La escasa relación entre Víctor Pérez y Piñera, y cómo eso marca la ruta del nuevo gabinete
Se ubican hace años. Pero para el Presidente fue un tema escoger a alguien que no conoce bien -aunque valora su estilo- y que carece del nexo íntimo que tuvo con Rodrigo Hinzpeter, Gonzalo Blumel y Andrés Chadwick. Éste es amigo de ambos y se lo habría recomendado a Piñera; eso también hizo el saliente Claudio Alvarado. Esta confianza por construir es básica para jugar de memoria. Incidirán sus rasgos y el manejo del gobierno ante el plebiscito con un Número Dos que está por el "rechazo".
No son amigos. No se conocen a fondo más allá de que las décadas que llevan en política los han reunido varias veces, y más en los encuentros del Mandatario con dirigentes de partidos y parlamentarios. Los dos tienen sentido del humor pero no es el mismo: ha habido veces que el nuevo ministro se ha quedado dándole vueltas a algún comentario o talla suya. Pero sobre todo, Sebastián Piñera y Víctor Pérez nunca han tomado o coordinado juntos decisiones políticas importantes, compenetrados a fondo por objetivos o ideales comunes.
Esa esa la diferencia con sus antecesores Rodrigo Hinzpeter, Andrés Chadwick y Gonzalo Blumel (los tres, además, ganaron campañas presidenciales). Entre sus conocidos en común describen que se respetan y que el Mandatario aprecia de su nuevo brazo derecho rasgos que a él le importan, como que argumente corto y al callo, sin irse por las ramas, sin dejar ideas en el aire ni sin plantear soluciones... todas cosas que le hacen perder rápido la paciencia. También que ante una decisión vea rápido sus ventajas y desventajas.
Otros agregan que intereses en común como la lectura -los amigos de Pérez dicen que le gustan la historia y las biografías- podrían jugar a favor entre dos conocidos-desconocidos, y más si el nuevo ministro es reservado con sus cosas y hasta un tanto desconfiado. No usa Whatsapp, pero tendrá que hacerlo para estar al día con él y el resto del gabinete que ahora comanda.
Y hay hasta quien cuenta que -tal vez por esto mismo- cuando el gobernante lo llamó el lunes en la tarde para ficharlo, habría echado mano a una anécdota teñida de talla para distender.
La cosa es que cuánta confianza puedan construir entre ambos definirá si el Presidente y su nuevo ministro podrán jugar de memoria en esta fase en que el cuarto comité político arranca sin derecho a “luna de miel” ni indulgencia opositora, con la popularidad nuevamente en caída, a menos de tres meses del plebiscito constituyente y con la crisis sanitaria y económico social.
Y sin olvidar que allá dan por hecho que Pérez tendrá que encarar el manejo del orden público arriesgando consecuencias. Además de su historial de “duro”, de derechista sin dobleces, esta mañana recordaban en Twitter (bajó ayer su cuenta) que durante el estallido social dijo que “durante muchos días de estas últimas semanas Carabineros de Chile fue el que logró sostener el Estado de Derecho” y que “mis profesores de Derecho Público me decían que la fuerza del Estado era legítima y que la violencia de los particulares era ilegítima, y que eso es la base del Estado de Derecho. Carabineros es una de las instituciones que ha recibido un ataque frontal”.
El equipo de prensa que hasta ayer trabajaba con Blumel tendrá que ayudarlo a lidiar con las inevitables preguntas. Ellos siguen con Pérez hoy hasta nuevo aviso. Lo mismo el jefe de gabinete del caído Evópoli, Pablo Prieto, y su jefe de asesores Andrés Sotomayor, dupla a la que Pérez le pidió ayer quedarse al menos por 15 días porque llegó solo, sin equipos y hasta esta mañana no se ha sabido que haya fichado a alguien.
Chadwick y Alvarado, claves en nombramiento
Todo esto explica los datos que precedieron a que Pérez jurara ayer y que ilustran voces que conocieron la trastienda. Uno, que para Piñera fue un tema, casi un problema, escoger a alguien que no hubiese trabajado antes con él, que es como históricamente “tasa” a sus subalternos. Fue una decisión difícil. Dos, que de nuevo el elegido no fue su única opción porque también tenía otras alternativas. Tres, que era el candidato de la presidenta UDI Jacqueline van Rysselberghe (aunque ella ha dicho que el mandatario lo eligió), de quien es tan cercano que podría haber sido su carta para sucederla en las internas del partido.
Ella, en todo caso, dijo hoy que “para el gobierno anterior me tocó ser intendenta, venía a cada rato de Concepción y no lo conocía (a Piñera). Y trabajé estupendamente bien. Esto es pega”.
Y cuatro, que al menos dos personas que el ministro tiene en común con el Jefe de Estado fueron claves en que fuera él el nominado. Uno fue Andrés Chadwick -según los suyos-, viejo amigo de Pérez, con quien hablan seguido y que acá habría tocado el tema con Piñera.
El otro es el saliente ministro Segpres Claudio Alvarado -también amigo de Pérez-, quien lo llamó hace 15 días para preguntarle si estaba dispuesto a asumir un cargo que no le especificó. Al menos hace dos semanas que el nombre de Pérez era uno de los que estaba en el diseño; en ese mismo dibujo estaba pensado que Alberto Espina pasara de Defensa a Segpres, cosa que no aceptó. El senador respondió que estaba disponible dada la crisis, y Alvarado se lo recomendó al Presidente.
Alvarado ya lo había sugerido para entrar al gabinete en medio del estallido social, pero entonces no llegó a oídos de Piñera.
Claro que hay versiones que afirman que para el dueño de casa habría sido más cómodo a su lado tener al senador Juan Antonio Coloma o a la alcaldesa Evelyn Matthei, a quienes sí conoce bien, pero sabía que ninguno estaba demasiado dispuesto. En carpeta estaban además Espina, Teodoro Ribera y Andrés Allamand. Pero pesó el cupo UDI además.
La confianza mutua que tejan Piñera y Pérez también será esencial para lograr que las garantías que se quieren dar para un plebiscito. Y acá está el fondo del asunto para la UDI y para La Moneda, en cuyo corazón no niegan esto: que ordenar al sector tiene como meta urgente recuperar toda la popularidad posible para acercarse al menos al rango del 30%. Con eso podrán encarar el referéndum del 25 de octubre con alguna esperanza de ganar al menos ese mismo tercio en el órgano constituyente, piso para tener derecho a veto.
Y eso tiene que partir con reconquistar esa tajada entre sus propios parlamentarios después del desastre de la ley de retiro de pensiones y el veto presidencial a los servicios básicos.
En rigor es tarea de Cristián Monckeberg en la Segpres. Pero como jefe político recién salido del Senado, también le toca a Pérez. Su problema acá es que él fue uno de los promotores de castigar a los congresistas UDI que votaron a favor del 10% cuando les dijo en esa carta a El Mercurio que si lo hacían, se autoexcluían del partido. Y en la bancada de la que era subjefe cuentan que por eso se habría quebrado su amistad con el senador Iván Moreira, quien lo responsabiliza a él y a JVR de articular las sanciones (dicen que exculpa al senador Coloma, eso sí).
El rol en el plebiscito
Volviendo al plebiscito, el rol de Pérez importa porque se supone que La Moneda está bajo orden de prescindencia y neutralidad y él está por el “rechazo” al mando de un equipo al que ya le cayó el mote opositor del “gabinete por el rechazo”. Ayer dijo dos cosas. Que “el Presidente nos ha dado una misión, y esa es la que vamos a cumplir como ministros de Estado. Que el plebiscito del 25 de octubre se realice de la manera más segura y participativa posible”.
Pero en la noche, en Canal 13, declaró que eso se hará “conociendo las convicciones de unos y otros”, que “la gente me conoce”, que “mi electorado sabe cómo pienso”, que “tengo mucha paciencia”, y que le gustaría dejar como sello para la posteridad que fue alguien “que cumplió su deber que sirvió al país a los ideales que siempre ha creído”.
Por lo pronto, el ministro ha proclamado una postura dialogante. Esta mañana sostuvo varias reuniones, una de ellas con el nuevo jefe de Defensa, Mario Desbordes, con quien tendrá que trabajar codo a codo en los temas de seguridad mientras se mantenga el estado de excepción. Y a primera hora impartió sus primeras instrucciones -más coordinación- a la PDI y Carabineros.
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