Dosis de Montt

Este es el hogar del magnífico ilustrador chileno Alberto Montt, conocido por la destreza en sus mensajes, que junto al dibujo recrean escenas cotidianas. Este departamento no tiene mayor vanidad, pero sí existen recuerdos de viajes, amor por lo antiguo y, obviamente, muchísimos ilustradores dando vueltas por todas partes: colgados en la pared, ilustrados en libros… escenas de ensueño y creatividad humana que se alojan en este espacio.




Alberto Montt, chileno, 44 años, pasó su infancia y juventud en Ecuador. De ahí se denota su acento más pulcro al hablar y el modo en que hace converger las palabras. Al pedirle que se defina como tal, nos dice que no solo es ilustrador, eso le quedaría corto. Es más bien ilustrador, guionista, director de arte, escritor. Todo su trabajo va con un mensaje explícito basado en la cotidianidad. Lleva 20 años trabajando en esto, empezó a dibujar desde chico y luego, egresado como diseñador, comenzó a darse cuenta que dibujaba bien –aunque él comenta que no lo hace–, y que además le pagaban por hacerlo. "Mi inspiración es todo lo cotidiano. Pasé mi infancia y juventud en Ecuador, de ahí viene el espíritu de ir recopilando objetos, sacar mucho color, visitar mercados indígenas, mucha figura religiosa. Eso se ha convertido en parte de mi memoria emotiva, y esta aparece cada vez que hago un dibujo. Toda la imaginería, esa cromática, es parte de mi cotidianidad (…) La gente me llama no porque dibuje bien, me llaman porque tengo ideas. Siempre pienso que lo que yo hago está más cerca de la literatura que del dibujo", señala Montt.

Por estos días está a punto de comenzar un documental sobre un personaje histórico, está trabajando dos libros para México, y un tercer libro que es un cuento infantil. Dentro de sus trabajos resaltan desde una pequeña colección limitada para Puma hasta trabajos con el Gobierno chileno para enseñar educación cívica. También imparte un taller con su colega Francisco Olea, y él dice que se divierte mucho. "Es una forma de mantenerse fresco", resalta.

La casa del ilustrador

Esta es una casa sin mucha planificación, Alberto la llama el caos, donde todo es fortuito y nada pensado previamente. "No soy un gran conocedor de muebles ni estilos decorativos, si me sirve y el mueble tiene historia –que eso me gusta–, lo compro. "Tengo el síndrome de Diógenes y viajamos mucho en familia, entonces siempre estamos encontrando cositas que nos gustan. Me gustan mucho las ilustraciones, entonces en algún momento opté por nunca más tener un cuadro y tener solamente dibujos".

A pesar de ser todo un poco al azar, existe un gusto, una exacerbación de lo bello, de los colores, de objetos que a Alberto le hacen pensar. "Los colores se van dando dentro de una paleta que es la que manejo más o menos yo al dibujar, siento que es parte de mi personalidad, que no la planifico, y es lo que le pasa a todo el mundo. Son cosas que voy encontrando, y mucho de lo que compro es usado y eso también va generando un tipo de color, un carácter especial. Es muchísimo más barato y me gusta más, por la historia que tienen los muebles detrás", agrega.

Los libros están repartidos por toda la casa, y a veces hacen falta más muros para colgar todas las ilustraciones que tiene. "Lo que realmente busco son ilustradores, siempre trato de conseguirme algún original, en este punto pongo energía, el resto es un encuentro fortuito. La casa es un caos que termina siendo orgánico". dosisdiarias.com

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