El guardián del patrimonio de Valparaíso
Desde 1985, Lautaro Triviño colecciona material gráfico de la ciudad puerto. Hoy, su archivo tiene más de 12 mil fotografías, con las que ha denunciado robos o destrucción del patrimonio. Solo un caso se ha resuelto con éxito: la recuperación de la estatua La República, que estaba en manos del empresario Raúl Schüler.
Si no fuera por la memoria fotográfica de Lautaro Triviño (56), probablemente la colección ilegal del empresario Raúl Schüler permanecería intacta.
La pista inicial que siguió la PDI fueron dos fotos publicadas por El Mercurio de Valparaíso el 5 de octubre de 2018. Las había enviado Triviño para recordar la desaparición de la estatua La República, y llamando la atención sobre el parecido de una escultura que estaba en un fundo de Rancagua.
“También le falta la misma parte que a la de Valparaíso, un engranaje en la mano izquierda”, decía en la publicación, en la que instaba a hacer una “investigación cabal”.
Al día siguiente, la PDI inició la indagatoria. Tomó declaración a Triviño y al historiador porteño Archibaldo Peralta, e ingresó al fundo de Schüler para realizar las primeras diligencias. Allí descubrieron la colección.
En un segundo ingreso, con orden judicial, los policías incautaron 21 estatuas -entre otras piezas- y La República regresó a Valparaíso. El empresario fue formalizado por receptación, infracción a la Ley de Monumentos Nacionales y de Control de Armas. Y espera la audiencia de preparación de juicio oral para el próximo 23 de julio.
Sin embargo, “de todo lo que ha desaparecido lo único que he encontrado ha sido La República”, cuenta Triviño.
Nacido y criado en el Puerto, este “guardián del patrimonio” -como lo apodan algunos- lleva 35 años indagando sobre el tema en Valparaíso. Investigador urbano por oficio, soltero y sin hijos, estudió Derecho y luego Programación y Análisis de Sistemas. Pero no terminó ninguna de las dos carreras, primero, por un accidente de su madre, y luego por su fallecimiento.
En 1985 comenzó su afición. Partió coleccionando fotos, después tomando notas de libros de historia en la Biblioteca Severín, el Museo Marítimo y la Biblioteca Budge de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Desde entonces, no ha parado. Su trabajo como cuidador de un familiar le da el tiempo libre que necesita para desarrollar su pasión e interés por contar la verdadera historia de Valparaíso. Lo que comenzó con una colección de postales antiguas, hoy es un archivo digital de más de 12 mil fotografías de la ciudad, que van de 1853 al 2010. El tesoro está en su casa, en el cerro Santo Domingo.
Desde el 2006 que envía información a los diarios, para dar cuenta de robos, destrucción o desaparición de placas, estatuas, medallones, bustos u ornamentos. Y lleva la cuenta: 349 apariciones en El Mercurio de Valparaíso, 235 en La Estrella de Valparaíso, cinco en El Mercurio, seis en La Tercera y cuatro en La Segunda. En todas ellas ha sido mencionado, ya sea por denuncia, entrevista o mención a su oficio.
También ha presentado unas 30 denuncias al municipio, al Consejo de Monumentos Nacionales y al Ministerio de las Culturas, por “el daño patrimonial que ha habido en los trolebuses, ascensores, plazas y monumentos. Los he oficiado, pero nunca ha habido respuesta”.
“Me he encontrado con muchas historias en el camino”, dice. Sobre todo, de edificios con nombres que, asegura, están equivocados. “El edificio Tassara, en la Plaza Echaurren, se llama Julio Lynch. El palacio Luis Cousiño, es en realidad Luis Guevara -empresario textil que mandó a construir el edificio-. Y el Palacio Subercaseaux, General Herrera”, señala. Lo que busca es contar la verdadera historia de Valparaíso, “hacer justicia por algunos personajes que quedaron en el olvido. Cambiar los nombres es torcer la historia”.
En su rutina diaria camina bastante por el Puerto. De estatura mediana, parece más joven de lo que realmente es. Su paso es tranquilo, cuidado, se da el tiempo de observar cada detalle. En esos recorridos, detecta los cambios que ha ido experimentando la ciudad y su casco histórico, el que fue nombrado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2003. Triviño cree que esa declaratoria apresuró el deterioro de Valparaíso. Según sus registros, el 2016 al menos 1.100 edificios de la comuna tenían la categoría de Inmueble de Conservación Histórica (ICH). Hoy la cifra bajó a 999. De ellos, 18 estarían con orden de demolición.
“Lo que debieran hacer es quitarle la categoría de ciudad patrimonio a Valparaíso. Las autoridades no dieron el ancho para tomar conciencia de lo que es un sitio Unesco”, dice con pesar.
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Es lunes por la tarde y en la esquina de Avenida Brasil con San Ignacio, una excavadora termina de demoler lo que queda del edificio Zanelli. Construido en 1905 por Ottorino Zanelli -dueño original del famoso Palacio Baburizza, ubicado en el cerro Alegre-, este inmueble de arquitectura historicista y con ladrillos a la vista fue ocupado por locales comerciales, fábricas, bodegas y, al final, por el reconocido bar La Torre.
Si bien no tenía protección patrimonial, una consultora propuso el 2016 al municipio -sin éxito- declararlo como ICH. Al final lo compró la PUCV para construir allí su nuevo Instituto de Geografía. No se conservó la fachada. Según la entidad, ésta presentaba un alto riesgo de colapso. Cuatro sismos anteriores imposibilitaron su recuperación.
Observando el ir y venir de la máquina, Triviño dice: “Edificio que cae, historia que se pierde. Esto es un urbanicidio. Si la ciudad es patrimonio, ¿cómo se demuelen tantos edificios antiguos?”.
Su tono de resignación se explica cuando afirma que “es tanto lo que he peleado. Mucha gente aplaude que yo luche por el patrimonio, pero estoy solo y me canso, porque el objetivo no se cumple. En vez de ni siquiera estancarse, la ciudad sigue cayendo. No ves mejoría”.
Pese a todo, no se rinde. Lo motiva la idea de crear conciencia, “que el porteño quiera más la ciudad”. Por eso, publica fotos de su archivo en el grupo de Facebook “Valparaíso del recuerdo”. Miles de nostálgicos celebran, con añoranza, el Valparaíso de antaño. La época dorada del Puerto. Una que podría regresar, señala.
Pero ¿qué haría falta? El investigador plantea que “lo primero es crear empleo. No sacas nada con pintar fachadas si tienes cesantía. La Avenida Brasil, que podría ser un bonito paseo, tiene mucha gente en situación de calle, los monumentos rayados, las jardineras hechas pedazos. ¿Qué ofrecemos como patrimonio? Edificios en ruinas, o que se están demoliendo. Obras inconclusas, como el ascensor Villaseca”.
Asimismo, plantea que faltaría una Ley de Monumentos “más rígida” y un plan director del patrimonio en Valparaíso, el que, acusa, “nunca se ha hecho”.
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