Escombros

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Econciencia, sábado 11 de febrero 2017, edición nro. 718




La gestión de demoler facilita la implantación de un nuevo proyecto, pero genera a su vez múltiples problemas que van más allá de la eliminación de los desechos, entre ellos: la liberación de polvo, el retiro y traslado de desechos a través de medios de transporte con sus respectivas emisiones de gases contaminantes y gasto energético. Si se tiene en cuenta que aproximadamente el 50% de los residuos son generados por la actividad de la construcción, resulta evidente que los profesionales del área tienen la responsabilidad ética de abordar este problema.

En los microbasurales y vertederos ilegales de la Región Metropolitana, entre el 65% y 80% de la basura corresponde a remanentes de construcciones y escombros de demoliciones, mientras que entre 15% y 20% son desechos voluminosos como neumáticos y muebles, y finalmente entre el 5% y el 10% restante está compuesto por residuos peligrosos como aceites y desechos químicos. Estos basurales se ubican principalmente en los sectores periféricos de la ciudad, en lugares donde habita la población de menos recursos económicos.

Aparte de estas cifras, un estudio referente a la composición de los residuos provenientes de la construcción realizado por la Conama (Comisión Nacional del Medio Ambiente) arrojó que un 78,7% de estos residuos correspondían a áridos, un 11,25% a cementos, un 5,4% a ladrillos, un 2,4% a revestimientos plásticos, mientras que un 2,4 % corresponde a materiales variados como maderas, yeso, fierros, tejas, planchas de zinc y cañerías de diversos materiales, entre otras, pudiendo apreciar así cuáles materiales son los más y menos desechados.

Es urgente comprender que la reutilización de edificios no es solo un simple acto formal o de salvaguarda del patrimonio, sino que es primordialmente un acto de sustentabilidad. Comprender la reutilización de esta forma nos llevará a generar propuestas de mayor sensatez y trascendencia, pensadas a largo plazo, logrando no solo una sustentabilidad energética propiamente tal, sino, también, una sustentabilidad económica y social-cultural respetuosa con el medio ambiente.

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