Norma McCorvey, la mujer cuyo caso legalizó el aborto en todo Estados Unidos
Usando el seudónimo de Jane Roe, la texana llevó a un fiscal hasta la Corte Suprema en 1973, sentando un precedente que 50 años después el mismo tribunal quiere borrar.
Luego de que se filtrara el borrador de un fallo de la Corte Suprema, los nombres de Jane Roe y Henry Wade volvieron a la discusión pública en Estados Unidos. “Roe vs. Wade” es el nombre con que se conoce a la sentencia del máximo tribunal norteamericano de 1973, y que marcó un precedente que volvió una garantía constitucional el derecho al aborto en todos los estados del país.
Hasta entonces, solo algunos territorios permitían la interrupción del embarazo, y en el caso específico de Roe, Texas, uno de los estados más conservadores, lo estaba impidiendo. A pesar de que el juicio tomó tres años, y Norma McCorvey -el verdadero nombre tras Jane Roe- dio a luz a su hija, la sentencia cambió la historia de los derechos reproductivos en Estados Unidos.
La historia de McCorvey, más allá de su alias y el precedente que dejó, es el relato de la “conversión” de alguien que luchó por el derecho al aborto, a alguien que se opuso públicamente a este, y llegó a luchar en contra del fallo que la hizo célebre. Según el diario Daily Mail, “la madre que cambió el rostro de Estados Unidos”, pasó por los bandos pro-elección y pro-vida siendo odiada por ambos.
Norma nació en 1947 en Simmesport, Lousiana, en el seno de una familia que a sus 13 años se rompería definitivamente: su padre abandonó el hogar, dejando a Norma con una madre alcohólica y violenta. Ya tres años antes, la niña había conocido los tribunales, luego de ser procesada en Texas por robo.
A los 16 años dejó la casa materna, casándose con Woody McCorvey, el padre de su primera hija y de quien se separó al poco tiempo debido a los tratos violentos de su esposo. Así, volvió a donde su madre, y engañada firmó los papeles de adopción de su hija, que quedó a cargo de su madre. Tuvo una segunda hija dos años después, y la entregó en adopción apenas dio a luz, bajo el compromiso de no entrar más en contacto con ellos.
En 1969, Norma quedó embarazada por tercera vez, y sin el ánimo de pasar por la experiencia de dar a un tercer hijo en adopción, decidió interrumpir su embarazo. Pero Texas, el estado en que ya vivía, era uno de los 33 estados donde el aborto era ilegal. La opción que vio fue la de un doctor sin licencia, que podía llevar a cabo el procedimiento, pero que le cobraba 500 dólares con los que McCorvey no contaba. Fue en ese contexto que aparecieron Linda Coffee y Sarah Weddington, dos abogadas recién graduadas de la facultad de Leyes de la Universidad de Texas, y que McCorvey se convirtió en Jane Roe.
Coffee y Weddington llevaron el caso de McCorvey a los jueces en 1969, demandando al estado de Texas. El argumento: la prohibición para abortar iba en contra de la decimocuarta enmienda a la Constitución norteamericana, que garantiza el derecho de los ciudadanos a la privacidad. Así, fueron ganando una serie de juicios en instancias menores, hasta que llegaron finalmente a la Corte Suprema.
Para ese entonces, ya habían pasado tres años, y mientras Jane Roe peleaba contra el fiscal texano Henry Wade en Washington, Norma McCorvey ya había tenido que dar en adopción a su tercera hija. En 1973, definitivamente, la Corte Suprema le dio la razón a Roe, en una aplastante mayoría de 7 a 2. Esto constituyó una enorme derrota para los activistas pro-vida, porque la resolución no solo afectó a Texas: de ahí en adelante, el precedente volvió ilegal para cualquier estado el prohibir el aborto, al menos en el primer trimestre del embarazo.
A pesar del triunfo para los derechos reproductivos de las norteamericanas, la magistrada Ruth Bader Ginsburg comentó 20 años después la principal flaqueza de la sentencia Roe vs. Wade: tristemente, para Ginsburg, el fallo se habría basado en el derecho a la privacidad, mientras que a ella le habría parecido mejor basarse en el derecho a la igualdad. La jueza murió en septiembre de 2020, dejando una de las nueve plazas de la Corte Suprema libres: Trump no tardó en nominar entonces a la jueza Amy Coney Barret, dejando un desequilibrio de 6 juristas conservadores y 3 liberales en el máximo tribunal. Ese desequilibrio, finalmente, es el que en julio próximo permitiría revocar Roe vs. Wade.
McCorvey se mantuvo en el anonimato después del fallo. Vivía en Dallas, inició una relación con Connie Gonzales, y trabajaba en una clínica de abortos. Finalmente, en los años 80 dio un paso adelante y salió del anonimato, dando entrevistas y volviéndose en un ícono de las campañas a favor de la libertad para elegir abortar. Llegó, en 1994, a publicar un libro bajo el título “I Am Roe” (Yo soy Roe), con sus memorias.
Ese año, en una entrevista al diario The New York Times, dijo: “Soy una mujer sencilla con una educación de noveno grado que quiere que las mujeres no sean acosadas o condenadas”. “No es glamoroso pasar por un aborto, nunca tuve uno, pero he trabajado en tres clínicas y lo sé”, agregó.
La fama, sin embargo, tuvo un costo: McCorvey empezó a recibir mails y cartas llamándola “asesina de bebés”, e incluso recibiendo partes separadas de muñecos tiradas en su patio. A la vez, empezó a crecer en ella un resentimiento hacia las activistas de clase media que, según su biógrafo, la despreciaban por sus orígenes de clase obrera.
Pero al año siguiente, en medio de un evento en que firmaba su libro, un grupo pro-vida llegó a increparla. A los días, la discusión ocurrió al interior de una agrupación evangelista, que llevaba por nombre “Operación Rescate”. Situaciones que al final terminaron por convencer a Norma. Así, quien fuera Jane Roe volvió su conversión un hecho mediático, llegando a transmitir su bautismo. Después de haberse volcado a la religión, McCorvey dijo que haber sido parte de la decisión de legalizar el aborto “fue el mayor error de mi vida”.
En este vuelco, renunció a su trabajo en la clínica abortista, empezó a dar más entrevistas y charlas, y se presentó como Norma McCorvey a la Corte Suprema, para revisar el caso de 1973, aunque su solicitud fue desestimada. Pasó los años siguientes recogiendo testimonios de mujeres que decían que haber tenido un aborto les arruinó la vida.
Un último y extraño giro en la vida de McCorvey tuvo lugar en 2010, cuando dejó de participar en las organizaciones anti-aborto. En su lecho de muerte, en febrero de 2017, llegó a decir que solo se había convertido para poder hacer dinero, con lo que su reputación en los círculos conservadores quedó tan empañada como en los círculos liberales.
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