Manuela Infante, invitada al Festival de Teatro de Venecia: "Es fundamental desarrollar una dramaturgia feminista"

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La creadora chilena y ex líder del disuelto Teatro de Chile llevará dos de sus obras al 47 º Festival Internacional de Teatro organizado por la Bienal de Venecia. Allí presentará Realismo (2016) y la aplaudida Estado vegetal (2017), en las que ha persistido en su idea de un teatro no-humano. Aquí habla además sobre feminismo, de la poca tolerancia a la crítica en la escena local y de nuevos proyectos en el extranjero.


Su agenda internacional no se detiene. En los últimos años, la dramaturga chilena Manuela Infante (1980) se la ha pasado subiendo y bajando de aviones, y embarcándose desde Chile hacia EEUU, de EEUU a Europa, y finalmente a Asia, a países como Japón, Corea y Singapur. En los próximos días, la ex líder del hoy desaparecido Teatro de Chile, disuelto en 2016, retomará la ruta y desembarcará en uno de los polos culturales más atractivos del Viejo continente, Venecia, que por estos días acapara la atención con la Bienal de Arte.

La autora de obras como Prat, Cristo y Xuárez, y una de las más aplaudidas de la escena contemporánea local, llevará dos de sus más recientes trabajos a la 47° versión del Festival Internacional de Teatro organizado por Bienal de Venecia y dirigido por el director Antonio Latella, quien la incluyó entre los 14 dramaturgos internacionales que mostrarán allí sus trabajos. El próximo martes 30 se presentará en el Teatro Alle Tese con su monólogo Estado vegetal (2017), protagonizado por la actriz Marcela Salinas, y dos días después lo hará con Realismo (2016), última creación junto a su antigua compañía, y que pisará el Teatro Piccolo Arsenale el jueves 1 de agosto.

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"Me llena de alegría, porque son dos obras que funcionan como pasos o momentos de una misma búsqueda. Siempre he dicho, los procesos de investigación teatrales, en mi experiencia, exceden las obras. Puedo demorarme tres o cuatro obras en abordar, explorar un determinado asunto", dice Infante a La Tercera.

"Me alegra mucho que la curaduría de la Bienal haya querido entender esta búsqueda como un proceso que excede una obra. Esa es una de las cosas muy interesantes de esta edición de la Bienal. Se eligieron 14 artistas del mundo como exponentes de nuevas formas de dramaturgia, y a cada una y cada uno se le invitó con más de una obra, con una mini retrospectiva de algún período de su trabajo. Antonio Latella entiende la dramaturgia de una manera muy similar a mí, no necesariamente como una actividad literaria sino como una arquitectura temporal de la escena que involucra todos sus lenguajes. Siempre digo que mi medio es el ritmo, no el texto", agrega.

En ambos trabajos, la autonomía de lo inanimado y su idea de apartarse de la tradición humana del teatro, respaldada por vigentes corrientes filosóficas, confluyen para poner en escena lo que Manuela Infante ha llamado un "teatro post-antropocéntrico".

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La obra Realismo (2016).[/caption]

¿Cómo ha visto el impacto y acogida de estas ideas?

La pregunta por lo no-humano, es una pregunta que pulsa. Porque se plantea cuestionar el excepcionalismo humano. Un excepcionalismo que no solo expulsa y oprime a lo no-humano, sino también a los humanos que han o hemos sido considerados históricamente "menos que humanos". "Humanidad" es un concepto colonialista y patriarcal que ha sido usado una y otra vez para justificar la institucionalización de diversas formas de privilegio. Hablar de lo no-humano es cuestionar todo el paradigma del "humanismo" y su impacto histórico sobre diversas formas de "otredad".

Chispas de feminismo

Sus palabras no pasaron desapercibidas. El 17 de enero pasado, mientras se encontraba en la ciudad japonesa de Kioto, trabajando en un nuevo montaje que pasará de lo vegetal a lo mineral y que será estrenado en Chile en 2020, en una coproducción con Matucana 100, Manuela Infante publicó en su cuenta de Facebook un posteo sobre la obra Paisajes para no colorear (2018), donde el director y líder de la compañía La Re-Sentida, Marco Layera, subía a un grupo de adolescentes a las tablas del GAM para "darles voz" y vertir sus opiniones sobre feminismo, aborto, violencia y género. Lo tituló "No quiero ni verla".

"Todas las que de alguna forma estuvimos presentes en las movilizaciones feministas estudiantiles del año pasado, oímos frases como: 'Si eres hombre y quieres aportar, anda a pararte al final de la marcha'. 'Espera el tercer o cuarto turno para hablar'. 'Ahora, esta vez, no te toca'. Había mucha sabiduría en esas simples frases y peticiones. No te apropies de disidencias ajenas, no mines el dolor de otras para encumbrar tu voz, no instrumentalices ni política ni artísticamente la revolución de otras", escribió la dramaturga. "(...) Confío en las genuinas ganas de Marco Layera de aportar. Pero, esta obra, no te tocaba a ti Layera. Esta vez, te tocaba ir a pararte al final de la marcha. Pues ni la palabra, ni el rol de dar la palabra, son tuyos en nuestro levantamiento".

¿Cree que se malinterpretó el comentario que hizo? No pocos pensaron que no solo criticaba a Marco Layera, sino a los hombres que abordan temáticas que atañen a las mujeres, como el feminismo y los abusos.

Preferí pasar de este tema.

En el mismo comentario planteó la necesidad de un "teatro feminista". ¿A qué apuntaba con eso?

Creo que la disciplina del teatro necesita mucho replanteamiento y reformulación en este aspecto. Hace falta una especie de descolonización de las prácticas teatrales del pensamiento humano céntrico. Y el pensamiento humano céntrico es, por definición, un pensamiento misógeno y patriarcal. Ha sostenido y justificado profundas explotaciones y exclusiones. No sólo hacia los no-humanos, como decía más arriba, sino hacia los humanos considerados "menos humanos". Las mujeres nunca hemos sido humanos, siempre hemos sido menos que humanos, hemos sido cosas. Qué interesante entonces pensar en teorías de la no humanidad desde una perspectiva feminista. Pienso que es fundamental desarrollar una dramaturgia feminista. Y una dramaturgia feminista, para mí, es una dramaturgia no-humanista. No es, por cierto, necesariamente una dramaturgia sobre mujeres, que tematiza a las mujeres, sino a una dramaturgia que empieza por asumir la tarea: ¿cómo dejamos de contar la historia del cazador? ¿cómo, estructural y meteoreológicamente se transforma la forma de los cuentos que nos contamos? La (escritora estadounidense) Ursula K. Le Guin (1929-2018) proponía una narrativa recolectora en cambio de una narrativa cazadora, de flecha, lineal, encaminada a la victoria y la resolución.

¿Cómo aplican estas ideas en su trabajo?

Yo elijo contrarrestar la narrativa cazadora, con narrativas vegetales, materiales, minerales. Yo lo hago pensando cómo escribir un teatro no humano, cómo hacer un teatro vegetal, un teatro mineral. Esto, para mí, es un teatro feminista.

Su nueva presencia en redes sociales ha sido bastante activa. ¿Cree que existen pocos espacios de discusión y para la crítica, en el amplio sentido del término, entre sus pares?

Creo que tenemos que ser capaces de disentir en voz alta y sin recelos. Si no todo este espíritu crítico que decimos tener es pura fachada.

Hay más aún proyectos: además del montaje comisionado por el Kyoto Experiment y el Kyoto Art Center, que contará con la coproducción de Matucana 100 y que debutará en ese mismo espacio en 2020, Infante suma una nueva obra que creará en Singapur, invitada por la compañía TheaterWorks Singapore. El enfoque curatorial se titula "Women and Voices". Recientemente premiada, además, con el galardón alemán Werkauftrag por Estado vegetal, Manuela Infante dirigirá también un trabajo para la temporada 2020-21 del teatro municipal de Schauspielhaus Bochum, uno de los más grandes y prestigiosos de dicho país.

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