Un millennial de 96 años
La vida de Juan Enrique Grez cambió drásticamente cuando, a sus ya 90 años de edad, recibió un regalo que lo conectó a un mundo para él inexplorado: el internet. Hoy, entre videos de YouTube, videollamadas y preguntas a Google asegura que ya no puede dejar de vivir sin su teléfono.
A sus 96 años de edad, el pintor Juan Enrique Grez ha sido testigo del paso de uno de los siglos más frenéticos en cuanto a avances tecnológicos. Frente a sus ojos pasaron la invención del televisor, la llegada del hombre a la luna, la computación, el internet y los teléfonos inteligentes.
Por supuesto, mientras más pasan los años, más difícil es acostumbrarse a los cambios y para Grez no fue la excepción. Como “chupetes electrónicos” solía apodar a los smartphones cada vez que veía a sus familiares más jóvenes pendientes de sus pantallas de bolsillo.
Pero hoy la situación ha cambiado y este amante del arte que reside en Viña del Mar, no puede vivir sin su teléfono. Ya sea viendo un video en YouTube, hablando por WhatsApp o haciendo una búsqueda en Google, lo que antes consideraba una distracción hoy lo llama “un invento fabuloso”. Casi mágico.
Nos conectamos por una videollamada para conversar sobre cómo es la vida de una persona de casi un siglo de edad insertado en la era de los bits y los pixeles. Esta es la transformación digital de Juan Enrique Grez.
Echando a perder se aprende
Es miércoles 18 de junio y sin haberlo planeado, me entero que el protagonista de esta historia estaba de cumpleaños. Claramente no había sido ni la primera ni la última videollamada del día. Saludos desde Argentina, Copiapó, Villa Alemana y Quilpué fueron algunos de los que recibió en un cumpleaños que, a pesar de la pandemia, estuvo más conectado que nunca.
Pero esa es la base en la vida de Juan Enrique Grez: hoy dice manejarse con al menos 15 aplicaciones de su equipo, siendo sus favoritas YouTube, Instagram, WhatsApp y Google. ¿Facebook? No, no le gusta. De todas ellas Google es sin duda la que más utiliza. “Tiene una capacidad de entregarle a uno un montón de cosas. Me gusta consultar vocabulario, biografías, todo lo que uno quiera”.
Hace un tiempo, por ejemplo, quería resolver una duda de su niñez. Cursando el segundo año de Humanidades, recuerda haber conocido a Pedro Aguirre Cerda para la celebración de los 44 años del Liceo de Aplicación. “Luego del acto se acercó a varios de mis compañeros y nos dio la mano”, recuerda. De lo que no estaba seguro era de si la figura histórica era presidente o no en ese momento. Así que le preguntó a Google. ¿La respuesta? No, en ese tiempo era ministro de Educación.
La relación de Grez con su teléfono es a la vez una conexión con su pasado, con su presente y a la vez el futuro. Y maneja todo con una habilidad envidiable, aunque reconoce que no siempre fue así.
Me di cuenta que en realidad uno puede equivocarse en el manejo, pero el teléfono no se va a echar a perder, así que me pongo a curiosear y ahí aprendo cosas nuevas. Y si le pasa algo, como quedarse pegado, mi hija puede arreglarlo
Todo comenzó hace unos cinco años, cuando Grez enviuda y queda viviendo solo en su casa. Leonor, su hija, comenzó a preocuparse por supuesto, considerando su avanzada edad y lo complicado que se hacía ir a visitarlo. Junto a su esposo tomó la decisión de llevárselo a vivir a la casa para cuidarlo más de cerca y fue durante esa convivencia que como familia decidieron regalarle su primer celular.
“Cuando recibí el teléfono me sentí perdido, no atinaba a nada, para mí era un misterio absoluto”, reconoce Grez, por lo que su hija y su yerno debieron convertirse en profesores para mostrarle como utilizar este aparato.
“La verdad es que no es tan fácil, sobre todo a esa edad”, cuenta Leonor Grez, su hija. “Hay que armarse de paciencia e ir de aplicación en aplicación. Yo partí con WhatsApp porque era la más fácil y nos permitía comunicarnos, pero el resto ya comenzó a aprenderlo por su cuenta”.
Juan Enrique Grez siempre ha sido curioso por naturaleza, lo que le ayudó a aprender más sobre el uso de estos dispositivos. En su niñez, era de los que desarmaba los juguetes para saber cómo operaban -aun cuando después no pudiera volver a ensamblarlos-. Por lo mismo, su mayor miedo era estropear un equipo mientras aprendía a usarlo.
Pero rápidamente cambió su perspectiva: “Me di cuenta que en realidad uno puede equivocarse en el manejo, pero el teléfono no se va a echar a perder, así que me pongo a curiosear y ahí aprendo cosas nuevas. Y si le pasa algo, como quedarse pegado, mi hija puede arreglarlo”, cuenta. Así, de a poco, pasó de ser de un curioso a un principiante y de principiante a un usuario dedicado. Tanto así que hoy, tanto él como su familia reconoce, que es el más tecnologizado de la casa.
Rutina digital
En la casa, el mejor celular no es ni de la hija ni del yerno, sino que del propio Juan Enrique Grez. Y eso, a pesar de que no estuvo de acuerdo al principio en cambiar su teléfono: “Pensaba que tendría que volver a aprender a usarlo pero me convencieron y me di cuenta que era todo muy parecido”. El motivo del cambio, según explica Leonor, era principalmente para mejorar su experiencia considerando lo mucho que lo usaba. “Lo veíamos complicado con la pantalla, además que a su edad, la vista también sufre un poco así que necesitaba una pantalla más grande”.
Y el cambio sirvió. Quizás demasiado. Quien más pasa metido en el “chupete electrónico” como alguna vez lo llamó es Grez mismo. “Puedo estar unas cinco horas al día haciendo lo que me gusta”, explica.
El celular se convirtió en el reemplazo de muchas de sus actividades favoritas. Leer, por ejemplo, que ya le cuesta hacerlo con libros tradicionales, es muy fácil en una pantalla iluminada y con la posibilidad de agrandar la letra. Pero también se ha convertido en una conexión con la verdadera vocación de su vida: la pintura.
“Yo sigo siendo pintor, solo que dejé de pintar”, dice con orgullo y el smartphone se ha convertido en la conexión perfecta para dar con su pasión. Usa Google para buscar a sus autores favoritos, pinturas bien iluminadas, videos de YouTube con la música de su época, pero también con tours de museos alrededor del mundo y biografías de grandes pintores. Pasión que lo llevó a descubrir su red social más reciente: Instagram.
Nunca pensé que se convertiría en un usuario tan activo. Ama YouTube. Ama Google. A veces me voy a acostar, son las 12 de la noche y ahí lo ve con la luz apagada y el celular encendido
Leonor Grez, hija de Juan Enrique
“Me gusta Instagram porque hay muchas imágenes: hay cuadros, escenas, tutoriales de dibujos y muchas colecciones de pinturas, acuarelistas famosos, retratos, todo extraordinario”, dice, confesando que es más bien un buscador de contenido más que un usuario más joven que usa la red solo por los likes.
Felipe, su nieto, fue quien lo guía por esta red social y le sorprendió lo rápido que aprendió a usarla. “Sin que le enseñara me manda mensajes, y a veces conversamos por ahí y no por WhatsApp. También me doy cuenta que se pone a ver mis historias. Sin duda es el más tecnológico de esa casa”.
Y en parte eso se debe a las opciones de accesibilidad que a veces uno no sabe apreciar. Por ejemplo, cuando le cuesta escribir o tipear por su vista, utiliza la opción del micrófono para hacer sus búsquedas por Google o Instagram.
El smartphone se ha convertido en una pieza tan clave en su vida que ya ha reemplazado a varios otros aparatos: ya no ve prácticamente nada de televisión ya que prefiere informarse por el teléfono. “Las noticias están más resumidas, van al hueso, la tele da muchas vueltas y detalles que están de más”, dice. También está dejando detrás al diario, del cual solo puede leer titulares y subtítulos. Y por supuesto, las llamadas telefónicas ahora, son casi siempre solo videollamadas, con sus seres queridos de todo el mundo.
“Se nota mucho la diferencia, es una comunicación más de calidad cuando puedes ver la imagen de la otra persona. Es mucho mejor”, asegura.
Su hija Leonor, aún está sorprendida, pero no se arrepiente de lo que hizo. “Nunca pensé que se convertiría en un usuario tan activo. Ama YouTube. Ama Google. A veces me voy a acostar, son las 12 de la noche y ahí lo ve con la luz apagada y el celular encendido”, dice, mientras la pequeña pantalla digital se convierte en el nexo perfecto entre los recuerdos de un incansable artista de 96 años y un mundo digital que, cada vez demuestra tener un espacio para cualquier persona en el mundo, sea de la edad que sea.
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