Josefina Araos, historiadora: “Chile necesita una derecha que crea convencida que el malestar no es un invento de la izquierda”
La historiadora e investigadora del IES, autora de El pueblo olvidado, analiza los resultados de la elección, que podrían hablar de una derechización del país luego de un movimiento hacia la izquierda. Josefina Araos cree en cambio que no se ha leído bien a la ciudadanía. Así también sostiene que el triunfo del candidato del Frente Social Cristiano no significa el fin de la crisis social: "Si Kast no toma en serio las demandas de octubre, le pueden estallar en la cara si llega al poder”.
Si la palabra crisis alude a la idea griega de momento crucial de cambios o de ruptura con el orden previo, hemos vivido años de crisis sucesivas. Lo inesperado atraviesa nuestra historia inmediata y nos lleva de sorpresa en sorpresa: del estallido social a una Convención Constitucional liderada por la izquierda y la Lista del Pueblo, con una derecha en minoría, y luego el triunfo de José Antonio Kast en la primera vuelta de las elecciones presidenciales. “En un mismo año pasas de un país de izquierda a uno de derecha. ¿Se derechizó Chile o la gente se está moviendo por otros criterios?”, se pregunta la historiadora Josefina Araos.
Eventualmente, en mayo un resultado como el del domingo habría parecido una paradoja. Siguiendo a los griegos: inverosímil, contra el sentido común. Más aún si se considera la aparición de Franco Parisi superando a Yasna Provoste y Sebastián Sichel. Pero tal vez, como observa la investigadora del IES, se trate de otro fenómeno: “Hay un voto móvil que se está liberando de la distinción de izquierda a derecha, un voto que está muy enojado, uno podría decir que los que votan la Lista del Pueblo tal vez no son muy distintos de los que votan Parisi. Y una ciudadanía que siente que tiene que votar entre dos demandas muy sentidas, que son las de cambio a nivel de reformas sociales, por demandas pendientes muy urgentes, y seguridad en el sentido más tradicional del término, a propósito del narcotráfico, la delincuencia y las cuestiones del día a día que han impactado mucho la vida cotidiana de las personas”.
De este modo, hoy se plantea una disyuntiva. “Dos demandas muy sentidas por la ciudadanía no solo están en dos candidaturas distintas sino que son opuestas. Y así como la derecha quedó descolocada con el estallido y la Convención Constituyente, ahora son Boric y compañía los que están más sorprendidos”, dice.
Autora de Católicos y perplejos y de El pueblo olvidado, recién aparecido, Josefina Araos subraya que la demanda por el orden ha logrado una relevancia que la izquierda minimizó.
¿Es el fin del octubrismo?
Yo no lo tengo tan claro. Creo que las demandas que están en la base del estallido siguen muy vigentes, son muy sentidas, por algo los estudios muestran que la gente tiene altas expectativas del trabajo de la Constituyente, porque son demandas de ámbitos fundamentales, como salud, pensiones, educación, que son las que te permiten tener vidas tranquilas. En ese sentido no ha desaparecido octubre. Pero si por octubrismo nos referimos a ciertas dinámicas que se instalan a propósito de lo que estalla ese 18 de octubre, que tienen que ver con las manifestaciones violentas, con la actitud de cierta parte de la clase política ante la violencia, todo ese desprecio a la demanda de orden, que es lo que te permite llevar vidas cotidianas tranquilas, sobre todo a los más pobres, en ese sentido sí, hay una caída de ese octubrismo. La gente parece cansada de una dinámica que parece haberse instalado y de cierto mundo político que ha tenido una relación ambivalente con las manifestaciones violentas y ha mirado con poco interés las demandas de la gente por vidas tranquilas y por un Estado que sea capaz de asegurar el orden. Si a la gente la hacen elegir entre derechos sociales y orden, quizá van a elegir orden. Pero no es porque les interese más el orden, sino porque es la condición de posibilidad de cualquier otra cosa. Hay un cansancio de esas dinámicas, pero no de las demandas profundas de octubre, y si una figura como Kast no las toma en serio, le pueden estallar en la cara si llega al poder.
¿Las declaraciones de que van a meter inestabilidad al país no fueron inofensivas?
Fueron muy desafortunadas y en un momento muy crítico. No fue solo un exabrupto de Sebastián Depolo, sino muy reveladora de una dificultad que tenía la izquierda y que se ilustró el domingo. Es un resultado estrecho, están los dos candidatos sobre los 20 puntos, ambos deben ir a buscar un porcentaje importante de votos para ganar y eso no lo tiene asegurado ninguno. José Antonio Kast tiene el riesgo de la borrachera electoral. Pero Boric tiene muchas preguntas que enfrentar. Yo encuentro muy impresionante lo que pasa en La Araucanía, en Ñuble, en el norte; el norte era un lugar histórico de voto de izquierda. Qué pasa con un candidato que viene de Magallanes, que tiene un discurso regional, y gana fundamentalmente en la capital y no es capaz de convencer a las regiones. Y en las regiones atravesadas por crisis migratorias, con la cual la izquierda se ha relacionado con muchas dificultades.
Si ese es uno de los puntos débiles de Boric, ¿cuál es el de Kast?
Kast tiene el gran problema de falta de claridad en cuestiones democráticas, la herencia de la dictadura, los violadores de los derechos humanos. Más allá si a la gente le importa a la hora de votar, es muy relevante que un Presidente tenga convicciones claras respecto del sistema democrático; no todos pueden tener la misma postura sobre el pasado reciente, porque es muy disputado, pero sí convicciones parecidas sobre el sistema democrático, y creo que ahí Kast no ha mostrado tanta claridad. Pero además en materia social es muy débil, en parte porque sostiene la tesis del entreguismo, que lo que molestó a la gente es que dejó de haber crecimiento y la derecha dejó de defender sus ideales. Entonces, si Kast gana se va a enfrentar a una pérdida de apoyo en la medida que no se haga cargo de esas demandas que son muy sentidas, y eso puede generar un nuevo estallido, o que no pueda cumplir sus promesas de orden. Kast sintoniza muy bien con esa demanda, pero otra cosa es que pueda cumplir con ella, porque habla simplemente de mano dura. Y las dificultades que tiene el Estado hoy muestran que no es simplemente tratar de imponer el orden público.
¿Kast no ha sabido leer octubre?
Hasta ahora, no. Kast arma su programa en un tono provocador y apostando a que no salía de los 10 puntos, él mismo jamás anticipó llegar adonde está. Y la gran pregunta es si va a empezar a modificar cosas del programa que él mismo hizo evidente que hay que cambiar en el último debate, cuando le preguntaron por las centrales a carbón, él mismo se dio cuenta del absurdo. Y va tener que ver si logra ser convincente a la hora de decir parece que tengo que hacerme cargo de demandas sociales y de cambio, porque el sistema no puede seguir como está. Porque hasta ahora lo que ha mostrado es eso: tiende a adherir a las tesis de que el malestar es un invento de la izquierda, que el descontento tiene que ver simplemente con evitar el crecimiento, que hay un marxismo o comunismo internacional cultural que hegemoniza y convence a la gente de que hay problemas en lugar de hacerse cargo de que la gente tiene demandas muy sentidas, no solo en torno a delincuencia y narcotráfico, sino de reformas sociales que entran en tensión con la lectura economicista de la realidad que tenían los Chicago Boys. Chile exige hoy una economía muy distinta, con un Estado necesariamente más protagónico, y eso no puede seguir considerándose una lectura de izquierda. Creo que ahí puede caerse y tener muchas dificultades, quizá no para ganar, pero sí para gobernar.
En este contexto, ¿cómo entiende el resultado de Parisi?
Nadie tiene la respuesta completa. A estas figuras controvertidas solemos mirarlas a ellas, sus cosas problemáticas, que Parisi tiene miles, pero nadie mira su electorado, el mundo que está logrando de convocar. Parece que ha hecho una campaña en redes sociales que es un universo nuevo, que genera una dinámica de cercanía que te permite estar y no estar, sobre todo en pandemia. Pero si uno ve ese triunfo en el norte que es el más contundente, probablemente sea el voto de castigo y de rechazo a la clase política, que es una de las constantes que hemos tenido en el último tiempo. Por eso me atrevo a pensar que puede haber continuidad entre el voto a la Lista del Pueblo y el voto a Parisi. Y además está el tema migratorio, que es muy impresionante, porque el rechazo a la migración la izquierda solo lo explica por racismo y xenofobia, no tiene otra explicación. Y el problema es que eso no se hace cargo de la experiencia que tienen las personas. Además, la distribución de los efectos de la migración es muy desigual, la padecen los más pobres y también las zonas extremas. Desde la metrópoli y desde la élite es muy fácil condenar y espantarse por el rechazo a la migración. Mi sensación es que Parisi encarna eso: ese voto de castigo y de rechazo, pero que al mismo tiempo es un voto muy volátil. Ahora hay que ver qué pasa con Parisi: si hay un proyecto político o solo es expresión de estos descontentos y frustraciones.
¿A dónde irán esos votos en segunda vuelta?
Muchos dicen que podrían estar más con la derecha que con la izquierda. Los apoyos nunca son transferencias directas y si es un voto de castigo puede ser gente a la que no le interese ir a votar por ninguno. Los dos candidatos le hicieron guiños muy abiertos a ese mundo. Uno tendería a pensar que va a ser más fácil para Kast, por las dificultades que tiene el mundo de Boric respecto de lo que pasó en el norte.
¿Asistimos a la muerte de la Concertación?
Todo es ambiguo. ¿Terminó o no la Concertación? La evidencia parece decir sí, pero uno podría pensar que parte del fracaso de Provoste fue la rendición a la tesis frenteamplista, de estos hijos renegados de sus padres, en lugar de defender su legado, críticamente pero defenderlo. Muy tarde Provoste intentó diferenciarse de esta izquierda. Por un lado uno dice ya terminó ese ciclo y por otro quizá Provoste perdió precisamente por no reivindicarlo, en una ciudadanía que tal vez siente que estos 30 años no son solo cosas malas, no son sólo despojo, para utilizar los términos del vicepresidente de la Convención, Jaime Bassa. Parece que también se alcanzaron cosas valiosas. Todos dicen que si ganaron Kast y Boric es porque la gente está radicalizada, y curiosamente ambos van a tener que mirar al centro para asegurar los votos, entonces no es claro que la gente esté radicalizada sino que la política está muy polarizada y no está leyendo a la ciudadanía.
¿Cómo se puede reconstruir el centro político? ¿Hay un electorado huérfano ahí?
Mi sensación es que hay un electorado huérfano. Por eso hay que cuidarse de asumir que todo el votante de Kast es radicalizado, no necesariamente. Hay un mundo que se abstuvo y ese sigue siendo nuestro gran elefante en la habitación, el tema de la participación. Ahí hay un mundo huérfano que quizá es del centro. Provoste y Sichel trataron de hacer, y fracasaron, una reivindicación crítica de los 30 años. Cómo logras presentarte como un espacio que sabe que se hicieron cosas mal, incluso lo que se hizo bien requiere reformas, hay demandas por promesas que no ha cumplido el sistema, y al mismo tiempo la gente siente que tiene mucho que cuidar, no quiere partir de cero, valora lo que tiene, porque le ha costado mucho, y quiere candidatos que sean capaces de reivindicar eso. Y eso no está. Ambos candidatos lo intentaron pero cometieron errores: Provoste al rendirse al Frente Amplio, y en la derecha hubo una relación instrumental entre Sichel y los partidos. Era tan instrumental el vínculo que ni Sichel se preocupó de cultivar la relación son ese mundo y los partidos rápidamente se movieron cuando se dieron cuenta que la competitividad iba por otro lado. Y ese oportunismo se paga caro: muestra que en verdad no hay proyecto. Además Sichel confundió moderación con progresismo, decidió cuestionar a Kast por la agenda valórica, que es un tema más de élite. La distinción de Sichel debió haber sido más por las reformas sociales sustantivas, mucho más que por el matrimonio gay.
¿El tema valórico es más de élite? ¿La diversidad sexual, el género y las identidades no formaron parte de la protesta de octubre?
Las protestas son muy expresivas pero solo los estudios de largo plazo pueden identificar qué representan. Lo inmediato no permitía captar mucho más que un profundo descontento. Sigue siendo tarea de la política hacer esa jerarquización. Si tú ves los estudios todos coinciden que las demandas más importantes no están en esos ámbitos. Creo que son temas súper importantes para las personas en términos de definiciones ideológicas, pero cuando le preguntan a la gente en qué se deberían concentrar las políticas públicas el énfasis no va por ese lado, va por cuestiones sociales y bien materiales.
¿Qué otro sesgo de élite observa?
El voto evangélico. La encuesta del COES mostró que un porcentaje importante del país es evangélico y ese mundo en la élite no existe. La élite o es católica o agnóstica o atea, pero evangélica no. Ese mundo es despreciado por la élite, considerado ignorante, radical, homofóbico, y se va al único candidato dispuesto a hablarle y Kast les dice las posiciones que ustedes defienden tiene un espacio legítimo. Por eso es problemático cuando un candidato como Sichel identifica extremismo con posiciones conservadoras; eso no significa que posiciones conservadoras puedan volverse radicales, y las posiciones progresistas también pueden ser radicales.
¿El triunfo de Kast impide la construcción de una derecha más social?
No, en el sentido de que Chile necesita una derecha que tenga una agenda social, que crea convencida que el malestar no es un invento de la izquierda, que ofrecer reformas sustantivas no es de izquierda, que pueda pasar a la ofensiva y apropiarse libremente y desde su propia identidad de reformas con un marcado énfasis social. Eso Chile lo demanda y lo va a castigar tarde o temprano, aunque pueda parecer que hoy la derecha dura, la que dice que no hay nada que hacer en esa materia y que el énfasis debe estar en el orden y el crecimiento, parezca convencida de que estaba en lo correcto. Sería muy trágico para la derecha y para lo que necesita el país pensar que no existen esas demandas en la sociedad. Lo que viene se va a jugar más en en qué propuesta o proyecto ofreces para esa gran demanda de certeza y no en negar la existencia de ese malestar. Tenemos que acordar en todo el espectro político que hay un malestar muy profundo y las diferencias vendrán en qué respuestas ofrecemos para ello.
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