Las otras víctimas de la clínica clandestina de Las Condes
Leslie Vergara no fue la primera paciente en sufrir la negligencia médica de Teresa Díaz y sus hijos. Antes que ella hubo varias mujeres que, tentadas por los bajos precios, se sometieron a procedimientos que pusieron en riesgo sus vidas.
El 13 de diciembre de 2018, Andrea Hincapie (38) entró a la casa de Teresa Díaz y sus dos hijos, Mónica y Jorge Flores, con un millón de pesos en efectivo. Quería realizarse un aumento de glúteos. No estaba conforme con esa parte de su cuerpo, así que les hizo caso a sus amigas. Ellas le habían recomendado una clínica en Las Condes, en la esquina de Padre Errázuriz con Bocaccio. Cuando Hincapié llegó, algo le llamó la atención: era una clínica sin cartel, sin nombre y sin pabellón.
Adentro le dieron sedantes para los nervios y, en menos de una hora, ya le habían inyectado 250 cc en cada glúteo. Cuando terminó el procedimiento la joven de Vitacura sentía que la pieza le daba vueltas: “estaba súper mareada, como ida. Yo siento que me descompensé mucho”, recuerda.
Durante la noche del 1 de febrero de este año Leslie Vergara (32) se hizo el mismo procedimiento en el mismo centro estético. También se descompensó, como Andrea Hincapie, pero corrió peor suerte. Luego de los problemas que presentó durante la cirugía, Vergara fue trasladada a la Clínica Cordillera. Falleció ahí la madrugada del miércoles 2 de febrero.
Según su certificado de defunción, la causa de muerte fue un infarto pulmonar y una embolia pulmonar por cuerpo extraño. Esta última es causada por la introducción de materia particulada de sustancias inorgánicas en el sistema de la arteria pulmonar: como, por ejemplo, la silicona que le habrían inyectado durante su aumento de glúteos.
No era la primera vez que la familia Flores Díaz era acusada de utilizar este material en sus procedimientos quirúrgicos. En julio de 2019 la Seremi de Salud de aquel tiempo, Rosa Oyarce, en compañía del ex alcalde, Joaquín Lavín allanaron la casa junto a la PDI. Encontraron silicona industrial: ese era el material que inyectaban a los pacientes en lugar del ácido hialurónico.
“La silicona, en el largo plazo, hace que los pacientes generen grados de inflamación crónica o desarrollo de enfermedades relacionadas con la silicona que se han visto con el tiempo”, menciona el Dr. Patricio Fuentes, médico cirujano de la Clínica Santa María.
Lavín y Oyarce le quitaron la patente de peluquería a la clínica y prohibieron su funcionamiento. La medida se tomó luego de que un grupo de alrededor 30 clientas antiguas se presentaran el 26 de julio de 2019 frente al centro estético, lanzando piedras, dando patadas y gritando. Acusaban a los dueños de no inyectarles ácido hialurónico o colágeno, como aseguraban, y que debido a eso estaba sufriendo dolores y enfermedades.
“Todas las chicas se sentían afectadas por esta clínica”, explica el abogado Cristián Ruiz, quien interpuso una querella en representación de 24 de las denunciantes. Acusaban lesiones graves y menos graves por parte de los Flores Díaz. Casi tres años después de eso, el proceso de investigación aún no finaliza. Según Ruiz, por “problemas de agenda, la pandemia, la falta de declaraciones en la fiscalía por parte de las afectadas y de presentarse al Servicio Médico Legal”.
La muerte de Leslie Vergara sólo vino a confirmar que el centro estético siguió funcionando clandestinamente. En el municipio dicen que, como era una casa particular, donde no había ningún establecimiento inscrito, no tenían como fiscalizar. Sin embargo, la investigación que lidera Juan Pablo Araya de la Fiscalía Oriente ya ha descubierto más irregularidades: Teresa Díaz y Mónica Flores, no eran quiénes decían ser.
La gotita
Al momento de realizarse un procedimiento quirúrgico en una clínica o centro estético, los pacientes deben fijarse en dos requisitos. Según la Seremi de Salud de la Región Metropolitana, Helga Balich, el establecimiento elegido “debe tener autorización sanitaria para funcionar como tal (…) y los usuarios deben asegurarse de que el personal este acreditado para las actividades que realiza”.
Cynthia (31) de Independencia intentó cumplir con estas precauciones, pero admite que se confió debido a que se sentía acomplejada con su cuerpo por haber bajado mucho de peso. Además, tenía amigas que ya se habían operado en la clínica de los Flores Díaz. “Cuando hablé con Mónica y Teresa, me mostraron los diplomas”, explica la joven técnica en enfermería. A pesar de los títulos de médicos cirujanos de la Universidad de Tarapacá que Teresa Díaz y su hija Mónica mostraban, ninguna efectivamente tenía esa profesión. Según los antecedentes recabados por la Fiscalía Oriente, Díaz es dueña de casa, Flores estudió Técnico en Enfermería y Jorge Flores, su hermano, es ingeniero.
Ese fue el trío a cargo del aumento de glúteos y labios que Cynthia llegó a hacerse en enero de 2018. La misma joven recuerda qué fue lo que la hizo darse cuenta de que debía irse del lugar. “Antes de colocarte el parche (Jorge Flores) te colocaba (el pegamento) La gotita. Vi que era La gotita y le pregunté. Me dijo que era la única manera de que no se saliera el producto”, relata.
Cynthia llamó a una amiga, clienta regular de Mónica Flores, de inmediato. Quería informarle sobre el adhesivo que le habían puesto. Sin embargo, para su sorpresa, su amiga le dijo que era normal.
Había otros aspectos que llamaban la atención de las pacientes. Uno que se repetía era el dolor durante el procedimiento. Según la acompañante de una de ellas, que optó por proteger su identidad, la brusquedad con la que vio trabajar a Jorge Flores durante el aumento de glúteos que le hicieron a su amiga el año 2019, la hicieron dudar sobre los conocimientos de los supuestos profesionales.
“Le enterró una jeringa enorme de bránula 14, que son las que se usan para venas de caballos. Se la enterró tal como uno entierra una estaca en la tierra y mi amiga me dio la mano y se puso pálida. Entonces yo lo paré y le dije que le faltaba anestesia”, dice la acompañante. La misma mujer sostiene que, a medida que el procedimiento continuaba, ella le tenía que indicar a Jorge Flores dónde ir inyectando la jeringa, ya que se dio cuenta de que lo hacía sin ningún cuidado o cálculo. Tampoco tenía certeza de que efectivamente le estuviesen aplicando ácido hialurónico.
Según el Dr. Jorge Díaz, Presidente de la Sociedad Chilena de Medicina y Cirugía Estética, se necesita un amplio conocimiento anatómico para este tipo de intervenciones: “debajo de la piel hay una cantidad importantísima de elementos nobles que no tenemos que dañar cuando uno hace un procedimiento quirúrgico. Hay nervios, vasos sanguíneos importantes. Más abajo está el plano muscular, órganos importantes en la zona torácica”.
En el caso del aumento de glúteos, el médico señala que la aplicación de ácido hialurónico, “es a nivel de la dermis y de la hipodermis y en el tejido celular subcutáneo”, por lo que la jeringa no debe colocarse al interior del músculo glúteo, ni en los planos sobre el músculo.
La impericia que mostraban no hizo que las personas dejaran de atenderse con Mónica Flores y su familia. Una joven de 25 años de San Joaquín cuenta que ella se operó porque la hija de Teresa Díaz era famosa en la comuna. “Todas estaban operadas por ella”, explica. Su cirugía, sin embargo, no salió bien. Luego de intervenirse en diciembre de 2018 el aceite se salió. Hasta el día de hoy tiene marcas hundidas en los glúteos.
“Lo peor es que hay gente cercana que se te acerca y te pregunta por el número. Y yo les digo que para qué lo quieren, si saben que ponen silicona. Y te responden que no importa”, agrega.
Buscando clientas
Mónica Flores también era conocida por las mujeres que trabajan en el Club Paraíso, un prostíbulo con varias sedes en Santiago. Según una ex empleada, ahí “todas la conocían y muchas la defienden”. La tarea de vender los procedimientos en este tipo de lugares era de Jorge Flores. Él ofrecía liposucciones, aumento de glúteos y de senos, relleno de celulitis y ojeras y, también, inyección en los pómulos y rinomodelaciones. Tenía promociones: le bajaba los precios a quienes llevaran a una amiga a operarse.
Una garzona de un café con piernas del centro asegura que el ingeniero era famoso en locales como el suyo y también en discoteques y clubes. “Iba a buscar niñas ofreciéndoles el producto que vendía la mamá y la hermana. Se los ofrecía y se las llevaba para allá”, sostiene.
Para el doctor y cirujano plástico, Patricio Fuentes, “el lugar donde tu practiques tu procedimiento también es muy importante. Básicamente por el tema de infecciones”, explica el experto de la Clínica Santa María.
Camila (26) no sabía eso. Tenía 18 años cuando Mónica Flores y Teresa Díaz entraron a la peluquería en la que trabajaba. En el año 2014 la familia no atendía en Las Condes, pero se paseaban por Patronato ofreciendo sus servicios. La joven aún recuerda con claridad como pasó todo.
“Llega un día la Mónica con su mamá y llegaron ofreciendo ácido hialurónico y botox y dijeron que nos dejaban un precio accesible a lo que nos quisiéramos hacer. Pero que nosotros le teníamos que buscar gente, como favor”, comenta Camila. La misma mujer agrega que su jefe se hizo una intervención en los glúteos y fue realizada en la parte de atrás de la peluquería, sobre un sofá y sin que Mónica Flores usara guantes.
El cirujano plástico, Patricio Fuentes, lleva cinco años recibiendo a pacientes que llegan luego de atenderse con Mónica Flores. Dice que aparecen en su consulta pidiendo ayuda. En muchos casos lo hacen, además, sufriendo del Síndrome de Asia: una reacción autoinmune o inflamatoria, atribuida a una sustancia extraña al organismo. Puede causar dolor e inflamación en diferentes partes del cuerpo y alcanzar síntomas neurológicos.
Otras optan por viajar a Colombia donde existen cirujanos expertos en biopolímeros -silicona en el cuerpo-, que son capaces de hacer cirugías abiertas que remueven hasta un 80% de los biopolímeros acumulados en el cuerpo. Esa prestación todavía no existe en Chile. Por eso es que Andrea Hincapié, la administradora de empresas que se aumentó los glúteos en diciembre de 2018, no encontró más remedio que tomar todos sus ahorros y viajar a la ciudad de Armenia, 280 km al oeste de Bogotá, para tratarse con el cirujano especialista Julio Zuleta.
Si bien Hincapié nunca quiso denunciar a los Flores Díaz, la muerte de Leslie Vergara la hizo cambiar de opinión. Ahora quiere sumarse a la querella de 2019 y a las otras víctimas de la clínica clandestina: “No busco plata. Con que ellos no vuelvan a operar, que no vuelvan a inyectar ese veneno a nadie más, yo quedo pagada”.
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