A una década del 15-M: el legado del movimiento de los “indignados” en España
Aunque expertos señalan que es difícil medir el éxito o fracaso de un ciclo de protestas, el movimiento logró poner sobre la mesa temas que hasta entonces no estaban politizados, y su máxima expresión fue el surgimiento de Podemos de la mano de Pablo Iglesias.
El 15 de mayo de 2011, a apenas una semana de las elecciones locales y autonómicas en el país, decenas de miles de españoles, en su mayoría jóvenes de clase media, fueron convocadas a salir a las calles de las principales ciudades de España para protestar contra la crisis económica, la corrupción, los bancos, el desempleo -que en ese tiempo superaba el 20%-, el trabajo precario y la falta de representación que veían en la clase política española.
La convocatoria más importante tuvo lugar en la Puerta del Sol, en Madrid, donde se reunieron alrededor de 20.000 personas.
Los movilizados, que se organizaron a través de redes sociales y se hacían llamar a sí mismos “los indignados”, crearon un nuevo tipo de movimiento de protesta, que rápidamente fue imitado por otros países, más notablemente como Occupy Wall Street en Estados Unidos y Occupy London en Reino Unido.
Gozando de un importante apoyo público, los indignados lograron sacudir España. Contribuyeron a crear en tres años dos nuevos partidos políticos a nivel nacional: Podemos en la izquierda y Ciudadanos en la centroderecha (si bien se fundó en 2006, hasta entonces solo era fuerte en Cataluña). Estos partidos -más las diferentes marcas de Podemos- obtuvieron en conjunto más de ocho millones de votos en las elecciones generales de 2015.
“Podemos es la expresión política electoral y partidaria más clara de lo que nace con el 15-M, a pesar de que el 15-M politiza muchos otros espacios problemáticos”, explica Juan Ignacio Estévez, investigador de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.
De esta manera, acabaron con el sistema bipartidista que se había basado durante mucho tiempo en el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y el conservador Partido Popular (PP), lo que dio como resultado cuatro elecciones generales en los últimos seis años, de las cuales ninguna ha logrado generar un gobierno de mayoría.
“El 15-M pone encima de la mesa una agenda de discusión de cuestiones políticas que hasta entonces no estaban tan politizadas. Lo que viene a hacer es abrir grandes cuestionamientos sobre las bases del sistema político español, sobre las bases de los grandes consensos, para generar una discusión en un sentido diferente. Esto permite la emergencia de nuevas formaciones políticas, que de alguna manera se hacen herederas de esta impugnación del sistema político”, señala Estévez a La Tercera.
A una década del inicio del movimiento de los indignados, su legado en España es perceptible en ciertos aspectos. Por ejemplo, el gobierno español ha gastado mucho dinero para proteger los ingresos de los hogares durante la pandemia, en parte gracias a políticas más flexibles del Banco Central Europeo y la Comisión Europea.
Además, decenas de políticos y banqueros han sido encarcelados en los últimos 10 años. Los indignados también pedían un cambio generacional, y aparentemente lo lograron. A sus 49 años, el Presidente socialista Pedro Sánchez es el secretario general del PSOE, mientras que Adriana Lastra, con 42 años, es la vicesecretaria general del partido y portavoz de los socialistas en el Congreso de los Diputados. Lastra tiene la misma edad del ahora exlíder de Podemos, Pablo Iglesias.
Sin embargo, en otros aspectos ha sido difícil reformar la política española. En 2020, el izquierdista Podemos llegó al gobierno junto a los socialistas en el primer gobierno de coalición en España desde la década de 1930. Aunque Podemos empezó con mucho apoyo de la ciudadanía y esperaba desplazar a los socialistas, el partido de Pablo Iglesias llegó a su peak en 2016 -cuando obtuvo el 21% de los votos en las elecciones generales- y el entusiasmo por la formación ha disminuido desde entonces. Esto se vio agravado por la salida de Iglesias, que lo lideraba desde sus inicios, tras su fracaso en las elecciones para la Asamblea de Madrid la semana pasada.
Los resultados de las elecciones anticipadas del 4 de mayo en Madrid muestran la resistencia del antiguo sistema bipartidista que, aunque herido, persiste. Isabel Díaz Ayuso, presidenta regional del conservador Partido Popular, se acercó a la mayoría absoluta de escaños -con 65 de 69- mientras que el Partido Socialista Obrero Español sufrió una dura derrota, obteniendo 24 diputados de un total de 136 en la Asamblea de Madrid.
Con la consigna “no nos representan”, los jóvenes buscaban promover una democracia más participativa alejada del bipartidismo PSOE-PP, así como una “auténtica división de poderes” y otras medidas para mejorar el sistema democrático y hacerlo más transparente. Un 66% de los españoles declaró sentir simpatía con los indignados, según un sondeo de la encuestadora española Metroscopia, publicado en junio de 2011.
Sin embargo, según The Economist, no mucho parece haber cambiado una década después. La ira de los ciudadanos dio paso a la desilusión, que fue agravada por la crisis derivada de la pandemia. Como dice el semanario británico, “los indignados rompieron más de lo que lograron construir”.
Estévez no está de acuerdo. Asegura que “es muy difícil medirlo en términos de éxito o fracaso”. “Pero sin duda podríamos decir que cambian las cosas en el sistema político español. Cambia la manera de pensar de mucha gente, pone en cuestionamiento cosas que hasta entonces no estaban en cuestionamiento”, agrega. El investigador español también advierte que “las grandes transformaciones no se dieron tanto a nivel nacional, los cambios se vieron muy reflejados en el aspecto local”.
En la misma línea, hace una evaluación positiva de la figura de Pablo Iglesias y sus logros con Podemos. “Los ciclos de protesta pocas veces pueden tener una continuidad que dure años, y normalmente, la continuidad en esas demandas es exitosa cuando se traduce el movimiento en una expresión política más institucionalizada”, dice Estévez.
“Lo que hace Pablo Iglesias es obligar al PSOE en diferentes momentos a adoptar posiciones más de izquierda que las que normalmente tenía respecto a ciertas cuestiones. Entonces sí ha conseguido de alguna manera poner a discutir a los actores políticos sobre las cuestiones que él entendía que eran importantes”, concluye el académico español.
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