Gastón Gómez: “No se puede reclamar obediencia a la nueva Constitución si esta no se elabora respetando las reglas”
“En cualquier juego, si alguien hace trampa, queda cuestionado el resultado”, plantea el abogado frente a la decisión de la Constituyente de bajar el quórum de votación, pese a que la propia Carta Fundamental no lo permite. Pero más allá de eso, su preocupación es cómo esta fragilidad puede afectar la discusión -y votación- de las cuestiones de fondo.
“Optimista preocupado” es la categoría que elige el constitucionalista Gastón Gómez para situarse frente al avance de la Convención Constitucional, especialmente esta semana, en que el pleno decidió bajar los quórums de aprobación para las normas del reglamento, contraviniendo lo que la actual Constitución establece.
Una “triquiñuela”, como la llama este abogado, que más allá de las circunstancias, le preocupa por la forma de operar que podría devenir para las votaciones futuras respecto de la nueva Carta Fundamental para Chile.
Ha estado vinculado al proceso constituyente desde el inicio. Primero, como miembro de la mesa técnica que diseñó las primeras líneas de funcionamiento de la Convención, y luego tras bambalinas, asesorando a algunos miembros de la asamblea que consultan su expertise constitucional y las maneras de lograr acercamientos.
Gómez es de derecha, militante de RN. Pero no es de los miembros de la derecha que se consideran que aquí ya está todo acabado, y que el cambio de los quórum de votación sea, todavía, el fin del mundo.
-Lo más relevante es, creo yo, que ha concluido una primera etapa y lo ha hecho en un tiempo récord. Todos teníamos enormes temores acerca de que los reglamentos fueran a ser una especie de pantano donde la Convención iba a quedar entrampada. Pero ello no ha acontecido así. El hecho de que se apronte a discutir en detalle su reglamento y los restantes reglamentos es una buena señal en términos de tiempo. Ahora, en la calidad de este trabajo hay cuestiones valiosas y otras que son preocupantes.
Efectivamente, salió en tiempo récord el reglamento y no estamos como Bolivia, que demoró este capítulo siete meses. Pero la pregunta es a qué costo. ¿Qué tan complejo es lo que ocurre con los 2/3?
La pregunta es si estos reglamentos van a contribuir a una deliberación abierta, plural, sensata, seria, y en esa dirección. Ahí hay aspectos del reglamento que son valiosos, otros preocupantes y hay reglamentos que, por lo menos en su redacción inicial, escapan completamente a los modelos comparados a lo que ha sido una práctica histórica de seriedad y pluralismo en el país.
¿Como cuáles, por ejemplo?
El reglamento de ética es particularmente desafortunado. La concepción desde la cual está hecha es un error de pies a cabeza, porque crea una especie de comisariato denominado Comité de Ética, Probidad, Transparencia, Prevención y Sanción de las Violencias, pero en el fondo es un mecanismo de control y sanción de los convencionales por sus opiniones, ideas y sus votos. Eso es inaceptable. Este procedimiento conduce a sanciones que lesionan los tratados de derechos humanos de manera flagrante. La idea de reeducar a los convencionales es una cosa absurda, crear un comisariato de vigilancia estalinista de las opiniones e ideas del resto de los convencionales es una idea descabellada.
¿Pero cree que va a prosperar?
Espero y confío, porque así se ha visto en la Convención, que todos estos excesos se atemperen. Y que como corresponde, la Comisión de Ética tenga por objeto revisar estos comportamientos éticos de los convencionales durante la deliberación y en las votaciones y en su funcionamiento. Pero el comportamiento ético, no excesos de control de la libertad de expresión, de las ideas y, además, de la deliberación. En fin.
Y volviendo al tema de los quórum, ¿qué tan complejo ve lo que ocurrió?
Todo el reglamento va a ser aprobado por mayoría, incluso las reglas que dicen cómo debieran aprobarse y bajo qué quórum las normas sustantivas de la Constitución. Y ahí se dice en el Artículo 94 y semejantes que debe ser aprobado por mayoría y que las normas sustantivas deben ser aprobadas por dos tercios. Y claro, uno podría pensar que es un gran avance la aprobación de una regla que ya está en la Constitución. Pero eso demuestra una gran debilidad de la Convención, que se aprueba por mayoría una regla que resultaría inobjetable e incuestionable porque está o es precondición de la Convención. Algunas voces han señalado que esto es muy preocupante, porque lo que se puede instalar por mayoría se puede desinstalar por mayoría. Pero eso no es así, porque la regla que a continuación dice es que, aprobada que sea por mayoría, la regla está del 94, no puede ser sino dejada sin efecto por dos tercios.
O sea, tiene que volver a los dos tercios para revocarla.
Exactamente. Entonces, es una especie muy particular de regla.
Se ha planteado bastante que aquí lo que ocurre es que se parte violando la Constitución al cambiar el quórum de votación para el reglamento. ¿Está de acuerdo?
La palabra violando me suena muy dura, pero lo que no cabe duda es que la Constitución prevé que el reglamento de votaciones o todo lo que se refiere a ello debe ser aprobado por dos tercios. Eso es una regla constitucional de precondición de la Convención y que la Convención no puede tocar. La Convención tiene que ser leal con las reglas que la preconstituyen por una razón práctica, porque después vamos a pedir lealtad a la Constitución que surja de ese proceso, ¿no? Y porque hay otras etapas, como el plebiscito, que también suponen una precondición al proceso que podrían ser revisadas, desajustadas o sencillamente desconocidas. No se puede reclamar obediencia a la Constitución que surja de este proceso si la Constitución no se elabora respetando las reglas de precondición del proceso. Es lo mínimo que los ciudadanos podemos exigir.
¿Puede objetarse su legitimidad? Lo que se decía de la Constitución del 80 es que tiene un pecado de origen y por eso debía cambiarse.
Bueno, es evidente que si el reglamento no se ajusta a lo que las reglas de precondición señalan, se puede discutir la legitimidad del producto. No cabe ninguna duda. En cualquier juego, si alguien hace trampa, queda cuestionado el resultado. La pregunta es si la Convención -y creo que esto es lo que hay que alentar- podrá reajustar su comportamiento, adecuarlo y satisfacer los estándares generales que se le están pidiendo.
¿Cree que amerita ir a la Corte Suprema?
Yo creo que el ir a la Corte Suprema es una de las últimas instancias, cuando los procesos están completamente maleados. No veo esas circunstancia hoy día. Hay, ciertamente, situaciones preocupantes, esta es una de ellas. Yo todavía no aconsejaría revisar e ir a la Corte Suprema.
Esta fue una jugada política para salvar que las normas de fondo se voten por un quórum de 2/3. ¿Qué tan nocivas pueden ser esas negociaciones de aquí en adelante para la Convención?
Todos entendemos que fue una jugarreta. Digamos las cosas como son. La regla de los dos tercios se mantiene para aprobar la Constitución, como dijo Agustín Squella, y si no se aprobaba una regla semejante, se acababa la Convención. El punto de fondo es cómo va a funcionar o trabajar la Convención de cara al contenido de la Constitución, y hacia dónde se van a producir las deliberaciones que vienen en el futuro. Cuando se trata de discutir el régimen político, el conjunto de derechos sociales, el Poder Judicial en nuestro país, su independencia, etcétera... ¿Cuáles son los sectores involucrados en la conversación y en el diálogo? Y, por cierto, si esa Constitución va luego a superar los dos tercios o no de aprobación, esta señal es preocupante por lo que emana, es que no hay dos tercios para aprobar cualquier Constitución. Para decirlo de manera simple, me parece que esta triquiñuela que se inventó para salir del paso es una muestra de debilidad muy fuerte acerca del contenido, de cómo se va a aprobar. A mí me preocupa más la cuestión de fondo y la estructura general que quién gana o pierde en una pequeña regla en un momento muy circunstancial de la Convención.
¿Cómo se subsana esta triquiñuela que se hizo ahora?
En estricto rigor, los dos tercios están en las reglas de precondición que están en la Constitución. Si la Convención no pretende respetar esos dos tercios, no hay mucho que hablar. Pero hay sectores muy amplios de la Convención, por las mayorías que se expresaron, que demuestran que tienen una convicción profunda en el sentido de avanzar por esa línea. Pero es claro también una muestra de lo complejo que va a ser el debate de fondo y la aprobación por los dos tercios. Capaz que dentro de algunos meses descubramos que los dos tercios son una garantía y al mismo tiempo una barrera difícil de franquear.
En la discusión que se ha dado hasta ahora, ¿en qué pie queda la derecha representada en la Convención Constitucional? Porque da la impresión de que con esto se muestra que está en la irrelevancia total.
Se ha usado esa frase, la irrelevancia. Yo no creo eso. Creo que no hay ningún sector que tenga la mayoría o no hay ningún sector que tenga el tercio fácil para bloquear. Y tengo la impresión que todos los sectores van a contribuir al debate sobre las instituciones. Hasta ahora hemos estado en mucho eslogan. Si uno mira la parte inicial del reglamento, uno ve una cantidad importante de afirmaciones ideológicas y valóricas, en muchos casos valiosas, pero tal vez excesivas. Pero el fondo del asunto va a producirse qué tipo de Poder Judicial va a haber, qué tipo de descentralización funcional, política, administrativa, si va a haber autodeterminación de los pueblos o va a ser autonomía de los cuerpos, vamos a tener un sistema presidencial o parlamentario. Cuando lleguen esas discusiones creo que la derecha va a tener un aporte ineludible y contribuirá con su voto a la prudencia y la inteligencia de las instituciones.
¿Cree que pueda haber coincidencias cuando se hable del contenido en sectores como la derecha y los No Neutrales o incluso los socialistas?
Sí, coincidencias de fondo. Yo supongo que no vamos a poner en cuestión la autonomía e independencia del Poder Judicial. Y ahí tendrán que formarse las opiniones sólidas y deliberativas de grupos amplios de convencionales. Eso va a incluir a gente que va desde el Partido Comunista hasta la Unión Demócrata Independiente, probablemente. Pero veremos... Yo tengo fe que discutiendo acerca de los derechos fundamentales, de los principios constitucionales, va a haber más cercanía que lejanía.
También se han evidenciado bastante las clásicas “dos almas” de la derecha al interior del órgano constituyente. Una más dura, más ortodoxa -donde está más la UDI y el Partido Republicano-, y otra más abierta a negociaciones, representada mejor en Evópoli y RN. ¿Cree que es una buena estrategia que esto siga así durante toda la Convención?
Cuando llegue el momento de las cuestiones de fondo, creo que todos los sectores de derecha van a dialogar y todos los sectores de centroizquierda van a dialogar. Ahí está el nudo gordiano del asunto, en lo que viene. Habrá debates más tensos y menos tensos, pero imagino que eso abrirá espacios de coincidencia.
Uno de esos temas de fondo es el régimen político. Hay personas que creen que hay que adelantar esa discusión lo más posible, para no discutir eso sabiendo cuál va a ser la composición del próximo Congreso y quién va a ser el próximo Presidente o Presidenta. ¿Está usted en esa línea?
La elección de noviembre va a establecer, lamentablemente, vasos vinculantes con la Convención de manera significativa, cualquiera que sea el gobierno que gane. Lamentablemente, nosotros habíamos previsto que esto habría terminado con anterioridad a este proceso, pero la postergación ha provocado este desajuste, que no es menor, porque vamos a tener un Presidente y un Congreso elegidos conforme a unas reglas que no van a ser las reglas que en principio van a operar en el país, en parte importante de ese mandato. Va a haber tentaciones políticas muy grandes para ensanchar el papel de la Convención, para achicarlo, para debilitar el gobierno, en fin. No creo que adelantar el proceso de discusión en la Convención vaya a mejorar esa circunstancia. Si se puede tener antes sería estupendo, pero nada va a evitar que haya relaciones entre la Convención y las elecciones.
¿Qué tan malo es eso?
No sé si es bueno o malo, son procesos que pueden incrementarse negativamente. La idea de una Convención, como la que construimos, era que deliberara libremente cuáles son las mejores reglas para gobernar el país. Y, por consiguiente, que para cuando esté el nuevo gobierno ya hubiera nuevas reglas. Entonces ese desajuste va a contribuir a la inestabilidad del gobierno y a la inestabilidad de la Convención.
Para ir cerrando, ¿cómo se sale del lío del convencional Rodrigo Rojas Vade?
La verdad es que no le veo mucha solución.
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