de Afganistán. En el pasado, los talibanes prohibieron la televisión para los afganos, ya que era considerada inmoral.
“Los cambios para las mujeres afganas desde el regreso de los talibanes son inhumanos. Han borrado a las mujeres de la sociedad. Se les ha negado el acceso a la educación, la vida pública, el derecho al trabajo, no se les permite abrir ONG. ¿Cómo llamaría a esto? El mundo entero está contribuyendo a ello. Han convertido a las mujeres en una ‘cosa’, una moneda de cambio para las demandas de los talibanes. Ahora saben que pueden usar los derechos de las mujeres para que sus demandas sean oídas por los líderes mundiales”, señala a La Tercera Lima Halima Ahmad, una activista afgana y fundadora de Paywand Afghanan Association, una organización que ayuda a las mujeres a obtener asistencia legal en Afganistán.
Los cambios para las mujeres afganas desde el regreso de los talibanes son inhumanos.
Lima Halima Ahmad, activista afgana
A inicios de diciembre, el gobierno talibán dio a conocer un decreto especial sobre los derechos de las afganas bajo los “límites de la ley islámica”. En la nueva reglamentación, los fundamentalistas establecen que “nadie puede obligar a las mujeres a casarse por coacción o presión”, se prohíbe el matrimonio infantil y forzado, asegurando que “una mujer no es una propiedad, nadie puede dársela a nadie a cambio de un acuerdo de paz o para poner fin a la animosidad”, y se permite a las viudas acceder directamente a un porcentaje de la herencia del fallecido. Sin embargo, el documento no entrega información sobre lo que ocurre con las alumnas y trabajadoras.
Durante el anterior gobierno talibán, la policía moral tenía permitido aplicar una serie de castigos físicos. Según el diario The New York Times, los oficiales azotaban públicamente a las mujeres que desobedecieran la normativa de vestimenta y circulación establecida. La homosexualidad era catalogada como un delito que podría estar penado con la muerte, mientras que las mujeres acusadas de adulterio eran apedreadas hasta el deceso. En 1996, Amnistía Internacional recibió el testimonio de una mujer a la cual le mutilaron la punta del pulgar por llevar esmalte de uñas.
El temor a represalias es tal, que organizaciones humanitarias con base en Afganistán rechazaron solicitudes de entrevistas de este diario por razones de seguridad y con el objetivo de proteger a los colaboradores que siguen en suelo afgano.
#NoToquesMiRopa
El arribo de los talibanes no solo cortó las relaciones internacionales y con esto las ayudas que enviaban los países, que sostenían el 70% de Afganistán, sino que también golpeó a una complicada economía. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) asegura que el país está al borde de una “crisis humanitaria”. De sus 38 millones de habitantes, más de 22 millones -incluidos 14 millones de niños- sufren inseguridad alimentaria ante la crisis financiera y la sequía impulsada por el cambio climático. Hasta ahora, 3,2 millones de menores están con desnutrición aguda y 1,1 millones podrían morir por desnutrición severa.
“Los talibanes pueden ser rebeldes duros, pero no son personas para administrar un gobierno. Aun así, han impedido que las mujeres piensen en tener un estatus igualitario en la sociedad. Sus políticas y creencias arrinconarán a las afganas hasta un punto en el que serán privadas del derecho a tener la vida que desean. Trabajar, continuar una educación y contribuir al desarrollo de la sociedad no constituye una violación a ninguna regla islámica, por lo que no hay sanciones por hacerlo en el islam. Otra preocupación es que los talibanes puedan utilizar las condiciones de las mujeres como un elemento de palanca para negociar con la comunidad internacional”, explica a La Tercera la activista afgana de derechos humanos Spozhmay Maseed.
Sus políticas y creencias arrinconarán a las afganas hasta un punto en el que serán privadas del derecho a tener la vida que desean.
Spozhmay Maseed, activista afgana de derechos humanos
En esta vorágine, las afganas han sido restringidas al punto de no poder elegir nada en torno a su vestimenta, tampoco el color, diseño o largo. Todo se ha limitado a una prenda negra o azul estándar, como el chadari, que cubre completamente el cuerpo y solo deja un espacio de malla en los ojos. En la lucha por la defensa del legado cultural afgano, Bahar Jalali lanzó la campaña online bajo el lema #NoToquesMiRopa, en la que cientos de afganas compartieron imágenes con los vestidos tradicionales afganos, que lejos de ser oscuros, son de colores llamativos, con bordados y diversas formas, pero que fueron “simplificados” con los años para cumplir con las “órdenes de los talibanes”.
“Empecé esta campaña cuando vi lo que parecía un evento muy escenificado organizado por los talibanes en la Universidad de Kabul, el 11 de septiembre de 2021, el vigésimo aniversario de los ataques del 11 de septiembre en EE.UU. En el encuentro había supuestas mujeres pro-talibanes vistiendo ropa -cubiertas de negro de pies a cabeza, incluso sus manos- que nunca antes había visto en Afganistán y lo hacían ver como ropa tradicional afgana. Esto me alarmó, porque nuestra vestimenta tradicional es colorida y decorada”, asegura Jalali.
El Ejército y el deporte también dejaron de ser una opción para las mujeres en Afganistán. En una evacuación parecida a una película, el 30 de noviembre, 35 jugadoras del equipo de fútbol femenino del país y sus familias, en total 130 personas, lograron viajar desde Pakistán con destino a Londres después de que los talibanes les prohibieron continuar con sus trabajos. En agosto, el grupo intentó dejar suelo afgano hacia Qatar, pero un ataque suicida en el aeropuerto internacional de la capital, cuando miles de personas se agolpaban para intentar subir a los últimos aviones extranjeros, sembró el terror y las futbolistas decidieron seguir por tierra hacia Pakistán con la intención de luego continuar a Reino Unido.
Una de las incógnitas que envuelve la crisis en Afganistán es lo que ocurrirá con los cientos de personas que cada día logran salir del país. Según cifras de la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), Pakistán, Irán, Alemania, Turquía y Austria son los países que más solicitantes de asilo afganos acogieron en 2020. El Presidente de EE.UU., Joe Biden, informó que recibirán 22 mil migrantes por la Operación Refugio de Aliados. A su vez, el gobierno británico informó de un plan de reasentamiento para los afganos que sufren “amenazas de persecución” de los talibanes, que tiene como prioridad sacar a mujeres, niñas y minorías, y que espera recibir hasta 20 mil refugiados en un plazo de cinco años, misma cifra que prometió Canadá. Según la BBC, tres países latinoamericanos -Chile, México y Costa Rica- han declarado que recibirán mujeres y niñas.
Hasta ahora, ningún país ha reconocido al gobierno afgano. “Los talibanes son una fuerza indirecta de Pakistán, un Estado patrocinador del terrorismo que utiliza grupos terroristas como instrumento de política exterior”, finaliza Jalali.
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