Yolanda Kakabadse: “No es posible que haya gente sana en un planeta enfermo”
La conservacionista ecuatoriana presentó durante la Ceremonia de Premiación 2020 del Softys Water Challenge, con especial énfasis en cómo la sociedad civil debe responder ante problemas tan graves y urgentes como el acceso al agua.
Yolanda Kakabadse es una de las referentes latinoamericanas en materia medioambiental más importantes en el mundo. La conservacionista ecuatoriana fue ex presidenta de la WWF y de la UICN, pero su labor por el cuidado del mundo y sus recursos naturales no ha cesado.
La experta presentó su visión como keynote speaker durante la Ceremonia de Premiación 2020 del Softys Water Challenge, iniciativa de Softys que, en alianza con la Fundación Amulén y el Centro de Innovación UC, convocó a emprendedores/as de todo el mundo con un objetivo común: dar acceso a agua potable a las comunidades más carentes de Latinoamérica.
A través de su extensa carrera, Kakabadse ha visto el progreso de la relación entre la sociedad civil y los privados, explicando que “hace 15 años, la relación entre una empresa y una ONG era la de un donante y un beneficiario, lo que tuvo sus ventajas pero no fue suficiente. Hoy esa relación es más parecida a la de ser socios”.
¿Y qué implica esto de ser socios? Según Kakabadse, entender que los temas ambientales no debiesen ser un costo o una barrera que impida el progreso, sino que todo lo contrario: el criterio bajo el cual se debe medir el avance de una sociedad hacia el futuro.
Proteger nuestro hogar común
La pandemia ha dejado en evidencia que la salud es un pilar fundamental para el desarrollo de cualquier economía, dado que las cuarentenas acarrean efectos adversos tanto para las personas como para el desarrollo de ciudades y países. Para Yolanda Kakabadse, lo que ha ocurrido durante el 2020 a raíz del Covid-19 es la demostración de una teoría que ha postulado a través de su trabajo: la salud del planeta también importa.
“No puede haber gente sana en un planeta enfermo. Estamos viviendo este momento difícil porque hemos maltratado a la naturaleza y el virus no es más que un grito de auxilio para que trabajemos en ser más conscientes con nuestro entorno y hacer un uso responsable de los recursos naturales”, añadió.
Y una de las principales expresiones de esta necesidad de trabajar a conciencia con el mundo que nos rodea está en el manejo del agua y su suministro para el mundo. Lo define como el recurso natural número 1 en estos momentos, la Tierra y sus habitantes están empezando a tener sed.
Para hacernos una idea de la verdadera escasez de agua que puede haber, la especialista hace el siguiente cálculo: de toda el agua que hay en la Tierra, el 97,5% es mar, es decir, agua salada no apta para consumo humano. Del 2,5% restante de agua dulce, solo el 0,3% está en lagos y ríos con acceso abierto y solo el 30% se encuentra en napas subterráneas a las que podemos acceder. Es decir, con menos del 2% del agua dulce del mundo, debemos sustentar nuestra vida, nuestra producción de alimentos, procesos productivos y más. Y ese recurso se está acabando.
La especialista plantea que el principal desperdicio de agua ocurre principalmente por la baja eficiencia con la que se utiliza el recurso, una falla que se debe, entre otras cosas, a la poca inversión en tecnologías y a la necesidad de reducir al máximo los costos. Como ejemplo, en los procesos de agricultura, se pierde un tercio del total del agua, la que se desperdicia en traslados o en la misma aplicación de líquidos. Es decir, un tercio de toda el agua que se usa para producir alimentos, en realidad se pierde en el camino. Y además, una vez producido ese alimento, la sociedad falla en su distribución, porque un tercio de toda la comida del mundo termina en la basura.
Entonces, ¿Cuál es la solución? Para la especialista, hay varias cosas por mejorar: lo primero es invertir en mejorar los procesos productivos: “por cada dólar que se invierte en reducir las pérdidas en la generación de alimentos, eso se convierte en siete dólares de ganancia”, explica.
Por su parte, la academia y la sociedad civil deben trabajar en mejorar no solo el acceso a la información, sino también en la claridad de esta. De nada sirve, por ejemplo, medir el impacto del cambio climático si nadie sabe qué es realmente una tonelada de carbono, ejemplifica Kakabadse.
Finalmente, apoyar el rol de los emprendedores/as, de pequeños y medianos empresarios/as que se dedican a mejorar las condiciones medioambientales de sus entornos, ya que es a través de éstos que se pueden hacer los trabajos locales, como por ejemplo, de saber cuánta agua requiere una comunidad específica para garantizar su funcionamiento. “No es momento de aplaudir a los emprendedores/as, sino que de alentarlos a seguir trabajando, ya que son los mejores aliados para que los gobiernos locales tengan los suficientes insumos para avanzar hacia una sociedad en equilibrio con el entorno”.
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