Francisco de la Maza: "Lavín puede ser mucho mejor Presidente que hace 20 años"
Reconocido por ser una de las figuras más cercanas al alcalde de Las Condes, el exedil destaca la capacidad de Lavín para enfrentar los problemas de la sociedad. Asegura que tras 20 años de aprendizaje- luego de la aventura presidencial de 1999- el exministro de Educación puede ser un mejor político, un mejor estadista". "Es una persona que tiene muchas más herramientas hoy día", asegura.
Podría decirse que Francisco de la Maza es una especie de UDI progre. Porque tiene poca pinta de UDI, es bastante menos conservador que el grueso de su partido, y él mismo dice que hoy es "militante, pero no participante". Quizás la explicación sea simple: lo que lo une a ese partido se llama Joaquín Lavín, el candidato presidencial que hace 20 años casi le ganó a Ricardo Lagos y que, si las elecciones fueran hoy, ganaría, incluso, en primera vuelta.
De la Maza lo conoció el 89, pero se hicieron cercanos el 92, cuando él iba en la lista de concejales del alcalde de Las Condes. Luego, cuando Joaquín saltó a la liga nacional, De la Maza -además generalísimo de su campaña- se hizo cargo de la alcaldía durante 16 años. Hasta que se la entregó de nuevo a Lavín. Ahora está feliz de haber vuelto al mundo privado, haciendo asesorías, teniendo libertad. "No echo de menos para nada la intensidad del trabajo público. He estado viviendo en forma más libre, con tiempo para pensar, que es algo que me gusta mucho", cuenta, tras regresar de un viaje de tres meses por Europa.
Allá partió con la idea de tomar un curso de dibujo en París, pero recién llegado se dio cuenta de que "quería ver lo que está pasando en el mundo". Y ese recorrido, dice, le confirmó la tesis que ya venía masticando: "Hoy, los modelos de desarrollo y político no están dando respuesta a la gran mayoría de la población, que se divide entre los que están arriba del tren y los que están en la estación".
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Francisco de la Maza, ex alcalde de Las Condes, acaba de llegar a Chile, luego de un viaje de tres meses por Europa. FOTOS: Patricio Fuentes.[/caption]
¿Cómo así?
Los que están arriba del tren están viviendo de acuerdo a las condiciones que hoy tiene el mundo, y los que están en la estación son quienes no tienen esas condiciones y están esperando en función de las promesas que hacen los políticos, creyendo que las cosas se pueden resolver de un plumazo. El problema de fondo sigue siendo el mismo. El Estado está capturado por la clase política, que no ha sido capaz de dar una respuesta eficaz y digna a estas personas.
Usted siempre estuvo al borde de la "clase política", pero ahora sí que se siente fuera.
Bueno, yo siempre fui un poco outsider, y más un hacedor de cosas. En Las Condes hice cosas distintas, que se han mejorado con la gestión del alcalde Lavín, pero siempre fue una especie de experimento para ver cómo se podía ofrecer desde una municipalidad, que es como un Estado chico, un servicio de calidad.
Fue vicepresidente de la UDI. ¿Se sigue sintiendo UDI?
Es que yo nunca me he sentido parte o hincha de algo que no soy en realidad. Sí he estado en política tratando de contribuir, de generar ideas...
¿Y qué es lo que no es?
Es que no creo en las colectividades que funcionan en defensas a ultranza, independiente de que las cosas estén bien o estén mal. Nunca he creído.
Pero la UDI sí es eso. Y fue dos veces vicepresidente.
Pero no solo la UDI, todos los partidos. Por eso, cuando critico la captura del Estado por parte de los políticos, es porque las instituciones, que son los partidos, están en una orientación de muy corto plazo. No están generando miradas de país para los próximos 20 o 30 años, sino que para los próximos 10 minutos, para la próxima elección y, probablemente, para la próxima pega. Cuando la presidenta de la UDI (Jacqueline van Rysselberghe) se enoja porque no le dan una pega en el gobierno a uno de su colectividad, ese es el problema. Estamos solucionando asuntos de nuestro entorno inmediato.
Pero, además, siempre hubo algo distinto entre usted y su partido en términos valóricos.
Yo comparto plenamente el modelo de desarrollo, creo que no hay otra alternativa para generar riqueza. Donde tenía ciertas diferencias es en aquellas cosas que hoy están superadas en la legislación, que eran más de orden liberal. Siempre fui partidario de que el Estado no se podía meter en la vida privada de las personas.
¿Y cómo ve ese giro que ha hecho Lavín, desde una persona bastante conservadora en lo público a alguien mucho menos conservador, independiente de su vida privada?
Al final las cosas van cayendo por su propio peso. En la medida en que hay más información, en que te tocan entornos donde viven muchas realidades diferentes, vas mirando la libertad individual. Las decisiones personales. Y vemos lo que ha pasado en la Iglesia, por ejemplo, en que todas las instituciones se están desmoronando, entonces, ¿de qué estamos hablando?
Usted era uno de los "samuráis" de Lavín en la campaña del 99. ¿Qué queda hoy del Joaquín Lavín de entonces?
Yo creo que nadie sigue siendo el mismo después de 20 años. Obviamente que en dos décadas el mundo ha cambiado, y cosas que uno creía que iba a resolver, no lo hizo. Es obvio que todo ha ido cambiando, y eso es parte de la evolución; permite que uno sea mucho menos dogmático en algunas cosas.
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Si las elecciones fueran hoy, él gana la presidencial.
Él hoy es alcalde, no candidato. Esa es la mirada de corto plazo que tienen los políticos, lamentablemente.
Pero, por ejemplo, el gobierno necesita proyectar su programa e intentar dejar el gobierno a Chile Vamos.
Lo primero que tiene que hacer el gobierno, más que proyectarse, es asentarse. Cosa que todavía no logra.
Tiene una mala evaluación del gobierno de Piñera.
No es que tenga una mala evaluación, y sin duda es mucho mejor que el que estaba antes. Pero creo que ha llegado tarde a muchas cosas.
¿Como cuáles?
Como poner al Estado al servicio del desarrollo, como motor importante. En aquellos ministerios que pueden mover la máquina atrayendo inversión privada no ha pasado nada. De hecho, he estado trabajando en una concesión chica y vemos que el MOP está paralizado, no decide nada. Y eso es muy grave para un país que quiere avanzar.
Un proyecto como el de las 40 horas laborales, ¿cómo encaja en esta idea del tren con pasajeros y los de la estación?
Al final esa es una discusión política bastante inoperante. Porque aquí lo que importa, más que si son 40, 41 o 45, es cuál es la eficiencia que podemos lograr con esas horas de trabajo. Yo veo que en el aparato público la gente tiene al menos el 50% de las horas perdidas. Llegas y se están limando las uñas, te atienden tarde o qué se yo. Eso tiene que cambiar. Un Estado hoy tiene que ser gestionado como una empresa privada. La persona que está en la estación hoy no es la prioridad, sino los cargos de los políticos, las horas que trabajan, el sueldo de los políticos...
Pero eso es un cambio grande.
Es una reingeniería total. Hoy, el Estado es un freno al desarrollo y al bienestar de las personas. El Estado debe ser capaz de entregar los servicios adecuados en un cierto nivel a las personas y eso hay que pensarlo. ¿Qué es lo que hoy funcional mal? Un solo ejemplo: el sistema de salud. El 80% está en la salud pública y las horas que destinamos a mejorar la salud privada son muchas más. Estas cosas demuestran que no están andando en la línea correcta.
Y en este Estado de gerentes, ¿quedan fuera los políticos?
No, lo que estoy diciendo es que el Estado está absolutamente sobrepasado en cuanto a que la dinámica de control que tienen los políticos hace que este aparato, en vez de andar para adelante, no ande.
En su primer gobierno, Piñera intentó eso y no resultó. Se habló de la ilusión de los gerentes.
Eso es relativo, porque aún hay una pugna muy grande entre quienes piensan que el Estado tiene que resolverlo todo y los que no. Yo creo que tiene que hacerse cargo de aquellos pasajeros que están en la estación y para eso hay que darle valor al Estado, hacer que camine a cierto ritmo.
Imagino que Lavín piensa como usted. Lo han conversado.
Tampoco tenemos tantas conversaciones, pero lo que sí he visto es que él está muy entusiasmado con el tema de la integración, que no es otra cosa que elevar el nivel de dignidad de las personas a través de lo que hoy es capaz de entregar el Estado.
Este es un discurso que debe prender en un momento en que la gente está desconectada de la política.
Creo que es una mirada realista, de sentido común. Me llama la atención, por ejemplo, que en estos dos años se ha hablado muy poco de educación pública y es la base para que la gente deje de estar en la estación.
Ahora, es difícil para el gobierno avanzar en reformas cuando no tiene mayoría en el Congreso y hay una oposición fuerte que tiene una visión del modelo completamente distinta.
Lo que pasa es que hoy tampoco hay una visión del modelo tan clara. Hay ciertas áreas en que cada uno mira las encuestas del minuto y, de acuerdo a su posición, hace planteamientos. Pero creo posible convencer a la gente que se debe ir hacia ese carro, y ahí no hay Poder Legislativo que se pueda oponer.
¿Qué rol le asigna a la "encuestitis" que hay hoy?
Un rol bastante bajo. Ahora eso está dado por cómo están estructurados los tiempos de la democracia. O sea, un gobierno de cuatro años es un gobierno que no tiene tiempo para desarrollar nada.
A Lavín también se le critica que se mueve por encuestas o por lo que la está llevando en el momento.
Ya, pero no puedes comparar el manejo de un país con el de una municipalidad, que es muy acotado. Te puede servir como laboratorio, pero con muchas limitaciones.
Eso es lo que dicen los detractores de Lavín: que manejar Las Condes, que es una municipalidad rica, es bien distinto y harto más fácil que un país.
Ya, pero eso es una crítica política, criticar por criticar.
¿Y el cosismo de Lavín, es negativo?
Yo creo que, en una municipalidad, el cosismo es necesario, porque es hacerse cargo de las cosas en el corto plazo, y para eso es esa institución.
Pero se le cuestiona esta cosa medio camaleónica.
Bueno, yo creo que en la política siempre va a haber eso: el chaqueteo con la gente que está más posicionada. Eso es parte del juego político. Pero creo que cuando uno tiene una mirada de más largo plazo y es capaz de proyectarla y de convencer a la gente sobre para dónde quiere ir y por qué quiere ir, y eso, de alguna manera, genera adhesión, todas esas otras cosas se caen.
Ahora, le ha pasado a Lavín en la mayoría de sus elecciones grandes que es muy bueno en campaña, pero tiene mal remate...
No, eso no es así. No es así. La política, en general, es de altos y bajos, y uno va aprendiendo y se va haciendo cargo de los cambios de la sociedad. Por ejemplo, hoy la gente mayor de 60 años es un porcentaje mucho mayor de lo que era hace 20 años, y eso es un cambio gigantesco. Y, por lo tanto, hay que ir haciéndose cargo de esas cosas que van cambiando.
Pero hoy, ¿cuál diría usted que es el gran valor de Joaquín Lavín? ¿Qué es lo que lo hace estar tan arriba en las encuestas?
Yo creo que tiene una capacidad de percibir lo que está ocurriendo mucho mayor que otros en la clase política. Una capacidad de percepción muy alta, y eso en política es lo que se necesita hoy día para el futuro, y es muy importante. Cuando uno tiene esos respaldos, tiene que mostrar el camino y tiene que implementarlo. Y la implementación es la que importa al final. Es la que hace cambiar la realidad.
Ahí la duda que hay con Lavín es si va a ser capaz de quebrar huevos.
Yo tengo la impresión de que sí. Que tiene carácter, que es capaz de quebrar huevos.
¿Cómo ve a José Antonio Kast? ¿Le afecta a Lavín electoralmente?
Bueno, es una realidad, nomás. Ahora, afortunadamente, en este país necesitamos mayorías absolutas. Eso significa que finalmente, en una eventual carrera presidencial de cualquiera, porque yo no pongo a Joaquín Lavín en una carrera presidencial -él es alcalde y por lo que ha dicho irá a la reelección-, existen todas las instancias para llegar finalmente a una vuelta donde compitan dos.
Lavín hoy es alcalde, y está enfocado en eso, pero todo el mundo lo da por candidato.
Sin duda, Joaquín Lavín hoy día, respecto de hace 20 años, tiene mucho más experiencia. Y esa experiencia hace que de alguna manera uno pueda tener mucha más capacidad respecto de cómo enfrentar problemas de la sociedad.
O sea, es mucho mejor candidato que hace 20 años.
No, yo creo que puede ser un mucho mejor presidente. Yo no hablo de candidatos. Puede ser un mucho mejor político, un mucho mejor estadista, un mucho mejor alcalde, senador, da lo mismo. Es una persona que tiene muchas más herramientas hoy día.
¿Y a usted le gustaría volver a la política, o no?
No.
¿Ni a un segundo piso?
Bueno, un segundo piso siempre puede ser entretenido, desde el punto de vista de tener la libertad para poder decir lo que uno cree desde afuera. Estando afuera uno tiene mucha más sensibilidad real de lo que está pasando que estando en un segundo piso, donde probablemente está en una burbuja. Un segundo piso sin segundo piso, mucho mejor.
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