Un "quiebre vital": Las huellas que el crimen de Catrillanca dejó en M, el adolescente que lo vio morir
La Fiscalía pidió al Servicio Médico Legal una evaluación, conforme al protocolo de la ONU para la investigación de la tortura y los tratos crueles, con el objetivo de "documentar las consecuencias sicológicas y emocionales" del caso Catrillanca en el menor de 15 años.
"No espero nada. O sea, que se haga justicia si es que se puede, porque la vida al Peñi Camilo ya no hay cómo devolvérsela". Curtido por el dolor y por una desconfianza que los peritos del Servicio Médico Legal consideran como una secuela del trato hacia el pueblo mapuche, M.A.P.C, el adolescente que acompañaba a Camilo Catrillanca el 14 de noviembre de 2018, día en que fue abatido por Carabineros, enfrentó un peritaje que buscó reflejar en qué situación emocional quedó tras presenciar el crimen de su amigo.
El informe, al que accedió La Tercera PM, está fechado el 2 de abril de este año y fue remitido al fiscal Roberto Garrido, quien sigue la causa por el crimen del comunero mapuche en un operativo del GOPE de Carabineros en Temucuicui, tras un asalto a profesoras en Ercilla en el que no participaron, según se pudo acreditar, ni Camilo ni M.
El motivo del peritaje solicitado por la Fiscalía es una "evaluación conforme a los lineamientos del Manual para la Investigación y documentación eficaces de la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes de la ONU (protocolo de Estambul) con el fin de documentar las consecuencias sicológicas y emocionales de los hechos que se investigan".
Frente a la intención de ocultar las circunstancias del homicidio –una bala proveniente del arma del sargento Carlos Alarcón penetró en el cráneo del comunero- el testimonio del menor fue clave. Y las consecuencias de ver morir a su peñi, como él lo llamaba, son dolorosas: M padece hoy de un Trastorno de Estrés Post Traumático de curso crónico y Síntomas de Depresión Mayor Moderada. En lo cotidiano, M no logra dormir y si lo hace, tiene pesadillas. La tristeza lo acosa durante el día y hay momentos en que siente que nuevamente está en medio de los tiros, viendo caer una y otra vez herido a Camilo.
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En 27 páginas, la sicóloga forense Francisca Beatriz Pesse Hermosilla, de la Unidad de la Unidad de Sicología y Siquiatría Infantil del SML, describe al adolescente tras dos entrevistas. Una en su casa el 22 de noviembre de 2018 y otra en el Instituto Nacional de Derechos Humanos de Temuco, el pasado 19 de marzo. Ambas conversaciones duraron 90 minutos, se realizaron en presencia de su padres y se aplicaron técnicas del Protocolo de Estambul.
M, detalla la experta, es un muchacho con un desarrollo físico y cognitivos acordes a su edad cronológica. Se ha desarrollado, plantea, en un entorno sin violencia intrafamiliar ni antecedentes de malos tratos. Sin embargo, "ha crecido en una comunidad mapuche y ha debido convivir con situaciones de violencia".
Su papá lo describe como "alegre, regalón, sabio, inteligente... muy normal". Se cambió este año, por cuarta vez en su vida, a un colegio cerca de su hogar donde cursa séptimo básico. Todos sus traslados han obedecido a problemas de acceso geográfico. Consigna que "todavía no salía a fiestas" y que era buen hermano. En sus pasatiempos, destaca por ser "bueno para la pelota y el palín". Desde la muerte de Camilo, dice, está "más callado. De repente le dan como ataques de rabia y grita, también tiene pesadillas". Promete que hará "todo lo necesario" para que su hijo se recupere y afirma que es "un verdadero sobreviviente. Él también podría haber corrido la suerte del Peñi Catrillanca".
M dice que está bien en su nueva escuela, que le gusta estudiar matemáticas y "jugar a la pelota". Su sueño es ser fotógrafo.
Sobre el día fatal, comenta que cuando se dirigían en tractor donde la madre de Camilo, a buscar aliños para un asado con el que celebrarían la construcción de un radier de la casa de su amigo, observaron un helicóptero y decidieron cambiar la ruta, encontrándose de frente con personal de la policía que empezó a disparar. En medio del tiroteo, vio a su peñi agachado. Luego se habría "ido para el lado y botaba sangre por la nariz y un líquido amarillo".
M habría frenado el tractor bajándose con las manos arriba. Entonces lo tiran al suelo, le dan golpes en la nuca y la espalda, cae de rodillas, le pegan con un arma en la costilla izquierda, le ponen amarras plásticas en las manos y lo traslada a la Comisaría de Ercilla. Lo que más le dolió en esas horas, relata, es cómo se refieren a Camilo. Hablan de "el finado ese en medio de risas".
En la hoja de atención del Hospital de Collipulli se reflejan los rastros físicos de aquella jornada: cicatrices en las muñecas, lesiones leves. La esperanza es lo más dañado: "No espero nada. O sea, que se haga justicia si es que se puede, porque la vida al Peñi Camilo ya no hay cómo devolvérsela", confiesa M.
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M, escribe la sicóloga en su informe, es cortés en el trato y tiene interés en colaborar. Pese a ello, plantea, manifiesta la "desconfianza que se ha establecido en las relaciones interétnicas y es un signo que denota daño traumático". Su mayor vulnerabilidad es, precisamente, ser mapuche: "La presencia de carabineros es percibida como una amenaza para la comunidad mapuche debido a que personas de otras comunidades han sido violentadas por carabineros en otros episodios", detalla.
En lo afectivo, presenta en un primer momento una "desconexión emocional o aplanamiento afectivo que se evidencia durante el relato de los hechos, lo que puede entenderse como una 'disociación funcional' y por ende como parte de sus estrategias de afrontamiento de las situaciones de estrés, en la etapa de reacciones de estrés agudo, debido a que habían pasado menos de diez días desde habían ocurrido los hechos que se investigan".
Al recordar a Camilo "se emociona y llora". En la segunda entrevista, se quiebra y no logra verbalizar un relato sobre su relación con su peñi ni menos aún sobre el instante en que son atacados, "mostrando evidente afectación emocional, angustia y síntomas de re-experimentación de la experiencia traumática vivida".
¿Qué le hizo el Estado de Chile a M? Todo aquello que consigna el Cuestionario para Trauma de Harvard como grave: Evacuación forzada en condiciones de peligro; Encarcelamiento; Golpes físicos y tortura; Asesinato o muerte de otro miembro de la familia o amigo. Además, agrega, lo tuvieron de pie y sin comida durante su detención. Y él, que es víctima, fue acusado de un delito. Intenta, narra el texto, no recordar lo ocurrido, pero no puede manejar su memoria. "No puede descansar", se lee.
Los síntomas pesquisados, podrían evolucionar "hacia un cuadro que implique secuelas irreversibles y que podrían involucrar un impacto en la personalidad de M, la que se encuentra en desarrollo".
El trastorno de Estrés Post Traumático de curso crónico y los Síntomas de Depresión Mayor Moderada del niño derivan "de haber sentido que su vida estuvo en peligro y de ser testigo presencial de la muerte violenta de su amigo, debido a una serie de disparos efectuados por carabineros, seguido de una serie de malos tratos físicos, verbales y psicológicos que le hicieron temer por su vida durante el traslado a la Comisaria de Ercilla y Collipulli en un vehículo policial; y la posterior detención en la Comisaria de Collipulli donde permaneció hasta la madrugada (privado de comida y agua)".
La experta recomienda tratamiento sicológico y sicosocial para él y su familia, y evitar exponerlo a entregar nuevamente su testimonio.
Su conclusión es lapidaria: M sufrió un "quiebre vital".
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