Ser una familia de acogida en Chile: cómo ayudar a niños en situación de vulnerabilidad
El Servicio Nacional de Protección Especializada a la Niñez y Adolescencia lanzó el programa “El poder de cuidar”, que busca que más familias se inscriban para recibir de forma temporal a menores bajo la tutela del Estado; una realidad que 14 mil niños y adolescentes viven en el país. La directora del Instituto de Estudios para la Familia de la U. San Sebastián, Maite Cereceda, explica los alcances de esta alternativa para quienes buscan abrir sus puertas a niños que necesitan cuidado y protección.
Existen muchas formas para ayudar a niños, niñas y adolescentes que enfrentan situaciones de vulnerabilidad, sobre todo aquellos que se encuentran bajo la protección del Estado. Una de las alternativas -más allá de la adopción- son las “familias de acogida”, posibilidad para que adultos o parejas mayores de 18 años puedan recibir a menores que no están seguros en sus hogares de origen y requieren protección, cuidado y cariño. Este es un cuidado transitorio –en un plazo legal no mayor a 18 meses– a la espera de que el niño pueda regresar a su hogar de origen o, en su defecto, pasar a vivir con su familia adoptiva.
Tras pasar por eventos difíciles, los niños que son amenazados o vulnerados en sus derechos son separados de sus familias por orden de un tribunal. Así, a través del programa Familias de Acogida Especializadas (FAE) del Servicio Nacional de Protección Especializada a la Niñez y Adolescencia, más conocido como Mejor Niñez, se trabaja con personas que reciben comúnmente a infantes hasta tres años, intentando evitar que estos lleguen a hogares de menores, al requerir cuidados más profundos. Así lo explica Maite Cereceda, directora del Instituto de Estudios para la Familia de la Universidad San Sebastián, quien se ha especializado en la temática.
La profesional explica que un tribunal designa si la acogida será realizada por familiares del menor, llamadas “familias de acogida extensas” o si serán derivados a una familia externa, que no tiene lazos con el menor y que se dispone a cuidarlo en un período máximo de 18 meses, según indica la ley.
Campaña del gobierno
Cifras entregadas por Mejor Niñez dan cuenta de que más de 14 mil niños, niñas y adolescentes en el país están al cuidado del Estado, de los cuales un 65% ha vivido con una familia de acogida. Para Cereceda, se trata de “una de las políticas públicas más desinteresadas y silenciosas. Es una realidad permanente, que está ahí, y muchos desconocen”.
La académica USS señala que, a diferencia del proceso de adopción, las familias de acogida “no son una instancia intermedia o de paso, sino más bien son una salvación, un renacer esperanzador de los niños que han perdido lo más importante: el cuidado y protección de sus padres”.
“La adopción es un proceso complejo, que toma años. Esta es una forma alternativa altruista para aportar desde otra forma con la infancia vulnerada, basada en la entrega de cariño”, agrega, en relación con la nueva campaña que presentó el Servicio Mejor Niñez a principios de junio, que busca invitar a que más personas puedan acoger a estos menores.
Se trata de “El poder de cuidar”, que busca visibilizar este cuidado alternativo que solo en lo que va de 2023 ya suman 9.254 niños, niñas y adolescentes que han sido atendidos por el programa.
Tareas pendientes y propuestas
A pesar de la importancia que significa el rol de las familias de acogida, el programa hace poco más de una década que está regulado y, según Maite Cereceda, “ha ido formándose sobre la marcha, con mucho trabajo y esfuerzo”.
Esta tarea ha sido parte de los puntos a abordar por parte del Instituto de Estudios para la Familia de la USS desde su creación en el año 2020. En 2022, en conjunto con el Centro de Políticas Públicas USS, desarrollaron un proyecto de investigación que indaga en la formación de familias de acogida en las regiones de Los Ríos y Los Lagos.
El estudio -de carácter cualitativo- tuvo como objetivo crear una propuesta de capacitación, llevando a cabo la extracción de datos que, para Maite Cereceda, “levantó más necesidades de las que esperábamos encontrar”. Entre la información que encontraron está la necesidad de las familias acogedoras de recibir un proceso formativo, tanto previo como durante la acogida, complementando con intervenciones y acompañamiento.
Respecto a este estudio, la académica USS destaca que hay necesidad de abordar orientaciones técnicas, como en la especialización de las familias para que existan grupos especialistas en recibir niños en vulneración de drogadicción, u otros tipos de violencia y abandono. “Si bien se hace una formación, todavía es muy general. Es una política pública que sigue siendo nueva y novedosa, y que en Chile no se conoce mucho. Falta visibilización”, precisa.
La investigación derivó en la creación de guías didácticas, prontas a ser divulgadas con el Servicio Mejor Niñez y algunas fundaciones, que buscan aportar en la formación de la familia antes de la llegada del niño en aspectos esenciales: los espacios que necesitará, cómo interactuará con otros niños que sean parte de la familia, o posibles desregulaciones que pueden vivir, como puede ser no compartir apellido de la familia al hacerse cargo como apoderado en el colegio. “No es lo mismo recibir un niño de visita que uno que trae consigo todo lo vivido, y que ni el mismo niño o niña tiene herramientas para procesarlo”, relata la especialista.
Otros aspectos formativos que deben ser considerados recaen tanto en profesionales del programa como en las familias que acogen a los menores, potenciando tanto el rol psicosocial de los adultos a cargo, junto al área jurídica respecto a la separación tras cumplir con las labores, aspecto que para Cereceda “es uno de los grandes problemas para quienes quieren ser familia de acogida”.
¿Adopción o acogida?
La investigadora USS se explaya hablando del temor frente al término del cuidado, lo que hace difícil separar la línea entre la adopción y la acogida. Un ejemplo de esto es que no está regulado en forma explícita si es que los cuidadores pueden tener contacto tras su partida. “Hay que tener precaución en cómo lo vive el niño, proteger el bien superior. El proceso tiene que ir en favor de ello, que no sea una nueva vulneración al dejar un lugar seguro”, responde.
Con miras a que las familias de acogida puedan popularizarse entre la población, así como se regulen los posibles tránsitos entre este cuidado alternativo de cara a una posible adopción por parte de los adultos responsables, la propuesta del Instituto de Estudios para la Familia busca seguir estudiando los criterios objetivos transversales, en el marco de aportar a la discusión de una reforma a la Ley de Adopción que se está tramitando en el Congreso. “Creemos que puede impactar a la invitación de familias de acogida voluntarias, y que acabe con el temor de la separación, o que exista un contacto del niño como apadrinamiento, para calmar los ánimos y otros se atrevan”, concluye optimista.
Todos estos puntos serán analizados en extensión en el nuevo diplomado sobre familias de acogida, pensado para profesionales del área jurídica, psicosocial, familias y cualquier interesado, que espera comenzar a funcionar en marzo de 2024.
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