La bitácora de piedra de un grupo de amigos en Cobquecura
El 11 de septiembre, 10 jóvenes fueron de paseo al balneario a festejar un cumpleaños. Pero tres de ellos no regresaron tras una frustrada expedición por una cueva en medio del mar que nunca estuvo en sus planes originales.
Salieron para distenderse, compartir, dejar los días de encierro de la pandemia y hacer lo que mejor sabían hacer: disfrutar la vida como buenos amigos. Así, un grupo de 10 jóvenes decidió ir por el fin de semana, entre el 10 y el 12 de septiembre, a Cobquecura, balneario costero de la Región de Ñuble.
Los profesionales, que también tenían como propósito festejar el cumpleaños de Jorge Leiva (37), llegaron hasta la localidad costera de Buchupureo. Algunos viajaron desde Santiago y otros de Concepción.
El viernes, día de la celebración, fue tranquilo. Al día siguiente siete de ellos decidieron salir. Fueron al pueblo a comprar algunas cosas y de repente visualizaron la Iglesia de Piedra en Cobquecura, una construcción que quedaba en el mar, en una especie de cueva, y decidieron visitarla. No estaba en sus planes hacerlo.
Ese día pesará para siempre en algunos miembros del grupo, quienes vieron a tres de sus amigos desaparecer tras la violenta arremetida del mar en el peculiar templo religioso. Cada instante de esas 48 horas son memorizadas casi como una bitácora por los integrantes del grupo de amigos.
“Hicimos un grupo de WhatsApp para organizarnos y así fuimos agregando amigos para ir ese fin de semana”, cuenta Miguel Santander, el último del grupo que salió con vida desde la iglesia. Ismael Botti, Diego Águila y el propio Jorge Leiva, quien el día anterior había cumplido 37 años, no tuvieron la misma suerte. Hasta hoy los tres figuran como desaparecidos luego de que furiosas olas que entraron a la cueva impidieran su rescate.
Después del accidente, Marcos Alarcón (arquitecto), Nelson Altamirano (ingeniero comercial) y Miguel Santander (odontólogo) decidieron quedarse juntos, en el departamento de éste último, en Concepción. Desde ahí repasan lo que califican como una tragedia, una pesadilla.
El paseo
Altamirano recuerda que ese día llegaron y comenzaron a recorrer la playa por la orilla, pero con precaución, ya que no querían mojarse y menos arriesgarse. Hasta ese momento el mar estaba a más de 100 metros. “En ese instante Miguel nos sacó algunas fotos, nos dijo que nos pusiéramos en fila, y él quedó como fotógrafo”, dice.
Santander dijo que estaban en ese proceso de sacarse fotos cuando ingresaron a la Iglesia de Piedra. “Al estar en el sector de la Virgen el grupo entero siguió entrando y ahí es cuando comenzó a ingresar agua por la segunda entrada de la cueva que tiene hacia el mar (…), ahí les dije ‘salgamos, porque nos vamos a mojar’. Cuando comenzamos a salir por la entrada principal, por donde habíamos llegado, entró una ola grande, una especie de pared de agua que ahí nos pegó. En ese instante comenzó la tragedia”.
La alerta
El capitán de Puerto de Lirquén, Jacob Silva, dice que a eso de las 14 horas recibieron el llamado de Carabineros con la noticia de la desaparición de tres jóvenes. “Iniciamos las labores de búsqueda por tierra. El tiempo se hacía complicado, a esa hora había lluvia, viento y el mar estaba bravo. No había más opción”, dijo.
La tragedia
Alarcón recuerda que comenzó a ingresar espuma, que tuvo unos segundos para pensar cómo evitar mojarse y en cosa de minutos ya tenía el agua en las rodillas. “En ese momento vi al grupo flotando sobre la ola en dirección al interior de la caverna. Yo y Camilo nos encontramos en una especie de grieta justo en frente de la Virgen. Yo me quedé agarrado de ésta y alcancé a sostenerme de una roca y ahí el agua me levantó y me movió, ahí perdí contacto visual con los demás”, dijo el arquitecto.
Camilo Gómez fue el primero en salir. Luego lo hizo Marcos, también Miguel y finalmente Nelson Altamirano, quien logró aferrarse a un recoveco de la cueva y escapar de la marejada. Este último, a dos semanas del accidente, reflexiona: “Desde que bajamos del auto y llegamos a la iglesia en ningún momento el agua llegó a la entrada, ni una ola amenazó con entrar. Por eso ingresamos, eso nos dio un poco de seguridad”, dice con frustración.
Cuando ya estaba Carabineros y Bomberos en el lugar, vecinos y turistas comenzaron a acercarse a Marcos, mientras Camilo había regresado a casa para contarles lo que había pasado a los demás. Un grupo de personas recorrió el lugar y escucharon los gritos de alguien. Era Miguel.
El rescate
El sargento de Carabineros Mauricio Contreras cuenta que al momento de llegar al lugar se encontró con Alarcón, a quien le preguntó detalles de lo ocurrido. “Ahí decidí subirme a una parte alta de la iglesia para ver si se veían los muchachos. Pero el fuerte oleaje me impidió seguir, ya que no podía mantener el equilibrio”, contó el policía.
Santander reconstruyó esas horas y recordó cómo logró salir. “Me costaba afirmarme a las rocas por las algas. En un minuto, cuando bajó la marea, veo una parte que estaba más alta, con arena, caminé hacia ese lugar, frente a la salida norte, y al llegar me saqué la ropa, porque ya me pesaba mucho”, dijo. A esa altura ya había perdido contacto con todos sus amigos. Mientras luchaba por su sobrevivencia intentando llamar a emergencia se le cayó su celular. “Ya estaba con temblores y comencé a gritar. Nunca pensé que alguien entraría a buscarme, porque estaba el riesgo. A quien entrara se lo podía llevar el agua”. Sin embargo, el sargento Contreras lo rescató.
Del trío de jóvenes desaparecidos aún no hay rastros. Ya son más de 12 días, donde han participado 1.520 personas en labores de búsqueda. En el sector, en tanto, comentan que la Iglesia de Piedra es más que dura, es peligrosa.
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