Combates literarios y resentimiento: la lucha de Germán Marín
El escritor, fallecido ayer a los 85 años, enfrentó a la Nueva Narrativa y a figuras políticas como Volodia Teitelboim. Acusado de liderar camarillas, en 2014 fue la última vez que pudo obtener el Premio Nacional de Literatura, galardón que nunca recibió.
Era acaso su última chance. El año 2014 editorial Alfaguara, con el respaldo de una serie de escritores, presentaban a Germán Marín al Premio Nacional de Literatura. Ese año correspondía premiar a un narrador. Era la hora de Marín. Sin embargo, seis meses antes de cualquier resultado, el autor que ayer falleció a los 85 años, disparaba en la prensa local: "Estoy acostumbrado a perder".
Finalmente, el ganador de ese año fue Antonio Skármeta. Consultado por la producción literaria del ganador, Marín se remitió a decir con elegancia "rescato su primer libro de cuentos, El entusiasmo".
Un año después, en 2015, comentó a El Mercurio: "Hay una mano invisible que me perjudica". Así, el autor de la trilogía Historia de una absolución familiar, que en 1.600 páginas recrea la historia y la memoria de Chile del último medio siglo, explicó por qué creía que no recibía premios: "No estoy en la pomada, no soy un chico reverente, ni he participado en campañas electorales. Todo eso juega en contra. (…) Creen que tengo un poder que no poseo".
Pero Germán Marín no era un chico solamente irreverente. Hace solo algunos años se había reconciliado con el poeta Raúl Zurita, tras enemistarse durante décadas por las disputas entre el autor de Purgatorio y Enrique Lihn. Este último, acaso el gran amigo de Marín. Así Zurita, hace cuatro años, escribió el prólogo a la reedición de su novela Círculo vicioso y hoy apuntó en una columna en La Tercera: "Me avergüenzo de ser Premio Nacional en una lista que sin él es espuria y torpe".
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Germán Marín, Guillermo Thorndike, Cristián Huneeus, Paulina del Río y Enrique Lihn.[/caption]
Germán Marín no tenía pelos en la lengua. Era sincero y también generoso. Como ocurre con los viejos contestatarios, se llevaba mejor con las generaciones más jóvenes. Valoraba la obra, por ejemplo, de Alejandro Zambra, Simón Soto y Paulina Flores.
El autor de El Palacio de la Risa militó en el Partido Comunista y a mediados de los 60 viajó a China, donde se acercó al maoísmo. De regreso trabajó en la editorial Quimantú, en los comienzos de la UP. Para entonces ya había tomado distancia de sus compañeros PC y de hecho tuvo roces con Pablo Neruda: "En 1968, tuvimos una fuerte discusión en Isla Negra porque Neruda era muy solidario con la Unión Soviética. Le rebatí sus ideas y me fui", contó a revista Qué Pasa.
Los nenes
Tras el golpe de Estado, a fines de 1973, Germán Marín se exilió primero en México y después en Barcelona, España. Regresó a Chile a comienzos de los 90, donde retomó su vida literaria, tanto como escritor y editor. Trabajó en Random House y comenzó a publicar los libros que habían quedado en pausa, incluyendo la saga Historia de una absolución familiar y destacadas novelas como La segunda mano, El guarén, Tierra amarilla y Póstumo y Sospecha.
Ya bordeaba los 60 años Marín, y comenzó a frecuentar un grupo de escritores y editores jóvenes. Era los años en que brillaba la Nueva Narrativa con Arturo Fontaine, Jaime Collyer, Gonzalo Contreras y Carlos Franz.
"Estaba en estado de ebullición ese grupo. Era interesante como expresión de una nueva literatura después de tantos años de opacidad en las letras chilenas. De esos autores, el que me parece más interesante es Alberto Fuguet", señaló Marín.
Por entonces en su labor de editor le tocó rechazar libros como la novela Lugares comunes de Andrés Velasco, que finalmente publicó editorial Planeta.
Su relación con los comunistas no era buena, menos con uno emblemático como Volodia Teitelboim, quien obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 2002. Dos años después Marín señaló: "Sus memorias son falsas memorias. No ha tenido la valentía moral de enfrentar los crímenes del estalinismo". Sobre Isabel Allende, Premio Nacional 2010 comentó: "Yo creo que ella no se lo merecía. La encuentro bastante floja, productiva, pero floja".
Hace 15 años le preguntaron "¿Qué siente cuando le dicen resentido?". Marín respondió: "Hay mucha gente que lo toma como un agravio, pero yo lo considero una verdad. Asumo el resentimiento como una herramienta de conocimiento, de donde se pueden tener visiones más penetrantes de la realidad, con menos facilismos, menos perdón".
Acaso una de sus polémicas más publicas fue en 2006. El escritor Gonzalo Contreras publicó la columna Germán Marín y sus "nenes". Allí apuntaba a Alvaro Bisama, Alejandro Zambra, Rafael Gumucio y Matías Rivas "Sus talibanes, como también los designa, han emprendido una cruzada por el (Premio) Nacional a Marín (…) y se han tirado en picada contra la llamada Nueva Narrativa".
Dos años después, en 2008, el fundador de The Clinic, Patricio Fernández publicó la novela Los nenes, que le costó la enemistad con Marín por narrar un episodio personal del escritor ahora fallecido.
Hace dos años, Marín bromeaba, en las páginas de este diario, "Ya no soy ningún nene y creo que mi próximo libro será el último". También le preguntaron cuál era su insulto preferido. La respuesta "Me cago en tus muertos".
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Marín, en uno de sus últimos retratos en su hogar en Providencia.[/caption]
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