La visión de un ex frentista que participó del escape: “Pacto de Fuga es muy apegada a la realidad”
Juan de Dios Márquez fue uno de los 49 presos políticos que huyó de la ex Cárcel Pública el 29 de enero de 1990, hace 30 años. Su historia inspira uno de los personajes del filme de David Albala, que se ha convertido en el éxito del cine chileno del verano: cuenta más de 50 mil espectadores.
A fines de enero de 1990, la Segunda Fiscalía Militar citó a un grupo de frentistas detenidos en la ex Cárcel Pública para leerles su condena. Entre ellos estaba Juan de Dios Márquez, procesado por la internación de armas en Carrizal Bajo. Lo condenaron a 17 años. Pero Márquez y un grupo de sus compañeros de armas tenían un plan.
Después de escuchar la sentencia, le dijo a uno de ellos: "Si supiera este huevón que nos vamos la próxima semana".
El 29 de enero, hace 30 años, Juan de Dios Márquez y otros 48 reos vinculados al FPMR y al PC protagonizaron el mayor escape de la historia del país. Llamada Operación Éxito, la fuga sorprendió al régimen y, a 40 días de la salida de Pinochet de La Moneda, añadió tensión al retorno a la democracia.
Ex estudiante de medicina en La Habana, Juan de Dios Márquez fue uno de los ex frentistas que asesoró al director David Albala en el guión de Pacto de fuga, la película que recrea la huida. Originalmente su estreno estaba agendado en octubre, pero se postergó debido al estallido social. Llegó a salas hace una semana y se ha convertido en la película chilena más exitosa del verano: contabiliza más de 50 mil espectadores.
Con el ritmo y la tensión de un thriller, Pacto de fuga ha recibido también el respaldo de la crítica. "El mismo Albala ha declarado que su meta era hacer una película de suspenso y acción, algo que logra con creces", escribió el crítico René Martín.
"Yo me reuní con el director, le hice bosquejos y esquemas de cómo se hizo", dice Juan de Dios Márquez. "Como tenía estudios de medicina, yo era el encargado médico del equipo, y bueno, le conté mi experiencia", añade.
En el filme Benjamín Vicuña y Roberto Farías interpretan a los líderes del grupo, inspirados en Miguel Montecino y Rafael Blanchet; a su vez, Eusebio Arenas da vida a Patricio Velásquez, un médico formado en Cuba que toma rasgos de Juan de Dios Márquez.
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Eusebio Arenas interpreta a Patricio Velásquez inspirado en Juan de Dios Márquez.[/caption]
"Es ficción basada en hechos reales", dice el ex miembro del frente a través del teléfono. "En mi familia me dijeron 'Puta, pero ese rubiecito no erís tú!'", cuenta entre risas. "Entonces claro, la idea no es poner el personaje en sí, es una versión libre de un hecho real. Lo más destacable es entregar el mensaje de que algo que muchos pensaban que era imposible fue posible. Con tesón, organización, esfuerzo y muchas cosas se pueden lograr. Cuando llegamos a la Cárcel Pública no había por dónde fugarse: todo era cemento, rejas por todos lados. Por dónde cresta. Tuvimos que explorar y hacer ensayo y error", cuenta.
¿La película se aproxima a cómo ocurrieron las cosas?
Es muy cercana. Los personajes están hechos base a los prototipos que estábamos ahí. Pero la recreación de la cárcel, el túnel y la forma como actuamos como presos políticos, como enfrentamos las situaciones, está muy pegado a la realidad. Lo que sí en nuestra fuga no hubo sangre, eso es parte de la ficción.
Trabajo de chino
Cucharas, ollas y destornilladores: esas fueron las primeras herramientas que utilizaron para abrir el túnel en la ex Cárcel Pública, recuerda Juan de Dios Márquez. Nacido en Talagante, afiliado al PC desde el liceo, partió a Cuba en 1973. Cursó medicina en La Habana, estudios que no terminó, y en los 80 se integró al FPMR. Fue detenido cuando la CNI descubrió el arsenal de Carrizal Bajo, en 1986.
En prisión se encontró con los hombres que liderarían el gran escape. "El grupo inicial veníamos de la Penitenciaría, el núcleo, y allá ya estábamos trabajando en un plan de fuga. Pero en un allanamiento nos encontraron una cantidad de documentos y el Fiscal Torres dice entonces que en la Penitenciaría está funcionando la universidad del terrorismo y decide trasladarnos a la Cárcel Pública. El primer grupo se va con la tarea de llegar y trabajar en este proyecto, ver qué posibilidades había", recuerda.
No era un plan simple: debían cavar un túnel a siete metros de profundidad, desde las galerías destinadas a los presos políticos, en el centro de la cárcel, hasta el patio trasero de la Estación Mapocho. Es decir, una distancia de 60 metros. Además de no contar con herramientas adecuadas y mantener el plan en completo hermetismo, estaba el problema de la tierra: dónde depositarla.
Hallaron un lugar: en el entretecho de la cárcel. Comenzaron a trabajar en el túnel a mediados de 1988 y lo culminaron 18 meses después. "Para qué le voy a decir que no teníamos dudas, porque el túnel era muy largo y significaba tiempo", dice Juan de Dios Márquez.
"Al comienzo se avanzaba muy poco y se sacaban bolsitas de tierra", cuenta. "Después se fue perfeccionando, hicimos herramientas que nos permitieran avanzar más. Una jornada de trabajo ya no se medía por bolsitas, se medía por metros. Mejoramos, incorporamos iluminación, sistema de ventilación, etc. Una vez trabajando de noche con un compañero miramos lo que llevábamos y nos dijimos 'Puta, aunque nos pillen, no pueden desconocer que hemos hecho un trabajo titánico'. Porque miraba hacia atrás y veía los rieles por donde movíamos el carrito, las tablas para reforzar el túnel, la ventilación con botellas de plástico: era un trabajo de chino".
El grupo de trabajo partió con 6 integrantes, luego creció a 8 y finalmente a 18. Unos se incorporaron por necesidad, para avanzar más rápido, otros porque el túnel pasaba bajo su celda y alguno porque se dio cuenta de que algo tramaban. "En todo colectivo hay divisiones y grupos afines, entonces un compañero empezó a ver que uno de un grupo se acercaba a otro de otro grupo. Y pensaba: ¿estos no se hablaban y ahora son amigos? Y luego veía que se encerraban a conversar en la celda, entonces están tramando algo".
Pese a toda la logística que desplegaron, a la organización y el pacto de silencio entre ellos, siempre estaba el riesgo de que los descubrieran. "Los allanamientos no se avisaban y te tomaban por sorpresa. Una vez comenzó un allanamiento y había gente trabajando en el túnel, entonces tuvimos que oponernos al allanamiento para ganar tiempo y permitir que salieran los compañeros del túnel. El riesgo era constante. Otra vez hubo un temblorcito y riesgo de derrumbe", cuenta.
El estallido
Tras concluir el túnel y ocultar las 55 toneladas de tierra, el escape quedó fijado para el 29 de enero, a las 20 horas. Ya se había coordinado apoyo externo y el destino de cada uno al salir. Eran 18 e invitaron a seis reos más leales al partido. "Fuimos 24 los que salimos y dejamos el túnel abierto. No le avisamos a nadie más. Según nos contaron después, alguien notó que faltaba uno, luego otro, y comenzaron a buscarnos. Hasta que alguien descubrió el túnel y, según nos contaron, se quedó paralizado. No lo podía creer. Ahí comenzó a escapar el segundo grupo. Nosotros terminamos de salir a las 23.00. Ellos deben haber comenzado después de la medianoche", calcula Márquez.
A los primeros 24 los esperaba una micro que los distribuyó por Santiago. Los otros 25 escaparon como pudieron: con la salida del primer grupo, el túnel se deterioró y se dañó la iluminación, por lo que escaparon a oscuras hasta que Gendarmería descubrió la fuga.
Juan de Dios Martínez permaneció clandestino algunos meses y volvió a Cuba. Estudió historia. Regresó a Chile en 2007, cuando prescribió su condena. Y el jueves pasado, 30 años después, fue con su hijo mayor a revivir la historia a través de la película de David Albala.
¿Qué le parece la respuesta de público que ha logrado la película?
El estallido social impidió el estreno, pero la llevó a verla en otro contexto social. Y por eso en cierta forma la película entrega un mensaje claro: no hay nada imposible cuando hay voluntad. Y ahora estamos ante una situación política en el país, que es la discusión por una nueva Constitución, y hay mucha gente pesimista. Pero, puta, hay que seguir trabajando: no hay nada imposible cuando se trabaja en ello.
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