Buena mano

Las hermanas Consuelo y Macarena Pérez tuvieron una tienda de decoración por diez años, la cerraron hace cinco. Hoy tienen una oficina –Consuelo Pérez y Asociados, a la que se sumó la hermana menor, Trinidad– de la que se sienten orgullosas de decir 'abarca todas las áreas de la decoración'. Hacen casas en la ciudad y en la playa, refugios de nieve, oficinas, tiendas y restaurantes, como el Margot de La Dehesa o el Amadeo de Bellavista; también trabajan con inmobiliarias en departamentos piloto y áreas comunes. "Había áreas que no dominábamos y estudiamos para poder desarrollarlas. También hemos agregado tecnología en los proyectos. Nos ha ido muy bien, estamos muy contentas", dice Macarena Pérez.

Su diagnóstico de la industria comienza diciendo que el oficio cambió mucho y para bien: "Creo que el servicio de decoración se valora mucho más que antes. Antes la dueña de casa decía 'esto lo hago yo'. Nadie se complicaba con tener paisajistas, pero si contrataban un decorador lo hacían con cierto pudor. Eso se acabó. Mucha gente entiende que entre ponerse a hacer intentos, perdiendo tiempo en comprar cosas equivocadas, es más eficiente contratar un servicio de decoración que presente un proyecto adecuado a tus necesidades y personalidad. Es más eficiente incluso en términos económicos que salir a comprar muebles que llegarán a tu casa para que recién te des cuenta cómo se verán en tus espacios. Estos servicios también permiten intervenciones más profundas, bastante construcción, remodelación y terminaciones".

Además se da otra situación nueva: hay espacio para todos. Clásicos, modernos, masculinos, escenográficos, hay un diseñador para cada gusto. "La gente elige según los proyectos que les ven y dice me gusta esta mano. Se identifican con tus cosas y piensan en contratarte", dice Macarena en el mejor ejemplo de lo que podríamos llamar su mano, su propia casa.

Ella calcula que se construyó hace unos 20 años. Junto a su marido la compraron hace ocho y la remodeló completa. El living, el comedor, el hall de entrada y los dormitorios son parte de la construcción original, una variedad de salitas, un escritorio y otros espacios fueron adicionados de la pareja. Buscaron mucho antes de dejar la casa que tenían en Vitacura y se decidieron por esta fundamentalmente por la tranquilidad del barrio, sus grandes árboles y su proximidad con los colegios de sus hijos.

Recorriendo el comedor vemos una versión modernizada de sillas Reina Ana en torno a una mesa de vidrio con base chapada en ébano y una liviana cubierta de vidrio; un gran espejo replica lo que pasa en el jardín y permite a los comensales que dan la espalda a los ventanales tener el mismo verde que los demás. Más allá se ve la terraza ampliada para recibir invitados del marido, 'el choclo familiar' y muchos amigos de los hijos que llegan, una vez más, porque los colegios están cerca. El jardín es simple y, según Macarena, 'muy disponible'. Lo hizo la pareja, pensando en que transita gente constantemente y que a los dos chicos –colocolinos de corazón como se ve en su pieza– les encanta jugar a la pelota ahí.

En el living los objetos tienen distintos orígenes. Algunos son comprados a artistas y artesanos, como una lámpara de Ragú; otros son recuerdos de viajes como los pinceles chinos; pero la mayoría son muebles diseñados por las hermanas Pérez y fabricados por los maestros en sus talleres. Así es como nos topamos con una versión más pequeña de la mesa de comedor al centro del living, hecha en la misma chapa y el mismo vidrio.

Hace unos años quizá habríamos podido encontrar muebles como estos a la venta en su tienda. Hoy su trabajo se trata más bien de crear espacios en su totalidad para gente que las escoge porque se identifica con su estilo. En las salas y en cada rincón que mostramos en estas en páginas hay un muy buen muestrario.

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