Un hospital en medio de las balas

FOTO: RICHARD ULLOA / LA TERCERA

4 disparos en menos de 28 horas llegaron al hospital Padre Hurtado, el 27 y 28 de noviembre. Doctores y pacientes estaban acostumbrados a escuchar el ruido de balaceras y fuegos artificiales a lo lejos, pero nunca pensaron que llegarían al mismo recinto.


Los rumores circulan en los pasillos del Hospital Padre Hurtado de San Ramón. Algunos dicen que los disparos vinieron de personas que no fueron atendidas por el paro que estaban realizando esa semana. Otros, que un paciente pertenecía a una banda de narcotraficantes y sus enemigos querían matarlo.

Lo cierto es que la madrugada del miércoles 27 y la tarde del jueves 28 de noviembre aún no se olvidan. Dos jornadas seguidas con balas que venían desde la Av. Esperanza. Los impactos llegaron hasta el quinto, sexto y séptimo piso y pasaron a poca distancia de una doctora que salvó de milagro. Cristopher Alfaro, jefe de turno de enfermeros, estaba trabajando cuando empezó todo. Era una noche corriente. No había escuchado ni visto nada extraño. Hasta que otro enfermero le escribió por celular desde el sexto piso.

- ¡Dispararon al hospital!

Entonces subió a ver el panorama. Se encontró con doctores y pacientes en shock. Algunos lloraban. Intentó tranquilizarlos sin mucho éxito. Luego empezó a seguir el trayecto de los disparos. Vio que las balas, de color dorado y del porte de una tapa de botella, habían atravesado paredes y ventanas. Llamó a los guardias para solicitar la presencia de Carabineros.

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"No todos estaban en el ánimo de hacer las cosas tranquilos, sino de querer irse. Y era válido, estábamos todos asustados. Yo también me quería ir, pero no podía hacerlo. Tenía que contener a mi personal, ver qué se podía hacer, buscar las soluciones para resguardar a nuestros pacientes. Siempre estuve con susto mientras hacía las cosas, pensaba que podía volver otra bala y dañar a alguien", cuenta el enfermero.

Con cinco años trabajando ahí, Cristopher estaba acostumbrado a escuchar los enfrentamientos en las poblaciones cercanas. Pero nunca se imaginó que el fuego podía llegar tan lejos. "Uno normalizaba escuchar balazos y era parte del panorama del sector. Pero no fue hasta ver que esas balas podían traspasar muros y matar gente que uno se pregunta hasta qué punto uno puede llegar trabajando así", revela.

Una médico que estuvo esa noche en la urgencia pediátrica cuenta que nunca había sentido miedo dentro del hospital hasta esa noche, siendo que las amenazas de los familiares de los pacientes son habituales cuando hay demoras en la atención. "Es raro que disparen en un hospital. Ni en la guerra; es algo insólito. Recuerdo que una vez vimos a un tipo entrando con una metralleta por la urgencia pediátrica, pero entendimos que no había intención de matar al personal, que iban con un objetivo específico. Hasta eso lo toleramos. Mientras no te quieran matar, uno lo asume. Esto otro es distinto, es amenazar directamente", dice.

Al día siguiente hubo reuniones para asegurar nuevas medidas de seguridad. Sin embargo, a las 19 horas nuevamente se escucharon disparos que terminaron dentro del edificio. Un déjà vu.

En total, fueron cuatro balas en 28 horas.

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"Cinco personas resultaron lesionadas en una balacera. Pudo ocurrir que una de las personas heridas fuera atendida ahí y eso causara los disparos. Estamos tratando de determinar quiénes fueron los autores. Sabemos que se trata de un incidente entre cinco personas, una sola con antecedentes", dice Christian Toledo, jefe de la Unidad Especializada en Delitos Violentos de la Fiscalía Metropolitana Sur.

"A mí, un carabinero me dijo que las balas eran como de armamento de guerra", asegura Cristopher Alfaro.

***

Hernán Bustamante está sentado en su oficina, ubicada en el primer piso del Hospital Padre Hurtado. Es bajo y de nariz prominente. Lleva puesto su delantal blanco y mueve las manos incesantemente mientras habla. El tono de su voz aún guarda el acento campestre de su infancia en Curicó. A su espalda, un póster enmarcado de Taxi Driver devela su afición cinéfila.

En junio del año pasado, Bustamante asumió la dirección del Padre Hurtado de manera interina tras el retiro de María Inés Gómez, su antecesora. Antes, trabajó 10 años en la gestión y atendiendo pacientes. En su experiencia, la seguridad es solo una parte de los problemas que deben enfrentar día a día. Tras un frontis marcado por esa violencia, están las carencias de una institución pública que atiende a personas deSan Ramón, La Pintana y La Granja, tres de las comunas más postergadas de la Región Metropolitana.

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Ya ha pasado más de un mes desde aquellas jornadas de tiroteos y el recuerdo sigue latente. Los sectores impactados por los proyectiles fueron clausurados, dejando al hospital con 150 camas menos. A los alrededores hay varios carabineros vigilando y las precauciones se han incrementado.

Como director subrogante, Bustamante reconoce que aún existe inseguridad.

"¿Qué es lo que hay que hacer después de una situación de ese tipo? Comprender y acompañar. En estado de shock uno puede dar la mejor explicación, pero nadie la va a comprender. Es algo que golpea muy fuerte. Lo que hicimos ese viernes fue contactarnos con el Ministerio de Salud, del Interior, Carabineros y PDI para ver qué soluciones podríamos encontrar", dice.

Tras el episodio se estableció una mesa de seguridad que determinó una serie de cambios estructurales. El más importante de todos será la construcción de una fachada con placas reforzadas y mejoras en el perímetro. También aumentaron la vigilancia policial, de cámaras y controles de acceso.

¿Cómo se ha trabajado el ánimo de funcionarios y de los usuarios del hospital?

Si bien es una situación que se había dado previamente, no se había dado con la misma intensidad. Lo que uno tiene que dejar claro es que estamos con ellos. Me quiero juntar todos los días, con todas las jefaturas, para que cada uno dé el mismo mensaje a los funcionarios. Es la única forma de dar seguridad. Dejar claro que esto se está trabajando, que no podemos dejar a nadie solo y estamos todos involucrados en esto.

Existe ese compromiso con los pacientes...

Es una situación compleja. Piensa que entre las personas que trabajan, las que se atienden y las que eventualmente están rotando tienes cerca de 2.500 personas al día. Si no las contienes emocionalmente y no das señales claras de que estás preocupado, se vuelve muy difícil volver a la normalidad.

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Tras las balaceras, el ministro de Salud, Jaime Mañalich, llegó hasta el lugar para anunciar medidas de seguridad. Al salir fue atacado por un grupo de trabajadores y tuvo que ser escoltado por carabineros. Le tiraron piedras, agua y golpearon su auto. El estallido social había terminado de caldear los ánimos.

"Nosotros, como hospital, no somos los más indicados para emitir un juicio al respecto. Valoramos la preocupación que tuvo el ministro, por quiso apoyar la situación en la que estábamos. Me quedaría con eso", asegura el doctor Hernán Bustamante.

***

Siete de la tarde del 13 de julio de 2015. Naslo Pérez y JorgeRiffo dispararon a matar, pero fallaron. La bala le produjo una herida grave en la zona lumbar y en las piernas a Manuel Jesús Miranda, conocido en La Pintana como "El Negro del Manzano", que salvó la vida.

A la noche siguiente, los pistoleros intentaron terminar el trabajo en el Padre Hurtado, donde Miranda estaba internado por sus lesiones.

Llegaron a las 0.45 h al lugar, sin importarles que hubiera otros pacientes y doctores. Entonces, volvieron a levantar el revólver español calibre 38 mm. especial que habían empuñado horas antes. En la zona de urgencias se encontraron con dos cercanos a Miranda, su primo Cristián Herrera y su amigo Jean Pierre Sazo. Ambos fueron baleados dentro del recinto, pero también sobrevivieron.

Hasta noviembre, ese incidente era el más serio que recordaban los trabajadores del Hospital Padre Hurtado. Sin embargo, al convivir con poblaciones conflictivas, los trabajadores del recinto hospitalario se acostumbraron a situaciones similares. Dicen que a lo lejos siempre se escuchan disparos, aunque estos muy pocas veces han alcanzado el interior del edificio.

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Foto: La Tercera[/caption]

Todos tienen alguna historia violenta. Otra doctora, que prefiere mantener en reserva su identidad, cuenta que personas armadas incluso han intentado entrar a cirugías: "Una vez estaba operando a un niño de 14 años, lo habían baleado. Mientras lo hacía, afuera había gente que lo estaba buscando, porque lo querían rematar. Es lo más impactante que he visto. Que a un niño de 14 años lo vayan buscar para vengarse es llamativo. Los niños a los 14 no razonan, es algo que a todos nos afecta".

Por las noches, todos escuchan los fuegos artificiales que anuncian la llegada de droga en las poblaciones. Se realizan turnos de 24 horas para que los trabajadores no tengan que salir tarde del recinto. Cuando llegan pacientes de madrugada se les recomienda quedarse hasta el amanecer.

La zona más crítica del Padre Hurtado es la de urgencias. Las historias son múltiples. Un guardia cuenta que una vez vio a un padre que llegó junto a su hijo, que tenía una bala en el cuerpo. Cuando el menor quedó internado, su papá salió a cobrar venganza. Al rato, el hombre volvió para ser atendido; también le habían disparado.

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Cuando llegan personas heridas en enfrentamientos se activa un protocolo interno que consiste en avisar a Carabineros y no dar información a terceros sobre los internos.

"Nosotros tratamos de no saber mucho. Somos ciegos, sordos y mudos. Los dirigimos a la urgencia y hasta ahí llegamos", dice un guardia.

Una encuesta del Colegio Médico realizada en 2018 reveló que un 60% de los funcionarios de la salud ha sido objeto de agresiones mientras trabajan. El gremio con mayor victimización son los paramédicos.

"Este centro tiene otras características, distintas a nivel nacional, que tienen que ver con un ambiente en que estas balaceras son habituales (...). No nos podemos acotar a tratar el síntoma, que son las balas que llegan al sitio del hospital. Hay que abordar los problemas sociales que se viven alrededor del entorno, porque si no, va a ser una falsa normalidad", dice la presidenta del Colegio Médico, Izkia Siches.

Bajo estas condiciones, se necesita de un particular sentido de la vocación para trabajar en el Padre Hurtado. Sus profesionales suelen escuchar de familiares y amigos que renuncien a sus peligros, pero la mayoría se queda por el sentido del deber y por el cariño al equipo.

"Cuando eres alguien que se ha visto afectado directamente, quizás te puedes cuestionar si sigues trabajando acá. Todos queremos trabajar. Me gusta el hospital, tiene muchas cosas buenas. Nosotros seguimos firmes", asegura la doctora.

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19.12.2019

HOSPITAL PADRE HURTADO DE LA COMUNA DE SAN RAMON. SECCION NACIONAL.

FOTO: RICHARD ULLOA / LA TERCERA.[/caption]

Bustamante, el director, coincide con esa idea. "El día en que uno pierda las ganas de venir, esa sensación de estar contento con lo que está haciendo, no tendrá más sentido estar acá. Y en eso contribuyen mucho las personas que están en este lugar", dice.

Naturalmente, los trabajadores del Padre Hurtado pueden escapar de la violencia. Muchos pacientes no tienen ese lujo.

Tras el ataque en el hospital del 2015, Naslo Pérez tuvo que cumplir tres años y 67 días en la cárcel, bajo el cargo de homicidio frustrado. Dos de sus víctimas, Manuel Jesús Miranda y su primo Cristián Herrera, corrieron peor suerte, pese a haber sobrevivido. El 16 de abril de 2018, ambos fueron condenados a 10 años y un día por matar a Jonathan González Morales de un disparo en el tórax. El asesinato ocurrió en una población de La Pintana, 10 minutos al sur del hospital.

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