La crisis que aún no llega: la economía rusa luego de las sanciones de Occidente
A pesar de la salida de más de mil empresas, Rusia ha mantenido su economía a flote, vendiendo caro sus recursos energéticos a otros mercados como China e India.
Uno de los componentes centrales de la respuesta occidental a la invasión rusa en Ucrania fue la imposición de graves sanciones en los pilares de la economía rusa, y particularmente, en la explotación del crudo, el gas, el sistema bancario y lo relativo a la importación de alta tecnología. Al plantearse estas sanciones, la idea era meter presión en la opinión pública y círculos de Putin, en miras a que pudiese negociar un fin del conflicto.
Un año después, las sanciones no habrán conseguido ese último objetivo, pero sí diezmaron la economía del país y la manera en que tanto Rusia como Europa conciben su abastecimiento: si en un principio la amenaza de quedar sin gas ruso aterraba a los países europeos, hoy estos han encontrado otras salidas para enfrentar futuros inviernos.
En Rusia, mientras, “un exceso de dinero” en la economía, relacionado con el aumento de los precios de la energía, ha permitido al país esquivar una crisis y mantener sus esfuerzos de guerra. De todos modos, los expertos indican que las sanciones y aislamiento internacional que está sufriendo Moscú podrían tener efectos a largo plazo.
Las sanciones occidentales han ido, en muchos casos, específicamente dirigidas a oligarcas cercanos a Putin, tanto como al Grupo Wagner, actualmente se encuentra muy activo en el frente de guerra. De todos modos, esto también provocó la salida voluntaria de más de mil empresas extranjeras de Rusia, en un éxodo sin precedentes que se mantiene hasta el momento: desde empresas energéticas como Shell, pasando por la industria del entretenimiento con Disney, Warner Bros, Spotify, Netflix, incluyendo marcas de lujo como Chanel, Hermès y el gigante LVMH, y llegando al sistema bancario con PayPal, Mastercard, Visa y American Express.
Al respecto, la revista Fortune aseguró: “Estas salidas voluntarias, de compañías cuyos ingresos representaban el 35% del PIB ruso, y que empleaban el 12% de la fuerza laboral, se sumaron a la imposición de sanciones duraderas y sin paralelo en escala y alcance, incluyendo los controles de exportación en tecnologías sensibles, las restricciones a las élites rusas y la confiscación de activos, la inmovilización de los activos del banco central de Rusia y la eliminación de bancos rusos clave de SWIFT”.
Sin embargo, desde Re:Russia aseguran que las sanciones no provocaron el desastre económico esperado por Occidente. “El principal factor que permitió interrumpir el desarrollo estándar de la crisis económica fueron los ingresos anormalmente altos de las exportaciones de energía, los más altos en la historia del país. Las sanciones impuestas han dispersado aún más la escala del superávit comercial. Como resultado, hubo un exceso de dinero en la economía, incluso a pesar de una enorme salida de capital. Este fue el factor principal en la crisis atípica”, explica el medio en un número llamado “Peor que la crisis. Cómo funciona la anomalía económica Rusa y hacia dónde conduce”.
Las medidas del Banco Central de Rusia, durante el año pasado, lograron amortiguar la caída del rublo que se esperaba a causa de las sanciones. Así mismo, la misma institución aseguró que el PIB cayó un 2,1%: un declive mucho menor al 10% que esperaban los funcionarios occidentales.
Ciertos sectores de la economía rusa sí que sufrieron el golpe de las sanciones, pero otros llegaron a crecer un 20%, indica Re:Russia. “Esto no significa que la economía ‘sobrevivió’ y superó el golpe de las sanciones. Los indicadores optimistas no reflejan la reacción de la economía a los desequilibrios resultantes, sino el efecto de movilizar el exceso de ingresos. Mientras tanto, los desequilibrios creados por las sanciones y la guerra persisten”, indica el artículo, que asegura que cuando los ingresos se reduzcan, la economía se enfrentará al mismo conjunto de problemas que caracterizan las crisis económicas estándar: hambre de inversión, devaluación, déficits presupuestarios crónicos y contracción de la demanda.
Por eso, los expertos de Re:Russia aseguran que la crisis asociada a la salida masiva de capital, y al aislamiento de la economía rusa en relación con los mercados internacionales, es algo que “está por delante”, y que las consecuencias de esto aún no se ven en toda su magnitud.
El factor energético es clave para entender el futuro de la economía rusa y su integración en el mundo. Al momento de la invasión, los países europeos importaban un 40% de su gas natural a un 25% de su crudo a Rusia. Eso causó una dependencia por parte de los líderes europeos, y particularmente Alemania.
En una columna llamada “El mundo ya no necesita a Rusia”, Foreign Policy detalla: “La amenaza era potente, porque en 2021 el 83% del gas ruso exportado iba a Europa. Las exportaciones totales de 7 millones de barriles de petróleo diarios, y 200 billones de metros cúbicos de gas al año eran casi la mitad del ingreso federal ruso. Pero más importante; los bienes rusos jugaban un rol crucial en la cadena de abastecimiento: Europa se apoyaba en Rusia”.
Con eso, recién el 5 de diciembre –con ya nueve meses de guerra–, los países de la Unión Europea prohibieron la importación del petróleo ruso traído por mar. En todo este intertanto, y luego de un invierno que no fue tan frío como se temía, Europa consiguió encontrar fuentes alternativas de gas natural, sobre todo desde Estados Unidos. Pero si Europa dejó de comprar, Rusia tuvo que desviar sus ventas a otra parte: específicamente, China e India.
“Ahora es evidente que el mundo no necesita del petróleo de Putin”, señala Foreign Policy, asegurando que el precio del petróleo hoy está más bajo que antes de la guerra, y que a partir de la segunda mitad del 2022, hubo un aumento de la oferta petrolera equivalente a 4 millones de barriles por día, de productores como Estados Unidos, Venezuela, Canadá y Brasil.
Además del éxodo de las transnacionales, Rusia ha sufrido una salida de profesionales y capital propio. Ya en marzo, se trataba de medio millón de trabajadores calificados: la mayoría hombres que salían para evitar la posibilidad de conscripción. Ya en septiembre, con la movilización parcial anunciada por Putin, llegó a un millón la cantidad de rusos expatriados, yendo la mayoría a Kazajistán y Georgia.
Ahora bien, los rusos que se iban del país no lo hacían con los bolsillos vacíos: empresas de remesas en los países vecinos aseguraron que el flujo de dinero que pasaba por ellas se multiplicó diez veces. Con esto, además, rápidamente se instalaron negocios en los países que acogían rusos.
“Mientras tanto, los paraísos fiscales para los rusos ricos, como los Emiratos Árabes Unidos, están en auge, con una estimación que afirma que el 30% de las personas de alto poder adquisitivo de Rusia han huido”, indica la revista Fortune.
Según Re:Russia, lo que está pasando en el país es que Putin terminó poniendo la economía en “modo de guerra”. “Su sistema económico (y político) se conserva, se moviliza para la tarea de contrarrestar las sanciones (economía de resistencia). La sociedad se adapta a la existencia a largo plazo en condiciones de movilización antisanciones, pero, como resultado, se le priva del potencial y las herramientas de desarrollo durante un largo período”, indica el medio, comparando a Rusia con Irán, un país que lleva desde 1979 bajo sanciones, y que por eso mismo aún no alcanza el nivel de PIB per cápita que tenía a principios de los setenta. Y aún así, continúa resistiendo.
Para Jeffrey Sonnenfeld, profesor de la Yale School of Management, al menos la amenaza que Putin representaba para Occidente se acabó, por lo menos, en el ámbito económico. “Nunca más Putin estará en una posición que pueda causar tal caos y desorden en la economía global, porque ha debilitado permanentemente la mano más poderosa que tenía Rusia, su energía y sus bienes, sin vuelta atrás. La guerra se sigue peleando en el frente de batalla, pero al menos en el frente económico, la victoria está a la vista”.
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