El hombre de las nieves
Un grupo de entusiastas amantes del deporte blanco decidió agarrar carpas y esquís y aventurarse cordillera arriba. Corrían los años 30 y fueron los primeros. Pioneros en darle el puntapié inicial a un deporte que hoy suma y suma adeptos. El impulsor, Agustín Edwards padre. Hoy su hijo Roberto habla sobre lo que fue crecer en las cumbres de nuestra cordillera de los Andes.
Cual "caminante no hay camino, se hace camino al andar" llegó Agustín Edwards B. en 1934 arriba. Y lo hizo sobre una mula, impulsado por las ganas tremendas de ponerse los esquís y tirarse montaña abajo, para revivir lo aprendido en los Alpes. Luego siguió la tarea de darle forma al camino que iba desde la ciudad hasta el pueblo de montaña a punta de pala y chuzo.
Corría 1936 y comenzó a construir su propio refugio de montaña. Una construcción que se levantó con gran esfuerzo, trasladando los materiales a lomo de mulas, las que cargaron hasta un piano de cola desde Santiago.
Tremendos eran los esfuerzos de los primeros que llegaron a Farellones y que partían en caravana desde Santiago hasta llegar a la Gran Bajada de Farellones. Se demoraban días en esto.
Una sobreviviente, una testigo, un punto de referencia y una institución dentro de lo que es y vive Farellones. Así es esta casa: imponente, la primera, la afortunada y con una vista que despeja el alma.
"Fue en 1942 cuando se inauguró el primer andarivel de la cordillera, yo tenía cinco años y me acuerdo perfecto haberlo usado; ¿sabes cómo era? Estaba hecho con las ruedas de un tractor que se le amarraba una cuerda que iba arrastrándose por el suelo y uno la tenía que agarrar con las manos hasta lograr subir. Había una sola cancha, que se llamaba la Gran Bajada. En esa época todos los que subían se conocían. Ahora es subir y ver si uno conoce a alguien", cuenta Roberto Edwards.
Materialidad.
La construcción está hecha con cemento y madera y algunos muros están revestidos en piedra y pino.
Casi todos los fines de semana iba la familia completa. Para qué decir las vacaciones de invierno, era sagrado estar en la nieve dentro de este refugio, que fue ideado por el arquitecto Santiago Roi, "aunque mi papá era bien 'arquitecto' para sus cosas y participó mucho de la construcción", cuenta Roberto.
En ese entonces, para subir, los esquiadores lo hacían caminando, ponían piel en la base de sus esquís de madera para que con los pelos se engancharan al suelo y esto permitiera ir escalando. "Yo subía siempre, hasta que dejé de esquiar, eso fue hace diez años", dice Roberto.
Dentro del refugio diversos elementos cuentan el paso del tiempo sobre lo que ha sido la evolución del deporte blanco.
Hoy el refugio sigue albergando a la familia Edwards dentro de generosos metros que han dejado que la vista siga siendo un espectáculo, con una calefacción perfecta que hace que la nieve se viva alegremente. "Hoy mis hijos y nietos son los que más ocupan el refugio, y son tantas las camas que nunca se llena".
Los tiempos son otros, el clima también cambió, así lo cuenta Roberto. "Antes la nieve llegaba mucho más abajo, el nivel de nieve ha disminuido por la contaminación de Santiago. Antes la nieve tapaba los autos". Dicen que los tiempos pasados fueron mejores, pero entre los fanáticos, subir sin cansancio a la nieve es ley, y lo será hoy y siempre.
Inspiración
Infundir calidez con materiales nobles hace que un refugio se disfrute plenamente durante el invierno.
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