Roberto Izikson (Cadem): “En la política hay demasiado temor de lo que van a decir las encuestas después de que presenten el acuerdo”

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Si bien el gerente de asuntos públicos de Cadem señala que los sondeos muestran ciertas preferencias, dice que hay una confusión en la ciudadanía respecto del proceso. Por lo tanto, a su juicio es clave el liderazgo de los actores políticos para movilizar a la gente detrás de un acuerdo. "La gente quiere una nueva Constitución", pero "es cierto que el debate constituyente ha perdido prioridad", dice.


Una mayoría a favor de una nueva Constitución, elaborada en tiempo breve, con un grupo reducido de personas, con una incidencia de expertos es la conclusión que saca Roberto Izikson, gerente de Asuntos Públicos/Estudios Cuantitativos de Cadem, tras los resultados del último estudio de Plaza Pública.

Sin embargo, el encuestólogo detecta que hay aspectos que no están completamente claros de parte de la ciudadanía, por ejemplo, la “complejidad de lo que significa un experto”.

¿Cuál es el dato más novedoso que arroja la última encuesta Plaza Pública?

Creo que la idea de una convención pequeña, austera, uno podría decir. Que no supere los 50 constituyentes. Ese es el único dato realmente nuevo, porque en general, el resto (de los resultados), estaba bastante claro y estable respecto a lo que han mostrado las encuestas antes. Primero, la gente quiere una nueva Constitución, sobre el 67%. Está por un órgano mixto, entre expertos y electos, en el 60%. Probablemente, es interesante que ahí, entre quienes votaron Apruebo están divididos entre una mixta y 100% electos.

El fin de semana José Antonio Kast planteó que no se requiere una nueva Constitución. Pero sus datos muestran que todavía existe un impulso de la gente a favor de una nueva Constitución. ¿Ese dato es consistente?

Efectivamente es consistente, estable en el tiempo, no ha cambiado. Y si uno llevara este 67% a cuatro años atrás, seis años atrás, sería exactamente el mismo. La gente quiere una nueva Constitución. Ahora, yo entiendo en el fondo la posición de José Antonio Kast, que es el nivel de prioridad que debería tener.

¿Por qué?

Porque eso ha ido cambiando. Es cierto que el debate constituyente ha perdido prioridad frente a la delincuencia, la inflación, principalmente. Pero, al mismo tiempo, aunque la gente le asigna menos prioridad y, probablemente, es menos relevante para su vida y las conversaciones de la casa, está consciente de que necesitamos una nueva Constitución y que es mejor un cambio, sobre todo, el cambio del sistema político, recuperar la confianza institucional. Si bien antes estaba muy enfocado en derechos sociales garantizados, ahora el tema parece más bien estar en los cambios al sistema político.

¿Y particularmente la gente que está a favor de la nueva Constitución es más o menos parejo el número en distintos segmentos?

Es muy estable.

¿Incluso en la gente que se declara de derecha?

Puede que haya más quienes crean que no es necesario (un nuevo texto). En la derecha hay un 50% de la gente que está de acuerdo y un 50% en desacuerdo.

Igual es un número alto...

Claro. Es la mitad. Es la misma mitad que durante la elección estaba por rechazar para tener una nueva Constitución. Y había un segmento que estaba por rechazar para mantener la actual, que probablemente es la (gente) que representa José Antonio Kast con más claridad. La cosa es que esos segmentos estaban en conflicto, divididos.

Respecto del órgano, también hay una clara preferencia de que los expertos tengan una participación incidente. ¿Por qué la gente ve en los expertos una solución?

Creo que se debe a lo que fue la principal razón para desaprobar el texto (de la Convención): la desconfianza hacia el constituyente electo. Cuando tú piensas en constituyente, se viene a la cabeza Rojas Vade. Stingo, Atria, Bassa, Baradit, la tía Pikachú, el que votaba en la ducha, la que gritaba. Y esa fue la principal razón de su desaprobación. Ahora, es cierto que hay una complejidad importante en torno a lo que significa un experto. Lo hemos medido en otras ocasiones. La gente no quiere a expresidentes de la República, ni exparlamentarios, ni constituyentes con militancia política, ni exmiembros de tribunales de Justicia. Al final, se reduce a una suerte de abogados constitucionalistas, pero sin militancia. Hay un imaginario respecto de lo que es un experto, pero es complejo. Esto está ligado a que tiene que ser una Constitución lograda en tiempo breve. El tiempo no debería superar los 6 meses.

¿La idea es no llegar a improvisar...?

Claro, la gente quiere una Convención de pocos miembros y que se demore poco. Que no haya grandes conflictos y que se favorezca un acuerdo amplio y rápido.

Pero la encuesta de ustedes no arrojó una preferencia muy marcada respecto de los plazos.

Pero si sumas hasta seis meses, vas a llegar a un 56%. Hasta seis meses uno podría decir que vas a encontrar una mayoría. Lo que pasa es que al final, más allá de que Chile quiere una nueva Constitución, lo que estamos viviendo en relación al debate constituyente, es un estado de confusión total. Las encuestas están hechas para ayudar, para ser un puente entre las personas y los tomadores de decisiones. Las encuestas tampoco están marcando con claridad cuál es el camino. En ese contexto, probablemente lo más relevante de esto es la falta de liderazgo de la política para llegar a un acuerdo, presentarlo y movilizar a la opinión pública para ese acuerdo. Veo a una política con demasiado miedo a la reacción de la opinión pública. De lado y lado. Hay demasiado temor de lo que van a decir las encuestas después de que presenten el acuerdo. Este tema es donde se requiere mayor liderazgo. Me ha llamado la atención la ausencia de una mirada más clara del Presidente Boric. Si bien es cierto que intervino la semana antepasada, la opinión pública estaba esperando señales por parte del Presidente.

Pero el mensaje de Boric fue claro por un órgano electo. De hecho, a la derecha no le gustó que el Presidente se metiera.

Pero después dijo que prefería un mal acuerdo. O sea, hay un matiz. Yo creo que falta un liderazgo de parte de la política, como ocurrió en el acuerdo el 15 de noviembre de 2019. La decisión es compleja.

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