Eduardo Labarca: “Gloria Gaitán fue confidente de los momentos depresivos de Allende al final de su vida”
Autor de la Biografía sentimental de Salvador Allende, entre otros libros, repasa la vida del expresidente y cómo su carácter seductor estaba ligado a su actuación política. Este es un adelanto de una conversación con Labarca que se transmitirá mañana en el programa Terapia Chilensis, en radio Duna.
Eduardo Labarca ha estado siempre en el centro neurálgico de la izquierda chilena. Nunca como protagonista. Sí como periodista, cronista y escritor. Labarca nunca renuncia a su mirada de novelista, a su vocación de observador inquieto. Miembro del Partido Comunista desde muy joven, llegó a ser un influyente periodista en El Siglo, Chilefilms y, durante la dictadura, del programa Escucha Chile, de radio Moscú.
Entre sus novelas destacan Butamalón (1997), novela histórica que aborda la cuestión del pueblo mapuche; Cadáver tuerto (2005), Lanza internacional (2014) y La rebelión de la chora (2019).
Entre sus crónicas merecen especial atención Chile al Rojo (1971), que narra los intentos por impedir que Allende asuma la presidencia; Corvalán, 27 horas (1972), un libro-entrevista con el secretario general del Partido Comunista, Luis Corvalán, a fines de 1972, que será reeditado por Catalonia, y Allende, una biografía sentimental (2014) que trata, con amplia documentación, sin censuras, afecto por la persona y admiración por el líder, la vida pública y privada de Salvador Allende. El autor lo conoció desde niño y siempre tuvo con él una relación personal cercana.
A los 50 años del golpe militar, Labarca es un testigo privilegiado e indispensable si se quiere entender qué fue el proyecto y el gobierno de la Unidad Popular y quién era el Presidente Salvador Allende.
Su libro de la biografía sentimental de Salvador Allende comienza con el día en que gana Allende. Usted está redactando la primera página de diario El Siglo. Y horas después, por esas casualidades de la vida, se encuentra con uno de los secretos más importantes del Presidente Allende, ¿no?
Claro, yo me quedé hasta llevarme el diario recién impreso, olorosito. Había una sonajera, porque estábamos en la calle Lira y miles de personas venían de las celebraciones desde la Alameda. Ya Allende había dicho su discurso y todo. Entonces había que sacar el diario. A la una, una y media de la mañana sale el diario.
Y, claro, yo me voy caminando a mi casa y paso por la calle Bueras, y veo que el hombre que está ahí parado afuera de un edificio es el guardaespaldas principal de Allende. Hacía bastante frío, estaba lloviznando. Y yo lo saludo y le digo “¿dónde está el hombre?”. Y él hace una señal con el dedo, apuntando pa’ dentro.
Allende tenía ahí un pequeño departamento. Y, bueno, ahí estaba pololeando. Esa noche yo creo que él estaba con la Payita. Pero, claro, no fue la última.
Usted conocía bien a Allende, su papá era muy cercano. ¿Qué lo lleva a escribir la biografía sentimental?
Él venía mucho a mi casa y mi padre dedicó más de 20 años de su vida a Allende, incluso con miserias económicas. Después fui dirigente juvenil y viajé con Allende a un montón de partes y lo conocí mucho… Allende era un galán, en cada campaña hubo por lo menos una mujer visible y preponderante, no que estuviera clandestina por ahí. Eso todo el mundo lo veía, y resulta que empiezan a salir las biografías de Allende y ninguna habla de eso. Cuando vienen los 20 o 30 años del Golpe yo estaba en Europa y me acuerdo que decidí escribir tres artículos sobre eso, pero me empezaba a alargar, entonces dije “voy a hacer un folleto”, después se convirtió en un libro y cada vez que venía a Chile había gente que me quería contar cosas. Algunos confidenciales, otros no. Me daban cartas, tarjetas de Allende…
La tarjeta de cumpleaños no fallaba, la llamada de cumpleaños no fallaba, y ciertos gestos que Allende sabía que una mujer, al menos de esa época, lo iba a valorar muchísimo. A todas las ponía de relieve en algún momento y él sabía cómo hacerlo, porque se crió entre puras mujeres y conocía la sicología femenina al revés y al derecho.
La última relación que tuvo Allende es con Gloria Gaitán, una colombiana que yo conocí cuando él era Presidente. Una muchacha esbelta, bellísima, dinámica, que iba para arriba y para abajo con Allende, para el norte y para el sur.
Revolucionaria también, hija del revolucionario colombiano.
Él la había conocido en Cuba, en una de esas reuniones, y quedó el contacto. Luego, en algún momento se vieron, y cuando fue Presidente la trajo a Chile a trabajar en el Ministerio de Planificación que se había creado, porque ella era medio economista. Él tuvo una relación con ella desde enero hasta el día de su muerte. Diaria. O sea, por las noches, en la semana, cuando la Tencha (Hortensia Bussi, la esposa de Allende) se iba a acostar al segundo piso de la casa de Tomás Moro, Allende mandaba a los GAP a buscar a Gloria Gaitán. No en Cañaveral, porque ahí estaba la Payita.
¿Y la Tencha se daba cuenta?
La Tencha sabía todo.
En el libro cuenta que al morir Allende, ella se va embarazada de él de vuelta a Colombia.
Yo hice dos viajes a Colombia a hablar con ella, una vez estuvimos una semana hablando. Ella me pasó todos los documentos y de repente se deprimía… Sus hijas le decían “Chicho”, porque Allende iba a la casa en que él la instaló frente al Parque Forestal, que era la casa de la exmujer de Carlos Altamirano. Allende la mandó de agregada cultural a Europa y le dijo, “¿por qué no me dejas la llave de tu departamento? A veces necesitamos reuniones discretas”. Ella pensó en reuniones secretas políticas…
Y, bueno, Gloria en realidad estaba embarazada. Iba a ser hijo de Allende, nieto de Gaitán, quien había sido un gran líder liberal revolucionario asesinado en Colombia. Pero tuvo una pérdida espontánea después en Bogotá.
Gloria fue confidente de los momentos depresivos de Allende al final de su vida. Él le decía a Gloria “yo soy un hombre al que le quedan seis meses de vida, seis semanas, seis días, seis horas...”. Sabía que lo podían matar en cualquier momento o que, si era necesario, se iba a matar.
¿Eso lo conversó con ella abiertamente?
No, tan abiertamente no sé, pero le decía ese tipo de cosas. Gloria una vez le dijo “bueno, pero ¿quién es el traidor?”, porque ya se hablaba de traidores y él había tenido una reunión con los militares. Y ella, que era también de armas tomar, le dijo “ya, dime quién es y yo lo mato”. Allende no le dijo nada.
También cuenta una historia sobre el hijo que tuvo Tencha antes de conocer a Allende. Un embarazo que hasta le costó que la echaran de su casa…
Ella era una joven muy bella, muy inteligente y con actuación política. Ya en la universidad estudiaba historia, estaba en las Juventudes Socialistas o por ahí, y tuvo una relación con un médico que, a la vez, había sido amigo de la familia de Allende en los tiempos de estudiante. Era un médico bastante conocido en Chile y tuvo una relación, y de ahí nació un hijo en la Clínica Carolina Freire, que aparece en el certificado como hijo ilegítimo… Yo di con la amiga de la Tencha que fue la que la acompañó el día terrible en que decidió entregar ese hijo. ¿A quién se lo entregó? A la mujer legítima de su padre.
Según relata en el libro, ella tiene esta relación con un hombre casado, cuya mujer no podía tener hijos.
Claro, yo creo que a lo mejor hubo un aborto de por medio, porque el marido que era médico se sentía muy culpable y ella se sentía muy ansiosa de tener un hijo, y resulta que la Tencha había tenido este hijo…
Se lo quisieron quitar.
Sí, hubo gestiones, pero al final se negoció la entrega y se hizo en la plaza de Viña del Mar a cierta hora. Y venía la Tencha, con su amiga Elena Pedraza, y en la mitad de la plaza este hijo pasa de las manos de Tencha a las manos de la mujer legítima del padre.
¿Cómo crees que influye esta historia en la relación que tiene Salvador Allende con ella y con otras mujeres?
Creo que influye absolutamente. Bueno, entre paréntesis, la Tencha iba a ver a ese hijo, iba de visita, y él me contó que él conocía a la tía Tencha cuando él era un niñito. La Tencha le propuso a Allende rescatar a ese niño y traerlo, incorporarlo a la familia con Allende, y Allende se negó. Cosa muy curiosa… Allende y la Tencha vivieron juntos sin estar casados, lo que en esa época era muy raro. Estuvieron meses así.
¿Él se permitía todas las infidelidades, porque sentía que le había perdonado una especie de “gran pecado” a la Tencha?
No vamos a saber qué pasaba en la cabeza de él o de ellos, por supuesto que era muy complejo todo esto, pero por algo la Tencha aceptó esta situación. Ahora, ella siempre tuvo un lugar de honor. En los súper escenarios, estaba la Tencha y no otra. Era una mujer muy inteligente y lo demostró cuando murió Allende y se convirtió en la agitadora número uno de la solidaridad con Chile y del recuerdo de Salvador Allende. Y ninguna nunca mostró despecho, no quiso cruzársele en el camino.
Hay un momento en que Gloria Gaitán, que es la última mujer que él tiene, se arrodilla y le pide que no se sacrifique, que no sea un mártir, pero Allende no la escucha. ¿Por qué?
Allende tenía decidido terminar su periodo en La Moneda como fuera. Aquí está el Presidente, ya sea que lo maten, que se mate o lo que sea que se imponga, pero la cosa era en La Moneda. Entre paréntesis, en esos días había marchas de oposición en las que gritaban “Allende, proceda, imite a Balmaceda”. Debajo de La Moneda.
Ese grito habla de una conexión que Allende había establecido con Balmaceda desde mucho antes. Su último discurso tiene ecos de la carta final de Balmaceda.
Sí, sí. Claro.
En una parte de su relato, cuenta lo que ocurrió con la discusión en torno al plebiscito. De hecho, el mismo 9 de septiembre Allende le advirtió a Pinochet que va a llamar a un plebiscito.
Y Pinochet cuando se despide -contaba Alfredo Joignant, que acaba de morir- le toma la mano a Allende entre sus dos manos y le dice “descanse, Presidente”. Eso es el domingo 9. Y le da el Golpe dos días después…
¿Cuál es tu sensación del plebiscito? En su libro habla, más bien, de que era algo confuso, una medida de último minuto…
Eso lo hablé yo con Sergio Insunza (PC), que era el ministro de Justicia. La opinión de él era que no tenía posibilidades el plebiscito…
Boric y los 50 años
Daniel Mansuy plantea que Allende con su suicidio tiene algún sentido religioso. Aquí Arturo le discutía que era más bien una actitud republicana romana, como la de Balmaceda.
Sí, uno no sabe lo que le pasa en la cabeza, le puedes dar un carácter religioso, pero fue un acto político que Allende decidió fríamente. Ahora, del libro de Mansuy, hay dos debates hoy. Uno que dice que el gobierno de Allende fracasó y otro, que el gobierno de Allende fue derrotado.
Yo creo que las dos cosas se combinan. La caída del gobierno de Allende tiene factores de fracaso y factores de intervención extranjera. Además, había tenido un 36% de los votos, estaba en minoría, existía un empresariado chileno que estaba vivo, existía un Ejército chileno que era el mismo y existía un Estados Unidos en que las minas de cobre de Chile pertenecían a empresas de Estados Unidos y Allende las nacionalizó sin indemnización. A eso se suma una clase media fluctuante que tendió a irse en contra del gobierno. Se quedó con la clase obrera, porque hay que decir que el gobierno de Allende fue un gobierno que pretendía instaurar la justicia social y acabar con la desigualdad que aún está en Chile.
Entre las discusiones que se están abriendo a propósito de la conmemoración de los 50 años del Golpe, el relato que ha querido instalar el gobierno de Boric es “memoria y futuro”. Por otro lado, el Presidente Boric llamó a hacer una reflexión en torno a lo que fueron el Golpe y el gobierno de la UP, cuestión que al PC no le gustó nada, porque siente que no está siendo reivindicada la figura de Salvador Allende como debiese ser.
Bueno, la realidad es que han pasado varias generaciones y cada generación ve la cosa a su manera y desde su tiempo, no desde el tiempo de sus abuelos. Él dijo que había que pasar de lo mítico a estudiar más el gobierno de Allende y tiene razón, su generación nació con el mito de Allende, la estatua de Allende, la figura de Allende que se suicida. Los millennials que están gobernando oyeron hablar de Allende de sus abuelos, o de los desaparecidos o torturados; es como cuando mi madre me hablaba de la guerra del 14, que para mí era como la prehistoria. Allende para esta gente es un símbolo, y me parece bien que lo estudien, y cuando uno estudia, tiene derecho a tener su opinión. Si el manejo político y económico dejó mucho que desear, contribuyó mucho a la derrrota, aunque la derrota se la hicieron los militares.
Hoy, cuando usted mira la figura de Gabriel Boric, ¿ve algunas similitudes con Allende? La comparación se suele hacer.
No, qué sé yo, pero hay que decir que Allende era un reformador social toda su vida. Allende recorrió todo Chile, conocía todas las poblaciones, todos los minerales de Chile y Allende quería la justicia social. Boric está conociendo Chile ahora cuando hay inundaciones, pero Allende todo eso lo conocía. Allende se metía al barro de verdad y no había casa de una población donde no hubiera tomado tecito. Después llegaba a Santiago y se tomaba un whisky Chivas Regal.
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