Ennio Vivaldi: “Cuando uno dice ‘somos todos públicos’, estoy diciendo que ‘no hay nada público’”
A pocos días de entregarle el mando a su sucesora, Rosa Devés, el todavía rector de la Universidad de Chile repasa los ocho años que estuvo en el cargo, justo en momentos en que a propósito de la discusión constitucional ha levantado una férrea defensa de las universidades públicas. Ahí se ha enfrentado a rectores como Sánchez o Saavedra.
Mientras se prepara un café y de fondo suena un antiguo reloj de pared que adorna la que ha sido su oficina por ocho años, Ennio Vivaldi (72) dice no sentir nostalgia por estar viviendo sus últimas tres semanas como rector de la Universidad de Chile.
Luego de asumir en 2014 y coincidir desde su institución estatal con tres presidentes -Bachelet, Piñera y Boric-, el médico cirujano empieza a decir adiós en momentos en que el futuro de la educación pública se discute con ahínco, justamente con la máxima autoridad de la Casa de Bello como uno de los más férreos defensores de lo público. “Entré en un momento en que se generaban expectativas de cambio, sobre todo en lo que para mí fue lo más importante, que era una reivindicación del concepto de público y de educación pública y que había sido brutalmente negada y denigrada por el modelo impuesto por la dictadura. Trabajamos mucho en esa línea”.
¿Cómo resume su rectoría?
Lo más importante fue reinstalar en el país una discusión en base a valores.
También tuvo movilizaciones estudiantiles. ¿Qué opina de ellas?
Son usadas por la gente que quiere desprestigiar lo público. Y dañan sin lugar a dudas la convivencia en la universidad, pero muchas veces se pierde el contexto: hay muchas muy menores, pero también hubo una por la reivindicación de los derechos de la mujer que aparentemente tuvo efectos positivos. Lo que corresponde ahí es preguntarse por qué en Chile no se pueden hacer cambios conversando.
¿Y qué sensación le da la crisis de la Federación de Estudiantes?
No creo ser yo el responsable, pero hoy no hay una Fech estructurada y de eso no puedo estar orgulloso. Que haya una expresión política estudiantil y se proyecte al país ha sido siempre fundamental. Hemos hecho un gran esfuerzo por convocar al estudiantado, pero también hay que tratar de entender los cambios de época, tampoco uno puede eludir de responsabilidad a una política que no atrae como antaño. Había señales de que se estaba agotando y desde los estudiantes no se supo reaccionar. Reconstruir pasa por propuestas nuevas y una autocrítica a cómo ellos lo han hecho.
En una carta enviada a la comunidad hace poco habló de “un proceso constituyente histórico y un nuevo gobierno alineado en el objetivo de superar los enclaves neoliberales que desde la dictadura han caracterizado los paradigmas nacionales. Esta oportunidad, antes impensada y que hoy debemos cuidar, se convirtió en una realidad precisamente gracias a la movilización organizada de estudiantes”. ¿Pudo desligarse de sus convicciones políticas siendo rector?
Absolutamente, de eso no cabe duda, fue un objetivo consciente. Me traicionaba a mí mismo si aparecía diciendo ‘nosotros, los de tal partido’, porque ahí dejaba de tener el carácter pluralista. Para mí era clave dejar muy en claro que esta universidad no era una pieza en el ajedrez de la política contingente. Hago una diferencia marcada con una universidad como la Católica, que pertenece a la Iglesia y es totalmente obvio que en algunos de los proyectos de la Presidenta Bachelet se opusiera. Nosotros nunca hicimos declaración alguna en contra de ningún gobierno.
Hay profesores como Alfredo Jocelyn Holt que plantean que la U. de Chile se ha convertido en una máquina de burocracia más que en una institución académica.
No sé bajo qué estándares se puede decir eso. El aporte que hace la U. de Chile en investigación es extraordinario.
La U. de Chile fue cuna de Boric, Vallejo, Siches… ¿Se explica el gobierno sin esta universidad?
La U. de Chile es un lugar al cual concurre un perfil de estudiantes no necesariamente de izquierda, pero más interesados en incidir en el país. Por ello es que de aquí salieron esos líderes cuando se trató de confrontar una de las expresiones del ultra neoliberalismo más terrible, que fue el sistema de préstamos universitarios. Eso lo lideraron ellos y les dio una experiencia en política.
¿Es difícil plantarse independientemente al ellos ser exalumnos, o es incluso una preocupación adicional no hacerlo?
No compromete para nada. La universidad va a estar disponible para colaborar con cualquier gobierno. La relación de la universidad con este gobierno va a ser igual a la que tuvo con los anteriores.
¿Y ve que la U. de Chile ha sido el eje del progresismo que ha ido creciendo en el país, por ejemplo, del Frente Amplio?
Es posible, pero eso, más que la U. de Chile como tal incida, se debe a que tiene una tradición de la cual también es parte gente que no es del Frente Amplio. Hay una tradición de incidir en el país muy fuerte, probablemente mucho más que en otras. Y producto de esa tradición es muy posible que salgan de aquí más interesados en este tipo de actividad, pero no es que la universidad esté interesada en una determinada ideología o grupo.
Lo llevo a la Constitución. ¿Ve que el fortalecimiento de la vocación pública en el borrador es coherente con lo que los padres están eligiendo en educación?
No me puedo imaginar un gobierno que cuerdamente pueda plantear que va a disminuir los aportes del Estado a una universidad tradicional. No se me ocurre que haya una transición que implique perjudicar a una familia de algún nivel socioeconómico. Es obvio que eso no va a ocurrir. El objetivo es volver a tener una educación pública, gratuita, de calidad y que puedan acceder todos los chilenos. Esto no solo es fundamental, es la única solución para dar oportunidades reales, porque a lo mejor en el Chile de los últimos 50 años ni Neftalí Reyes ni Lucila Godoy hubieran llegado a ser Neruda y Mistral.
¿Hubo ganadores y perdedores en la discusión? ¿Por qué rectores como Sánchez (PUC), Saavedra (U. de Conce) o Elórtegui (PUC de Valparaíso) plantean reparos?
No puedo opinar por Sánchez, ni por Saavedra, ni por Elórtegui, pero hay que tener cuidado, porque si uno no tiene cuidado, se puede encontrar defendiendo la ideología impuesta por la dictadura. Y eso sí que no es bonito para nadie.
¿Cree que eso están haciendo ellos?
En el tema de que las universidades son todas públicas, sin duda.
Hace poco dijo que le resultaba “increíble la discusión sobre si las universidades privadas deben ser consideradas públicas”. ¿No entregan ellos un bien público?
Por supuesto que sí. Pero también se ha puesto el ejemplo de que una clínica privada, en la medida en que contribuye a la salud del país, es un bien público. Todo el mundo entiende que las universidades intrínsecamente generan bienes públicos. El tema es que existe un sistema de educación público y es responsabilidad del Estado administrarlo. Ese sistema no está vinculado a ningún partido político, grupo económico o religión. Lo público, por definición, es lo que no pertenece a un grupo de interés. La universidad pública se entiende como una que no solo no depende de ningún privado, sino que interactúa proactivamente con el resto del aparato público. Cuando uno dice ‘somos todos públicos’, dice ‘no hay nada público’.
¿Pero ve legítima la preocupación de esas universidades?
Me cuesta pensar por qué no se ha consolidado desde el Consejo de Rectores una mirada conjunta, porque todos defendemos un modelo de universidad; nadie lucra. Lo que sí es verdad es que ellas han podido competir con una ventaja que a lo mejor no quieren perder.
¿Esta discusión dañará al sistema universitario? ¿La UChile y la PUC quedan en bandos opuestos?
Sinceramente, lo lamento mucho, porque lo que nos une, que es el concepto de no lucrativas, es más importante que una discusión sobre si somos tan públicos como ellos. Ahora, no sé si ellos no se dan cuenta, pero ¿se imagina que yo diga ‘no tienen que considerarse católicos, si somos todos igual de católicos’? Es raro que no se den cuenta que es agresivo moralmente negarle al otro su identidad.
¿La Constitución no debiese preocuparse de asegurar una educación de calidad más que del origen de quién la provee?
Es evidente que tiene que preocuparse de una educación de calidad, pero lo que creo que le corresponde es garantizar que la del sistema público sea de calidad. Eso se ha confundido en el debate.
Junto a la PUC tuvieron iniciativas para la Convención. ¿El proceso cumplió con lo que las personas planteaban ahí?
Algo que se cumplió es mostrar que hay una voluntad de todos por dialogar. Pero no vamos a decirle a la Constitución ‘esta es la verdad’.
¿Y por qué si existían ganas de diálogo las encuestan muestran que el Rechazo de salida no se condice con el Apruebo del 80%?
Independientemente de si ha sido óptimo o no, partiría de la base de que cualquier proceso de la complejidad de este es lábil, con propuestas satisfactorias o no para mayorías y minorías. Pero es responsabilidad de todos tratar de que en el camino de reconstruir un país tengamos de nuevo algo que nos convoque a todos.
¿Qué entusiasma del borrador?
Hay un sentido de responsabilidad del país con sus ciudadanos, que tenemos que garantizar que todos tengan educación. Uno escucha cosas insólitas, como ‘la igualdad de derechos de los que van a los sistemas público y privado’. Eso es una tomadura de pelo, de qué igualdad hablamos.
¿Y qué elementos le preocupan?
La Constitución tiene que hacerse responsable de lo que le corresponde al Estado y debe garantizarse la libertad de enseñanza. Ambas aparentemente están ahí. Y cuánto más debería inmiscuirse la Constitución en lo que hacen los privados, no sé. Por ahí podría ir la queja de que la Constitución se preocupa de lo estatal y no es tan clara con los privados. Pero no sé cuán clara puede ser respecto a lo que hagan los privados, por algo lo son.
Ya que la mencionó, ¿ve resguardada la libertad de enseñanza?
Sí, eso está explícito, no hay ninguna duda y soy de los que la defienden a ultranza.
Le pregunto al Vivaldi persona y no al Vivaldi rector, ¿qué votará?
Como rector nunca voy a emitir un llamado a votar Apruebo o Rechazo, pero diría que si ha habido un acuerdo tan importante de cambiar una Constitución, sin entrar a los contenidos, me parecería que lo natural fuera que el proceso termine exitosamente si estuviera en un país mínimamente cuerdo.
¿Irrestrictamente?
Lo que digo no es una apología a la ceguera. Uno esperaría que terminara exitosamente si las cosas no salen tanto de los rieles.
¿Cuál es su diagnóstico de la educación pública en general?
La educación pública fue, en el mejor de los casos, desatendida. Es increíble cómo en este país se creyó que solo la competencia, lo privado, el afán de ganancia, eran lo único que motivaba a la sociedad. Con los liceos es tanto el castigo que comienza a vivirse ahí un ambiente muy proclive a generar todo lo cual curiosamente después se aprovecha para denostar lo público. Eso no tiene nada que ver con los overoles blancos: se ha creado un ambiente con jóvenes muy inteligentes, pero muy desilusionados con las oportunidades que da la sociedad, que pueden ser utilizados por sectores violentistas. Uno les pide a los políticos que traten de entender por qué el Instituto Nacional llegó a una situación tan crítica o por qué los estudiantes son fácil presa de los overoles blancos. Si nos hubiéramos preocupado de una buena educación pública, a lo mejor no hubiera habido estallido.
¿Tiene claro qué hará posrectoría? Se habló que podía ser embajador en Italia.
No he conversado eso con nadie.
¿Y la política o algún cargo gubernamental?
Ningún ciudadano se va a negar a colaborar con su país, pero de ahí a pensar en un cargo de gobierno, no. Quizás vuelva a mi laboratorio.
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