La casita en el bosque
Orgánica en su concepción, en medio de un pequeño bosque en la V Región, esta casita es producto del amor y la perseverancia de Gonzalo Cristi, arquitecto y constructor que levantó esta vivienda. Con una vista espectacular al océano, vive silenciosa como un regalo a su familia y a sus antepasados.
La casita en el bosque, así es como la apodaron sus nietos, 9 niños que aquí juegan, ríen, se esconden y viven el encanto de la niñez. Es como un cuento. Todo comienza con el esfuerzo que hace 15 años hizo el arquitecto, constructor y albañil Gonzalo Cristi –hoy de unos vividos 80 años de edad–, y que hoy se impregna en vivencias, asados, puestas de sol y en el cálido silencio absoluto de las noches estrelladas.
En el bosque donde se emplaza la pequeña casa hay eucaliptos, pitosporos y cardenales. Es todo salvaje, pues Gonzalo dejó la naturaleza que rodea a la casa tal cual, en su expresión máxima. El terreno tiene una inclinada pendiente, y desde ese punto se generó la vivienda. "Cuando llegué todo era bosque, entonces yo corté únicamente los árboles necesarios para hacer el camino de llegada a la casa. Esta se hizo en un terreno con pendiente, por lo tanto hubo que hacer una parte sólida, que es la que se ancla en el terreno. El resto está sobre pilotes por el desnivel. Lo que quedó anclado al terreno es el hall de entrada; luego el segundo piso, que todo está ejecutado con rollizos de eucalipto impregnado y calibrado, vale decir que son todos del mismo diámetro, lo que permite que se puedan alinear fácilmente. La estructura entera de la casa, tanto los pilares como las diagonales, está a la vista, sujetan la casa. Entre medio de la estructura se hicieron unos bastidores de madera y se forró en fibrocemento liso por fuera, que es resistente a la humedad, y yeso cartón por dentro", detalla Cristi.
El espíritu
La decoración se basa en cosas traídas de todo Chile. Esta familia recorrió el país, desde Iquique hasta Coyaique, en campings. "En todas partes íbamos recogiendo candados, llaves, piedras, desechos de las salitreras, me gusta mucho la arqueología", detalla.
El hall de entrada parece de cuento, la Caperucita Roja podría vivir allí. Destaca una máquina de coser que era de la madre de Gonzalo, del año 1920. El arte en los muros lo hicieron las hijas del dueño de casa, mientras que los espejos son herencias, de su suegro y de su padre.
El living y comedor, siguiendo esa línea sencilla pero poderosa a los ojos, es austero pero con antigüedades superbién elegidas, que a su vez combinan bien con materiales orgánicos como la madera. Hay una máquina de escribir muy antigua, se aprecia la mesa de centro hecha por Gonzalo y de madera de lingue. Sobre ella, una huincha de medir antiquísima le da dinamismo al espacio, era la que usaba el papá de Gonzalo cuando trabajaba en carpintería. Los sitiales son estilo Morrison, traídos de Antofagasta.
El piso de toda la casa es de pino machihembrado sin ningún tratamiento.
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