Petro & Boric: La complicidad que no se logró en la izquierda sudamericana
Dos días le bastaron al Presidente de Colombia, Gustavo Petro, para demoler los esfuerzos diplomáticos que llevaban adelante las cancillerías con miras a dejar atrás el impasse provocado por los dichos del mandatario colombiano en defensa del alcalde Daniel Jadue.
El martes 9 de julio, apenas las cámaras de televisión se encendieron en el Palacio San Carlos, el canciller colombiano, Luis Gilberto Murillo, lanzó una apresurada declaración.
“Chile es un pueblo hermano. Ustedes saben de la relación muy cercana con el gobierno de Chile. Entre los dos presidentes y también con Alberto (van Klaveren) tenemos una muy buena relación. Estamos en comunicación con la embajadora aquí, pero también por los canales diplomáticos, para poder superar esta incomodidad y malestar del gobierno chileno”, dijo el jefe de la diplomacia colombiana. Con ello intentaba poner paños fríos al enojo de La Moneda tras los dichos del Presidente Gustavo Petro respecto de la situación procesal del alcalde de Recoleta, Daniel Jadue.
Sólo horas antes, Chile había enviado a Colombia una dura carta de protesta, luego de que el mandatario colombiano, a través de su cuenta en la red social X, se sumara a la campaña de solidaridad internacional en favor de la libertad del edil de Recoleta detenido en forma preventiva hace más de un mes en el anexo cárcel Capitán Yáber, luego de ser formalizado como presunto autor de varios delitos de corrupción.
“Yo pido la libertad de Jadue en Chile. Preso por la jurisprudencia de Pinochet impuesta a los seres libres”, escribió Petro, desatando la furia del Ejecutivo chileno. Sus dichos fueron calificados de “imprudentes” e “inaceptables” por el canciller chileno, Alberto van Klaveren, luego de que desde La Moneda se desatara una reacción en cadena de respuestas a la injerencia de Petro, que incluyó airadas declaraciones de la jefa política del gabinete, Carolina Tohá, y de la vocera de gobierno, Camila Vallejo.
Para Chile era inaceptable que un mandatario en ejercicio pusiera en duda la institucionalidad del país y el respeto a la separación de poderes del Estado, y desconociera, además, la reforma al sistema judicial que se hizo a fines de los 90, muchos años después de recuperada la democracia. En ese tenor fue redactada la misiva de protesta que se envió a Bogotá.
Por lo mismo, en el edificio Carrera celebraron el martes 9 en la tarde las palabras del canciller Murillo y se apresuraron a dar por superado el impasse. “Como Cancillería siempre vamos a expresar nuestro malestar cuando se cuestiona el funcionamiento de nuestras instituciones. Es lo que corresponde. A pesar de este impasse, la relación con Colombia sigue siendo muy fluida”, indicó a La Tercera la subsecretaria de Relaciones Exteriores, Gloria de la Fuente.
Sin embargo, Petro no sólo no borró su polémico tuit, sino que tampoco se comunicó con el Presidente Boric para disculparse. Por el contrario, a contrapelo de los esfuerzos de la diplomacia chilena y colombiana por bajar los decibeles , el mandatario colombiano escaló la tensión. El miércoles 10 y jueves 11, Petro publicó dos nuevos mensajes de solidaridad con Jadue en su cuenta en la red social X.
Con su actitud, Petro dejaba en claro que su simpatía y cercanía no estaban precisamente con el Presidente Boric, sino con los sectores tradicionales de la izquierda chilena, los mismos que han puesto en evidencia en los últimos meses la fractura con una administración a la que critican el haber abandonado sus propuestas más radicales en pos de la gobernabilidad.
El eje que no se armó
Dos años atrás las cosas parecían encaminadas a un destino muy diferente. “El Presidente Gabriel Boric me ha invitado a su posesión en Chile”, escribió el 15 de febrero de 2022 el entonces senador y candidato presidencial de la izquierda colombiana en su cuenta de Facebook. Junto al mensaje mostró la carta de invitación firmada por Boric. “En este inicio de un nuevo periodo para nuestro país, queremos compartir con compañeras y compañeros de ruta que, desde otros países y naciones, están trabajando por construir un presente y un futuro de mayor dignidad, justicia y bienestar para todos y todas, tanto para sus propios pueblos, como desde una perspectiva global”, decía la misiva que hacía presagiar la intención de consolidar un eje de mayor coordinación regional entre los gobiernos progresistas que volvían a tomar fuerza en Sudamérica.
Quienes estuvieron presentes en La Moneda ese 11 de marzo de 2022, en ese primer acercamiento entre Boric y Petro, recuerdan que fue un encuentro breve, pero cordial. Petro no es una persona especialmente afable, pero pese a la diferencia generacional y de trayectorias entre el exguerrillero del M19 y exalcalde de Bogotá con el exdirigente estudiantil y exdiputado chileno, sintonizaron en algunos aspectos.
Para Petro, quien ya aparecía como la carta más segura para ganar las elecciones presidenciales de ese mismo año en Colombia, dos eran los temas prioritarios que quería abordar con el joven mandatario chileno: asegurar un apoyo activo de Chile en el proceso de paz en Colombia y fortalecer el trabajo de un organismo de coordinación regional. Boric, señalan fuentes diplomáticas que conocieron de esa conversación, se comprometió con ambas iniciativas.
Otras dos reuniones mucho más extensas -una en agosto de 2022, para la asunción del mando de Petro en Bogotá, y otra en enero de 2023 en Santiago- elevaron las expectativas de que se podría generar entre ellos el mismo nivel de complicidad que hubo entre Sebastián Piñera e Iván Duque, aunque con un cuño político opuesto.
No fue así.
El gobierno de Boric cedió la agenda internacional a expersoneros de la Concertación y dio continuidad al trabajo que se venía desarrollando desde los 90. Un cambio de estrategia, aseguran personeros del oficialismo críticos de ese giro, que tuvo costos importantes, entre ellos la desvalorización de la figura del Presidente como un líder para las fuerzas progresistas de la región.
Para Boric, como lo señaló hace algunos días en una entrevista al diario español El País, los líderes internacionales con los que se siente más afín son el español Pedro Sánchez, el liberal canadiense Justin Trudeau o la italiana Elly Schlein, líder del Partido Democrático. Todos referentes de la socialdemocracia o el progresismo liberal y que en la izquierda latinoamericana más tradicional, de la que viene y aún es parte el jefe de Estado colombiano, generan algo más que urticaria.
En el último año, los desencuentros entre Boric y Petro se han ido acentuando en temas internacionales. Respecto de Venezuela, por ejemplo, mientras Boric ha asumido un tono abiertamente crítico contra el gobierno de Nicolás Maduro, Petro, al igual que el Presidente de Brasil, Lula da Silva, y el jefe de Estado de Bolivia, Luis Arce, son partidarios de mantener un diálogo con Caracas. Petro fue amigo personal de Chávez, y aunque ha tenido roces con Maduro, ha limado de inmediato sus conflictos con el régimen venezolano y ha buscado profundizar la relación con la reapertura de las fronteras y otras medidas.
Los desencuentros entre el gobierno de Chile y Colombia también se han dado en torno al debate por relanzar Unasur. Petro está a favor de volver a levantar a este organismo como el principal foro de coordinación político de Sudamérica. Una idea que es compartida por Lula y Arce, quienes el pasado miércoles firmaron una declaración en La Paz que incluía precisamente ese punto. Por el contrario, la Cancillería chilena apuesta por seguir impulsando el Consenso de Brasilia y evitar la creación de un ente que se sustente en alineamientos ideológicos transitorios, como sucedió con Unasur, cuando predominaban gobiernos de izquierda, y luego con Prosur, cuando los vientos flotaron a favor de la derecha.
Incluso en temas donde parecía que había acuerdo -como el rechazo a la guerra en Ucrania y la situación de Gaza- se han terminado evidenciando diferencias de énfasis entre las miradas de Boric y Petro. El líder izquierdista colombiano, aunque ha criticado la invasión rusa a Ucrania y ha pedido el cese de las hostilidades, no aceptó sumarse a la Cumbre de la Paz, donde el Presidente Boric sí tuvo un rol protagónico, por considerar que era un esfuerzo promovido por la OTAN. Y frente a la ofensiva militar israelí en territorio palestino, Petro optó por romper relaciones con Tel Aviv, un paso que Chile ha ponderado no dar.
Hace unas semanas, el 28 de junio, se registró otro desencuentro entre el gobierno de Boric y el resto de los líderes izquierdistas latinoamericanos a raíz del apoyo que estos últimos están dando para que los movimientos sociales ligados a la izquierda y al Foro de Sao Paulo se autoconvocaran en lo que han denominado la “Celac Social”, patrocinando eventos no oficiales y paralelos al trabajo de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños.
A fines de junio, 460 dirigentes sociales y políticos de izquierda se reunieron en Tegucigalpa en el segundo evento de la llamada Celac Social y que tuvo el patrocinio de la Presidenta de Honduras, Iris Siomara Castro, en el marco de los 15 años del golpe de Estado en contra del Presidente Manuel Zelaya. Los paneles giraron en torno a promover la discusión de América Latina y el Caribe mejor sin TLC, y Petro envió una nutrida delegación, encabezada por su ministra del Trabajo, Gloria Inés Ramírez. Dirigentes del PT brasileño, de las fuerzas de izquierda vinculadas al Foro de Sao Paulo, y personeros del Grupo de Puebla, que coordina Marco Enríquez-Ominami, y donde figuran algunos exmandatarios como Alberto Fernández, estuvieron presentes.
Para la izquierda latinoamericana, señalan dirigentes que asistieron al encuentro, era inaudito que Chile suscribiera con Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay una declaración en la que se exigía a la presidenta de Honduras aclarar que la declaración de la “Celac Social” no era un documento oficial de la Celac.
En la Cancillería chilena desdramatizan esas diferencias y remarcan que la región sigue siendo una de las prioridades de la política exterior. “Desde el punto de vista de nuestras definiciones actuamos con pragmatismo, pero también con flexibilidad, asumiendo que para nosotros la relación con la región es capital e importante. Tanto así, que el Presidente Boric ha ido a los cambios de mando de los presidentes Milei, en Argentina; de Petro, en Colombia, y de Lula, en Brasil”, remarca la subsecretaria De la Fuente.
La autoridad destaca, pese al impasse que se generó con el tuit del mandatario colombiano, el trabajo conjunto que llevan adelante Chile y Colombia en diversos ámbitos: en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, donde presentaron una resolución sobre la situación en Nicaragua, y la solicitud de ambos países para la creación de un experto independiente de la ONU sobre protección contra la violencia y la discriminación por motivos de orientación sexual o identidad de género. O el hecho de que en enero de 2023, Chile y Colombia solicitaron conjuntamente a la Corte Interamericana de Derechos Humanos una opinión consultiva sobre los alcances de las obligaciones de los estados en materia de emergencia climática. “Es legítimo que tengamos diferencias, lo que no obsta que tengamos al mismo tiempo una alianza estrecha”, señalan en la Cancillería chilena, mientras redoblan los esfuerzos por poner paños fríos a una escalada que, al menos por parte del Presidente Petro, no hay apuro por poner fin.
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