Editorial

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Sábado 5 de agosto 2017, edición N°743




Hace un tiempo leí (lamentablemente no recuerdo dónde) que después de la crisis mundial del 2008 la tendencia de ir creciendo cada vez en el tamaño de las casas era algo que estaba cambiando; si antes tener una casa más grande que la de los padres era señal de éxito, hoy vivir en menos metros pero de modo más sano financieramente es igual de valorado. Buscando la cita que no recuerdo, llegué a diversas páginas en las que se discutía este tema y cómo es algo que cada día gana más adeptos. Menos metros significa usar al máximo los espacios que se tienen, es gastar menos en mantención y reparación; por ser menos metros, puedo acceder a sectores más caros y por lo tanto estar más cerca de donde las cosas pasan; si se elige bien, quizás estar cerca de una línea de metro o a distancias cortas haciendo todo caminable. Es tener menos cosas y esas disfrutarlas más, y si somos muchos y no cabemos, siempre habrá un bar o restaurante en la esquina que nos pueda recibir.

Nuestra periodista Manuela Ovalle vivió la experiencia de achicarse, de un departamento con amigas a uno solo para ella, y quiso contarnos su experiencia. Después de hacer el acto de desprenderse, se dio cuenta de que mucho de lo que se fue eran solo cosas, y que no impactaban en una mejor o peor calidad de vida; ahora está feliz, más liviana y con tiempo y espacio para nuevas experiencias.

Dos remodelaciones hechas por la oficina Iragüen Viñuela están en esta misma línea: espacios limpios, para ser usados y disfrutados de múltiples maneras y suficientemente versátiles para adaptarse a las necesidades cambiantes de sus usuarios. Si hoy casi todos trabajamos en un notebook que podemos llevar a cualquier lugar, ¿se justifica tener una habitación solo como escritorio? ¿No es mejor tener una mesa amplia y cómoda, con buena luz y que pueda ser usada para comer, trabajar o jugar?

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