Estudio determinó prioridades de compra de alimentos durante la pandemia en América Latina
Investigación multicéntrica donde participó la U. San Sebastián, junto a otras instituciones de nueve países de la región, determinó una preocupante diferencia en la adquisición de alimentos de acuerdo con el nivel socioeconómico de los hogares durante el primer año de la pandemia de COVID-19. Los sectores de menos recursos se alimentaron con productos de más bajo nivel nutricional en comparación con el segmento de mayores recursos, aunque estos últimos destacaron por una mayor compra de bebidas alcohólicas.
Ya han transcurrido tres meses desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) decretó el fin de la pandemia de COVID 19 en el mundo. Ahora con el correr del tiempo, ¿qué implicancias tuvo esta emergencia sanitaria? La comunidad científica se ha dedicado estudiar el impacto que tuvo en diferentes áreas. Los primeros efectos evidentes fueron en la salud de las personas que se contagiaron con la enfermedad, algunas de las cuales quedaron con secuelas; otras se vieron en la economía, el empleo y la educación, como consecuencias de las medidas que se tuvieron que tomar para contrarrestar la propagación de la pandemia, como el aislamiento, las cuarentenas. Pero también, se vieron otras en el plano de la alimentación.
Informes de las Naciones Unidas (ONU) indicaron que el hambre en América Latina y el Caribe aumentó en 13,8 millones de personas, junto con el incremento de la inseguridad alimentaria; es decir, 60 millones de personas no tuvieron capacidad para comprar u obtener alimentos, en sus niveles moderado y grave durante el primer año de la pandemia (2020-2021).
Así, la disparidad económica y el acceso a la alimentación fue el motor central del estudio “Priorización de compra de alimentos durante la pandemia de COVID-19 en América Latina” (link al estudio completo al final del artículo), impulsado por profesionales de 10 países del continente: México, Colombia, Guatemala, Panamá, Argentina, Ecuador, El Salvador, Paraguay, Perú y Chile. En este último caso, participaron Laura Quezada y Samuel Durán, académicos e investigadores de la carrera de Nutrición y Dietética de la Facultad de Ciencias para el Cuidado de la Salud de la U. San Sebastián (USS). La investigación buscó determinar qué alimentos eligió la población durante la pandemia dependiendo de su nivel socioeconómico.
El documento fue publicado recientemente por la revista internacional Journal of Hunger & Environmental Nutrition, editada por Taylor & Francis.
Laura Quezada explica que el confinamiento modificó el comportamiento en la adquisición de alimentos, cambiando los métodos de compra, disponiendo de los alimentos de una vez para evitar hacer salidas innecesarias y así disminuir los riesgos de contagio, u optando otros métodos de entrega como el delivery. “Efectivamente, hemos concluido que existió una asociación entre la priorización en la compra de alimentos y el nivel socioeconómico de los participantes en este estudio”, afirma la investigadora USS.
Diferencias en compra de alimentos por nivel de ingresos
Se pudo observar que las personas que tenían un nivel socioeconómico más bajo priorizaron alimentos como pastas, arroz, papas, galletas, azúcares, miel, panela, y algunos dulces; mientras que las personas con nivel socioeconómico más alto priorizaron alimentos más frescos como frutas, verduras, carnes, pescados, frutos secos, y bebidas alcohólicas.
El estudio se realizó entre 7 y 11 meses después del primer caso, y contó con una muestra cercana a las 6.400 personas encuestadas a través de internet, mayores de 18 años, pertenecientes a los 10 países mencionados. “Sacamos en limpio que, en general, la vulnerabilidad económica puede afectar en la priorización de alimentos que tienen menor calidad nutricional”, complementa Quezada, detallando que estos productos son más fáciles de preparar, además de ser ampliamente consumidos al pertenecer a la canasta básica de cualquier país latinoamericano.
Las personas con mayor nivel socioeconómico, por su lado, eligieron alimentos de mayor calidad nutricional que, según el académico USS Samuel Durán, doctor en Nutrición y Alimentos de la U. de Chile, ex presidente del Colegio de Nutricionistas de Chile, y director del Magíster en Nutrición en Salud Pública USS, “puede estar ligado al nivel de estrés o autorrecompensa, o por el confinamiento propiamente tal, donde el alcohol buscaba ‘ayudar’ a moderar esas situaciones”.
Factores que inciden en la elección de alimentos
Los académicos de la Universidad San Sebastián reconocen que esta radiografía latinoamericana es un problema difícil de cuantificar, tanto en sus efectos a mediano y largo plazo. A pesar de que existen variaciones al interior de los países en el consumo y elección de alimentos, a grandes rasgos analizan que “los alimentos que eligen las personas de menos recursos son más baratos, asequibles, pero que tienen menor valor nutricional, lo cual impacta negativamente en su salud”, resume Durán.
El investigador USS agrega: “Toda Latinoamérica sufre problemas económicos; por tanto, esto se va a agudizar, afectando a las poblaciones más vulnerables, porque seguirán comprando alimentos baratos y menos nutritivos, que pueden incidir en enfermedades como obesidad, diabetes, hipertensión, dislipidemia, entre otros padecimientos”.
Las costumbres y rutinas producto del encierro a largo plazo pueden convertirse en problemas importantes de salud. Todo apunta a retomar la educación o buscar formas de impactar positivamente en la población.
Samuel Durán toma como ejemplo el período que Chile erradicó la desnutrición, cuando durante las décadas de los 60′s a los 80′s se aplicaron políticas materno-infantiles, priorizando la educación de este grupo, siendo una experiencia valorada por entidades internacionales, como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). “El trabajo de las nutricionistas ayudó a educar en los hogares y consultorios sobre qué cocinar y qué alimentos comprar. Ese es un ejemplo donde la educación nutricional tuvo un impacto. No es imposible generar estos procesos en el mediano plazo”, coincide Durán.
Laura Quezada, en tanto, comparte ese camino para ir cambiando la situación actual, siendo honesta al considerar que, si bien Chile fue uno de los países que tuvo menor inseguridad alimentaria, los niveles de obesidad en la población infantil crecieron, producto de conductas sedentarias, lo que califica de “abrumante”, con valores altos en niños que todavía no ingresaban al colegio.
Otra propuesta que plantea la académica de Nutrición y Dietética USS para cambiar este escenario es tomar la recomendación de la ONU referida a la creación de programas subsidiarios de alimentos, que en algunos países desempeñó un papel en la asequibilidad de las dietas saludables y prevenir enfermedades relacionadas con el sobrepeso y obesidad. “Si llegamos a vivir un evento similar, es importante que estemos preparados para tener una contingencia para evitar la inseguridad alimentaria”, finaliza.
Descarga el estudio completo en inglés en el siguiente link.
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