Los últimos días de Armando Jofré, el artesano de 31 Minutos
La semana pasada, el Covid-19 terminó con la vida de uno de los protagonistas anónimos del éxito de la popular serie chilena. Un diseñador y titiritero autodidacta que fue pieza clave del equipo desde sus comienzos y hasta hace sólo semanas, dando vida a los diversos personajes de la producción y llevando un oficio en vías de extinción desde su taller en La Pintana hasta las pantallas de todo el continente.
Además de detallista y creativo, Armando Jofré trabajaba rápido. En pocos días, a veces ocupado hasta altas horas de la noche, lograba terminar pedidos tan diversos como un traje de Gokú, un disfraz de Iron Man, una decena de peluches de Forestín o un corpóreo para una municipalidad o una marca de telefonía. “Armando era una solución permanente”, cuenta Álvaro Díaz, uno de los creadores de 31 Minutos, la popular serie con la que Jofré colaboró desde su origen y con la que logró expandir su arte y oficio hasta diversos rincones del continente.
Durante dos décadas, Jofré fue un proveedor recurrente y una pieza clave dentro del equipo de 31 Minutos. Desde 2003, en su casa-taller de la Villa Los Eucaliptus de La Pintana, él y su esposa, Viviana González, confeccionaron todos los personajes imaginables del universo de la producción. Desde Juan Carlos Bodoque y La Corchetis a los protagonistas de Bailan sin Cesar. El último encargo fue a mediados de este mes, cuando los realizadores los contactaron para pedirles ayuda para una nueva campaña de los personajes de la serie en conjunto con Unicef. Ahí se enteraron que Armando tenía Covid.
Según relata su esposa, el pasado 10 de abril ambos comenzaron a sentirse mal. El martes 13 se hicieron el examen PCR y dos días después les confirmaron que los dos test habían arrojado positivo por coronavirus. La salud de Jofré, que cargaba con una hipertensión, se complicó durante esa semana y el sábado 17 fue hospitalizado, primero en el hospital Padre Hurtado y luego -ante la falta de camas UCI en ese recinto- derivado la madrugada del domingo a la clínica Indisa. Allí falleció el jueves siguiente, a los 46 años.
“Es una tristeza enorme y una pérdida invaluable para nosotros”, comenta Díaz ante la partida de uno de los colaboradores históricos de 31 Minutos. Un protagonista silencioso del éxito y desarrollo de la serie y sus derivados, al menos hasta la semana pasada, cuando la noticia de su muerte se expandió por las redes sociales y fue comentada -y lamentada- por los seguidores que la producción tiene en Chile, Colombia y México. La mayoría de los mensajes fueron de agradecimiento, mientras que la alcaldesa de La Pintana, Claudia Pizarro, lo calificó de “vecino entrañable” y “héroe popular”.
“Los títeres los hacíamos entre los dos pero el artista era él. Armando creaba los diseños, sacaba modelos, siempre fue el creador. Yo era su acompañante, apoyándolo”, cuenta Viviana González, con la voz quebrada por la pena y por los síntomas que aún carga del coronavirus, que la obligan a seguir en reposo y usando inhaladores, antibióticos y corticoides. Los hijos de ambos, de 24 y 18 años, también están con medicamentos y una leve tos.
Un don en sus manos
Casado hace 24 años con Viviana González, Armando Jofré era un vecino querido por todos quienes lo conocían en la Villa Los Eucaliptus. Allí ambos atendían en su casa el taller de diseño y confección de títeres, muñecos y corpóreos, lo que le valió -a él y a su negocio- el apodo de “Armando Monos”.
Sin estudios formales y mientras trabajaba en una tienda de disfraces, Armando decidió empezar a comprar materiales y a fabricar sus propios diseños, aprendiendo de joven un oficio que ya en ese entonces parecía en vías de extinción, ante la arremetida de las importaciones chinas y brasileñas en el rubro.
Por esos días llegaron hasta la tienda los encargados del departamento de arte de 31 Minutos, que todavía no se estrenaba en televisión, para hacerle los primeros encargos. Alguien del equipo lo conocía porque le había hecho unos disfraces para una fiesta. “Después lo contactaron directamente a él para hacer trabajos en la casa. En las noches o los fines de semana trabajábamos aparte para 31 Minutos”, recuerda González.
Rápidamente la pareja se convirtió en un aliado fundamental de la producción. “Siempre ha habido más de un proveedor de títeres, pero Armando era el ‘más taller’, el más rápido y el más requerido, el que nos respondía mejor para ciertas escenas en particular”, cuenta Díaz. “Los primeros personajes eran bastante simples. Pedro (Peirano) era más propenso a hacer algo como Los Muppets, pero teníamos una distancia tecnológica. Y por otro lado había que diferenciarse. A mí me gustaba la idea de que fuera un programa de títeres de cumpleaños y en ese sentido Armando era perfecto”, agrega el realizador.
Si bien la mayoría de los diseños de los personajes de la serie nacieron en Aplapac, la productora a cargo de la serie, Jofré era quien convertía esos bocetos en realidad. Y a veces en plazos acotados y con ritmo industrial.
“En esa época llegaban títeres todos los días, y con el tiempo se empiezan a especializar, se hacen como razas”, cuenta Díaz. “Algunos más sencillos, como los de Bailan sin cesar, y algunos más complejos, como Juanín, Patana, Tulio. A Armando le tocó hacer de todo, porque hay muchos títeres de un mismo personaje. De Bodoque hay como cinco o seis. A veces le pedían un encargo para diez días más y Armando tenía esa inmediatez. 31 Minutos se ha ido sofisticando, pero en su origen y hasta hoy todavía recurre a ese mundo. Y Armando también se fue especializando porque empezamos a tener otras necesidades”.
“A él todos los personajes le gustaban”, agrega González. “Cuando los terminaba siempre decía ‘oh, que quedó bonito’. De repente yo me enojaba con él, le preguntaba para qué tanto, pero él siempre me decía que tenían que quedar bien. Era muy detallista. Llegamos a esto por necesidad pero él cada vez se fue perfeccionando más. Así, sin nada, sin modelo, miraba las cosas y las hacía. Tenía un don en sus manos”.
Si bien la serie emitió su última temporada en 2014, la dupla de “Armando Monos” nunca dejó de trabajar con la producción, prestando sus servicios en campañas, especiales y conciertos hasta hace algunas semanas. La noticia pegó fuerte en el equipo.
“Ahí te das cuenta de lo importante que fue Armando, de lo artesanal de nuestro origen y del reconocimiento que hay que hacerle a una persona que estuvo permanentemente relacionada con nosotros”, dice Díaz, quien la semana pasada llegó hasta la Villa Los Eucaliptus para participar del velorio de Jofré y dejar una camiseta de las giras 31 Minutos sobre el ataúd de su titiritero estrella. Por esos mismos días, la calle donde está la casa-taller se llenó de globos blancos, velas y mensajes para un vecino ilustre que de manera casi anónima terminó llevando su arte a todo el mundo.
Por ahora, la intención de Viviana González es continuar con el taller. “Me había ganado una licitación pero fue justo en el momento en que mi gordo falleció, así que tuve que rechazarla, porque no estoy en condiciones. Finalmente era él el que creaba y hacía todos los modelos. Pero tengo que salir adelante cómo sea. Seguir haciendo lo que él hacía de una u otra forma. Hay que seguir con esto”, dice.
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