El fin de la dictadura y el megaterremoto: cómo fueron los otros cambios de mando en tiempos difíciles

Cambio de Mando
Patricio Aylwin asume la Presidencia de la República en 1990.

El actual traspaso presidencial supone un proceso complejo, al igual que otros momentos donde ha habido un cambio de coalición en el poder. En este caso, se agrega una complejidad adicional, pues el conglomerado detrás de Gabriel Boric asumirá por primera vez en La Moneda. En el pasado, los temas de seguridad y orden público, la entrega de información, la situación del personal a contrata y a honorarios, además imprevistos como una catástrofe natural, han sido puntos delicados en la transición de un gobierno a otro.


Cuando Belisario Velasco (DC) llegó a La Moneda el 8 de marzo de 1990, los carabineros que custodiaban el entorno del palacio gubernamental no lo querían dejar entrar.

Solo tras realizar una llamada telefónica al subsecretario del Interior de la época, Gonzalo García Balmaceda, a quien conocía por reuniones sociales, pudo ingresar a la sede de gobierno. Luego lo recibieron el ministro Carlos Cáceres y el mismo Augusto Pinochet, con quien tuvo una reunión protocolar ese día. La instrucción que le había dado el entonces presidente electo, Patricio Aylwin, era “comportarse como un demócrata” y mantener un estricto trato cordial. “Fue una conversación amable”, recuerda quien se convirtió en el primer funcionario del retorno de la democracia y, a la vez, el último nombrado por Pinochet.

A fines del verano de 1990, Velasco había sido designado por Aylwin como subsecretario del Interior, pero debido a exigencias administrativas, tenía que asumir días antes para comenzar los preparativos del traspaso de mando y redactar los decretos de nombramiento de nuevos ministros, quienes debían asumir el mismo 11 de marzo, junto al Presidente.

Después de esa tensa visita a La Moneda, el nuevo subsecretario del Interior asumió el 9 de marzo para conducir uno de los cambios de mando más complejos de la historia reciente.

El fin de la dictadura suponía un cambio de ciclo radical y -según recuerda el mismo Velasco- no hubo demasiada colaboración de las autoridades salientes.

De partida, los archivadores, que debían contener información de seguridad y orden público, estaban vacíos, “sin ningún papel”, además de otros inconvenientes menores, como teléfonos y enchufes que no funcionaban.

“Gonzalo García me hizo entrega del cargo en términos muy amables, pero no me entregó nada más. A mí me preocupaba mucho la seguridad del cambio de mando. En ese tiempo había grupos armados como el FPMR, el Lautaro, además descolgados de la Dina y la CNI. Era bastante peligroso y yo sentía que una de mis principales obligaciones era la seguridad”, relata Velasco, quien, un día antes del traspaso, el 10 de marzo, viajó a Valparaíso para revisar las dependencias del Congreso y definir puntos en los alrededores que había que cubrir.

“Yo había hablado con Pinochet y le dije que todos queríamos que el acto fuese un ejemplo de democracia y no gritos ni ataques, ni situaciones difíciles. Afortunadamente, no hubo ningún problema adentro”, señala.

Reconstruir el ceremonial fue otro tema. “Habían pasado 20 años y nadie sabía cómo se hacía un cambio de mando”, comenta el exsubsecretario, quien luego se convirtió en ministro del Interior del primer mandato de Michelle Bachelet.

En esa tarea, un papel clave jugó Gabriel Valdés, quien fuera canciller de Eduardo Frei Montalva; tenía experiencia en protocolo y ese 11 de marzo de 1990 fue ungido como primer presidente del Senado de la nueva democracia. Valdés fue quien dirigió la ceremonia y junto a Velasco organizaron los detalles del acto.

Una anécdota aparte protagonizó Velasco. Las autoridades salientes le habían proporcionado un automóvil fiscal antiguo, que sufrió un desperfecto en el trayecto hacia el Congreso de Valparaíso, el día de la transmisión presidencial. Finalmente, llegó junto a su esposa en un vehículo de la escolta policial. “Fue un detalle”, recuerda con tono de humor.

Espionaje en La Moneda

Tras la asunción de Aylwin, sin embargo, quedaron algunos temas pendientes. “Mi oficina, la del Presidente y del ministro del Interior estaban llenas de micrófonos”, comenta Velasco.

Dice que entonces pidió la asesoría de la Inteligencia española para limpiar las oficinas. Meses después pidió el mismo apoyo al Mossad, la Inteligencia israelí, que volvió a detectar micrófonos.

No conforme con ello, pidió una tercera opinión. Esta vez, del Servicio Federal de Inteligencia alemana, que descubrió nuevamente artefactos escondidos.

“Ahí yo llamé a Carabineros y les advertí que si encontraba un micrófono más, sacaría a todos los carabineros de La Moneda. Los alemanes entonces me regalaron una máquina para detectar micrófonos. Al menos por el tiempo que estuve en La Moneda, no volvieron a aparecer los micrófonos”, relata el exsubsecretario, quien ejerció ese cargo en los gobiernos de Aylwin y luego de Eduardo Frei Ruiz-Tagle.

Los gestos republicanos

Veinte años después de gobiernos de la Concertación, el 2010 el país enfrentó otro traspaso de mando complejo.

Inicialmente había cierta inquietud por la actitud que adoptarían las salientes autoridades de centroizquierda que después de dos décadas debían entregar el poder a la coalición opositora de derecha.

Sin embargo, todos se ciñeron estrictamente a las formas y gestos republicanos que habían marcado traspasos anteriores entre los presidentes concertacionistas.

La noche del 17 de enero de 2010, en que Sebastián Piñera se impuso a Frei (en su fallido intento por volver a La Moneda), la entonces Presidenta Michelle Bachelet llamó por teléfono al ganador para felicitarlo.

Al día siguiente, la mandataria visitó a Piñera en su casa para el tradicional desayuno entre presidentes.

El proceso siguiente fue rápido. El entonces gobernante electo nombró a un equipo de transición integrado por Rodrigo Hinzpeter, Cristián Larroulet, María Luisa Brahm y Miguel Flores.

De hecho, la designación del gabinete por parte de Piñera, el 29 de enero de 2010, permitió que los ministros y subsecretarios salientes tomaran contacto con sus sucesores.

En esas nominaciones figuraba el sociólogo y politólogo Rodrigo Ubilla (RN), quien se transformó en subsecretario del Interior.

Cambio de mando presidencial
Cambio de mando entre Michelle Bachelet y Sebastián Piñera en 2010.

El remezón del 27-F

Al igual que Velasco, dos décadas atrás, Ubilla tenía la misión de coordinar la parte administrativa del traspaso.

Sin embargo, el megaterremoto del 27 de febrero de ese año cambió radicalmente las prioridades.

“Yo me había reunido con el subsecretario del Interior, Patricio Rosende, unos días antes del terremoto. Habíamos preparado la estrategia de traspaso administrativo, que se vio interrumpida por el terremoto, porque obviamente Rosende tenía que abocarse a lo que le correspondía, que era la emergencia, y no pudimos tener ninguna de las reuniones previamente programadas”, relata Ubilla.

Esa situación también ocurrió con varios ministros y subsecretarios de la época, que tuvieron que quitarles preferencia a las actividades propias del traspaso.

Pese a ello, Ubilla relata que en todos los traspasos que ha participado, por general, hay bastante colaboración y fair play.

No obstante, admite que el terremoto fue un factor que añadió complejidad a ese traspaso, pues en su caso, además de las responsabilidades de orden público y seguridad, “había una situación traumática, que era el manejo de la emergencia”.

En lo personal, además, a Ubilla le tocó vivir una experiencia curiosa. En 2014 le correspondió entregarle el puesto a Mahmud Aleuy (PS), quien asumió como subsecretario del Interior del segundo mandato de Bachelet. Cuatro años después, en 2018, el mismo Aleuy le devolvió el cargo, ya que Ubilla fue nombrado en la misma función por Piñera al inicio de su segundo gobierno.

Los despidos que terminaron con la “luna de miel”

Antes del 27-F, las conversaciones entre autoridades salientes y entrantes habían fluido al margen de todas las sospechas propias de un cambio de coaliciones en el poder.

En esos primeros acercamientos, Brahm fue la encargada de ver los detalles de La Moneda. Sin embargo, ya entonces afloró una inquietud, que con el tiempo se transformaría en una tensión permanente de los primeros meses de la administración piñerista: ¿Qué sucedería con el personal a honorarios y a contrata, en su mayoría afín a la Concertación, que había pasado de gobierno a gobierno?

Las denuncias de “despidos masivos”, que comenzaron a surgir después de marzo, fueron el detonante para que se diera por terminada la “luna de miel” entre el gobierno de Piñera y la oposición.

Fue tal la tensión por este tema, que incluso en junio de 2010, la intendenta de Atacama, Ximena Matas, y el gobernador de Copiapó, Nicolás Noman (hoy diputado UDI), se convirtieron en las primeras autoridades en ser acusadas constitucionalmente precisamente por denuncias de persecución política para despedir a funcionarios afines a la ex Concertación.

Hasta hoy los despidos siguen siendo un tema sensible en cada transmisión presidencial.

transicion
Traspaso de mando entre Piñera y Bachelet en 2014.
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Juramento de Eduardo Frei en 1994.
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Transmisión presidencial de Ricardo Lagos a Michelle Bachelet en 2006.
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El abrazo con el que Eduardo Frei Montalva selló el traspaso de mando a Salvador Allende, en 1970.

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