Christopher Finlayson, ex negociador con los maoríes en Nueva Zelandia: “En mi experiencia, no hay nada mejor que el perdón”

Christopher Finlayson
Christopher Finlayson, ex ministro para las Negociaciones del Tratado de Waitangi. AFP

Según el exministro para las Negociaciones del Tratado de Waitangi de Nueva Zelandia, el dinero es importante, pero “la disposición a ponerse de pie y decir ‘lo lamento’ es mucho más poderosa”.


Es el ministro para las Negociaciones del Tratado de Waitangi que más acuerdos firmó con las tribus maoríes durante su periodo. En sus nueve años en el cargo, entre 2008 y 2017, Christopher Finlayson logró sellar cerca de 60 pactos. Pero pese a ello, es una fecha específica la que recuerda con especial atención: el 17 de junio de 2017. Ese día viajó como ministro a un pequeño pueblo llamado Parihaka, del que los indígenas habían sido expulsados violentamente. El gobierno había intentado pedir perdón, pero sin éxito. “Yo estuve finalmente en posición de que ellos aceptaran esas disculpas y nunca voy a olvidarlo (...). Nunca he tenido tantos ojos mirándome fijamente”, comenta aún emocionado desde su casa en Wellington, desde donde conversó con La Tercera sobre su experiencia y las lecciones que se pueden sacar de lo realizado con Nueva Zelandia.

Miembro del Partido Nacional, de centroderecha, hoy en la oposición, Finlayson reconoce que si bien ha sido el laborismo, de la primera ministra Jacinda Arden, el que ha sido más cercano a los maoríes históricamente, es su colectividad la que más acuerdos ha firmado con ellos. “Creo que nosotros estamos más alineados con los maoríes por nuestro respeto al derecho de propiedad y asuntos como esos”, asegura. “Ronald Reagan una vez dijo, a propósito de los latinos en Estados Unidos, que eran republicanos, pero no se daban cuenta. En mi experiencia, yo diría eso, los maoríes son partidarios del Partido Nacional, pero no lo saben”, comenta con ironía al recordar el proceso que llevó a cabo desde su cargo ministerial y sobre el cual hoy se encuentra escribiendo un libro que espera lanzar en 2021, y por qué no, agrega, “traducirlo al español”.

Nueva Zelandia es vista hoy como un modelo por la forma en que ha abordado su relación con los maoríes. ¿Qué hay de verdad y de mito en eso y cuáles son las claves de ese proceso?

Encuentro que la gente es muy amable cuando dice eso, pero cuando lo dicen siempre recuerdo lo que sostenía Margaret Thatcher: “El barniz de la civilización es muy delgado”. La realidad es que no tratamos para nada bien a nuestra población indígena. Creo que hay que remontarse a medio siglo atrás para encontrar el momento en que se comenzaron a corregir estos problemas. Pero déjame explicarte por qué nuestra situación es distinta a la situación de Latinoamérica. Yo diría que es probablemente por esto: en 1840, la corona británica firmó un tratado (el Tratado de Waitangi) con la población originaria y ese tratado le dio, primero, a la corona británica la autoridad sobre Nueva Zelandia; segundo, los maoríes obtuvieron todos los derechos y deberes de los ciudadanos británicos, y tercero, la Corona le prometió a los maoríes que protegerían todos sus tesoros, sus tierras, sus aguas, etc. Creo que eso entregó la clave…, aunque no creo que cuando se firmó ese tratado alguien se diera cuenta de lo que sucedería 150 años después. El problema es que a medida que la Nueva Zelandia colonial se fue desarrollando, personas de todas partes del mundo comenzaron a llegar y las promesas asumidas se rompieron. Los maoríes se fueron empobreciendo. Y luego, a mediados de los años 70, después de la revalorización de la cultura maorí, especialmente los jóvenes comenzaron a decir “no, esto no está realmente bien, tenemos que hacer algo”.

¿Qué sucedió entonces?

El gobierno de la época estableció lo que se conoce como los Tribunales de Waitangi, cuyo objetivo era entonces abordar las quejas de los maoríes. En 1984 su jurisdicción se extendió para realizar investigaciones y abordar reclamos históricos, retrocediendo hasta la época en que el tratado fue firmado. Eso hizo surgir numerosas investigaciones históricas y, entonces, comenzó el proceso de reconciliación. Pero nunca se ha cerrado completamente. Hay siempre temas que necesitan ser confrontados, tanto problemas actuales como también referidos a acuerdos históricos que no se habían hecho. Aún hay mucho trabajo por hacer.

O sea, ¿el Tratado de Waitangi de 1840 es la clave?

Sí, efectivamente.

Antes de que comenzara el proceso de reconciliación, en los 70, ¿cómo era la situación? ¿Hubo episodios de violencia?

No, más bien había desesperación por parte de los maoríes. El caso de los maoríes es muy interesante. Ellos se adecuaron al modelo británico a tal punto que en esa locura que fue la Primera Guerra Mundial, en la que Nueva Zelandia nunca debió haber participado, hubo un batallón que se llamó el batallón de los pioneros, en el que jóvenes maoríes fueron a la guerra. Y en la Segunda Guerra Mundial el batallón maorí fue una de las unidades más respetadas del Ejército neozelandés, a tal punto que incluso Rommel dijo lo impresionado que estaba con ellos. Entonces, ellos siempre jugaron su parte, pero nunca creo que fueron tratados particularmente bien. Uno escuchaba historias de niños castigados por hablar maorí en las escuelas, donde se esperaba que hablaran inglés. Además, después de la Segunda Guerra Mundial, cuando creció la urbanización de Nueva Zelandia, los maoríes se volvieron urbanos y creo que sufrieron por el cambio desde sus tierras tribales y de su tradicional forma de vida. Creo que esa es una de las causas de los niveles de criminalidad de parte de los maoríes. Una de las más chocantes estadísticas de Nueva Zelandia es precisamente el número de maoríes que están en prisión, y no es porque sean intrínsecamente malas personas. Sería racista y ridículo decir eso. Creo que se debe, en gran parte, a la urbanización y al desarraigo de sus memorias.

Hay todavía discriminación hacia los maoríes.

Diría que todavía hay persona que podrían calificarse de racistas. Quiero decir, y déjame ser perfectamente claro, Nueva Zelandia no es el Jardín del Edén. Puedo citar lo que sucedió a comienzos de este siglo, cuando nuestra Corte de Apelaciones dijo que los maoríes tenían derecho a reclamar propiedad o título sobre el fondo marino y el gobierno laborista de entonces, que ha tenido tradicionalmente relaciones más cercanas con los maoríes, aprobó una legislación que en la práctica le prohibía al 15% de la población del país (el porcentaje que representan los maoríes) el derecho a ir a la corte y cerró así un proceso de investigación sobre títulos de propiedad. Una de las cosas de las que me siento orgulloso es que durante mi periodo en el ministerio se revirtió eso. Entonces, para responder a tu pregunta, creo que se ha hecho un gran progreso, pero en ningún caso es prefecto.

¿El proceso que se llevó a cabo en los años 70 fue realizado por los dos principales partidos de Nueva Zelandia, fue bipartidista o sólo fue un proceso impulsado por uno de ellos?

Tanto el Partido Laborista, que es el partido socialdemócrata, como el Partido Nacional, que es el partido de centroderecha, participaron en ese diálogo y, es justo decir que en lo que se refiere a acuerdos alcanzados, nosotros, el Partido Nacional, estamos más alineados con los maoríes, debido al respeto por los derechos de propiedad y asuntos como esos. Pero en ese proceso ambos partidos colaboraron.

Usted fue ministro para las Negociaciones del Tratado de Waitangi. ¿Cuál es la labor de ese ministerio?

Lo que debemos hacer es lo siguiente. Tomemos este ejemplo, el tribunal de Waitangi entrega un reporte sobre una tribu o iwi en particular y luego el gobierno y la iwi deciden cómo van a negociar el acuerdo. La Corona tiene que tener claro con quién negocia y, muchas veces, esa es una tarea muy difícil. Si se negocia con un grupo no puede haber un nuevo litigio sobre esos asuntos. Entonces ese grupo tiene que establecer que tiene el mandato para hablar por su gente y llegar a acuerdo. Y después empiezan las negociaciones, las que llevan a un acuerdo de principios y a compensaciones, devolución de tierras y otras formas de alivio cultural que son muy importantes. La escritura del acuerdo debe dejar claro la historia de la interacción entre la Corona y la tribu y se ofrecerá una disculpa por las varias violaciones del tratado, y por el daño causado por la Corona a la relación con los maoríes. La compensación no es equivalente a daños, sino que es un mecanismo que le entrega a la tribu una ganancia económica básica. Muchas veces pasa que con esto la tribu que llegó al acuerdo tiene la posibilidad de comprar propiedades de la Corona por cerca de 150 años, lo que en la práctica, en el caso de tribus urbanas, es muy valioso. Entonces, hay varios componentes en el paquete. Luego se firma la escritura del acuerdo y se pasa una legislación que lo hace efectivo.

Y ¿cómo hacen para enfrentar los conflictos que puedan surgir entre los neozelandeses que poseen tierras y los maoríes que estiman que esas tierras les pertenecen a ellos?

Es una muy buena pregunta y la respuesta es la siguiente. El principio fundamental de las negociaciones para un acuerdo sobre el tratado es que la tierra privada no está disponible, la tierra de la Corona sí lo está. Entonces, no puedo ir y decirle al granjero Jones quiero llegar a un acuerdo con la tribu local, así que tengo que quitarte tu tierra. Eso causaría un enfrentamiento. No se puede hacer un bien sumando dos errores. Se puede hacer que las personas hagan una oferta y compren esa tierra, pero ese es un asunto distinto. No se pueden usar tierras privadas para acuerdos sobre el tratado.

Uno de los problemas que se han planteado en Chile es que los mapuches no tienen un liderazgo único. Entiendo que hay un asunto similar en Nueva Zelandia. ¿Cómo se hace para negociar con un grupo que no tiene un único liderazgo?

Puede ser muy, muy difícil y entiendo el tema. Y por eso te decía la importancia de tener un mandato, saber con quién negocias. ¿Están los mapuches divididos en tribus?

En comunidades…

Entonces lo que se debe hacer es lograr un mandato de la comunidad con la que se va a negociar. Nunca se va a poder negociar con los mapuches como grupo. Yo no puedo negociar con los maoríes, porque hay tantas tribus, que no funcionaría. En el caso de los mapuches deberías dividirlos en subgrupos. Tienes que estar seguro que cuando negocias con ellos, los que hablan tienen autoridad para actuar y llegar a acuerdos en nombre del resto del grupo, si no, no funcionará.

¿Cuánto ha pagado Nueva Zelandia en compensaciones?

Originalmente se fijó un tope de mil millones de dólares neozelandeses, en dólares de 1992 (cerca de 700 millones de dólares estadounidenses actuales), pero eso nunca iba a ser suficiente, entonces creo que se terminará en tres mil o cuatro mil millones de dólares. (Entre 1,9 y 2,5 mil millones de dólares estadounidenses).

Uno de los problemas centrales es siempre la confianza. ¿Cómo se logró eso en Nueva Zelandia?

Ese problema siempre está. Cuando uno se para frente a un grupo de personas y les promete que las cosas estarán mejor en el futuro, está la preocupación de que el gobierno rompa su palabra o sea negligente y vuelva a cometer los mismos problemas. Por eso, yo creé lo que se conoce como Unidad de Posacuerdos, cuyo objetivo es asegurarse de que la Corona honre sus acuerdos. Si no lo hace, hay una respuesta política. Y, además, la gente puede demandar a la Corona e ir a la corte. Entonces, hay un componente político y un componente legal. Si la Corona rompe su palabra se la puede demandar.

Una de las cosas que más sorprenden de Nueva Zelandia es la valoración que hay de la cultura maorí. Se ve, por ejemplo, el caso del Haka en el rugby. ¿Cuándo sucedió eso?

El haka de los All Blacks le pertenece a una tribu cuyo nombre es Ngati Toa, porque su antiguo líder lo compuso. Recuerdo que cuando negocié con esa tribu en particular y tuvimos que abordar la pregunta del haka, el diario de Wellington publicó un titular que decía que el haka de los All Blacks les pertenece a los maoríes, lo que es una gran estupidez. Hay cada vez más conciencia de que se debe corregir el declive calamitoso de la lengua maorí y cada vez más personas han introducido palabras maorí en el inglés. Esto es nuevo. Por ejemplo, no fue hace mucho que una mujer que trabajaba para el gobierno tuvo problemas cuando respondió al teléfono diciendo kiora, que significa aló. Eso fue en los 80. Hoy todos usan ese tipo de saludos e incluso en la corte, cuando se abre una sesión, se dice algo en maorí. Desde mi punto de vista es ridículo que la gente no estudie maorí. En Nueva Zelandia sorprende la incapacidad para aprender una segunda lengua. Y lo que haces cuando estudias maorí es que abres zonas neuronales para hablar dos lenguas y se hace más fácil hablar tres. Además, está la riqueza de la cultura maorí que es importante que se conozca.

El maorí es hoy una lengua oficial en Nueva Zelandia.

Sí, hay dos lenguas oficiales de Nueva Zelandia, el maorí y el lenguaje de señas. El inglés, formalmente, no es una lengua oficial de Nueva Zelandia. No tiene ningún reconocimiento constitucional.

Y desde cuándo el maorí es lenguaje oficial.

Desde 1975 creo.

Hoy se enseña maorí en los colegios.

Es un electivo, si se hiciera obligatorio hoy causaría problemas. Pero dentro de un plazo de 20 años creo que va a poder ser obligatorio. Uno de los problemas hoy es que si fuera obligatorio no habría suficientes profesores.

A partir de su experiencia como negociador, que le recomendaría a un país que debe llegar a acuerdos con sus pueblos originarios.

La experiencia neozelandesa puede entregar una guía, pero, en definitiva, la que Chile elija debe ser una fórmula chilena. Creo que es muy importante para el gobierno abordar el asunto en toda su magnitud, estar preparado a pedir perdón. En mi experiencia como alguien que trabajó en esto con los maoríes, no hay nada más poderoso que el perdón y la promesa de una mejor relación. El dinero es secundario. Es importante, pero la capacidad de la Corona de ponerse de pie y decir “lo lamento”, nos equivocamos, no los tratamos bien y prometemos hacerlo mejor en el futuro es mucho más poderosa.

Cree que los asientos asignados en el Parlamento y la discriminación positiva son necesarios en este proceso.

Los asientos exclusivos fueron creados en 1850, para minimizar el poder político de los maoríes. Es decir, lo opuesto del objetivo que se busca hoy. Actualmente hay siete asientos reservados, que son prácticamente irrelevantes, pero nadie se atrevería a eliminarlos, a menos que los propios maoríes lo hagan. Hoy los maoríes pueden participar en el padrón general o en el padrón indígena.

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