La revolución de volver al origen
Diseño nacional. KLANG, el estudio de arquitectura y diseño creado por Luisa Frigolett, no busca la masividad ni caer en sistemas productivos que revientan la cadena... va para el otro sentido. Va por aquel que nace desde el oficio, con técnicas ancestrales y materiales nobles como la madera, la fibra, la piedra y el metal para así formar un ciclo respetuoso con el planeta.
En un manifiesto que Luisa Frigolett (36) comparte con nosotros declara: "El efecto alienante de la tecnología nos ha distanciado de lo esencial", y sigue con ideas que apuntan a lo apremiante que se vuelve el encuentro con otro, a volver a conectar con la naturaleza, incentivar la cultura y conocer el territorio que habitamos para honrar el mundo y vivir en equilibrio. Luisa es arquitecta formada en la Universidad Católica de Valparaíso, por lo que estudió los primeros años en el plan común con diseño gráfico y diseño industrial. "Siempre quise ligar varias disciplinas a lo que yo hacía porque soy muy curiosa", cuenta. Después de trabajar para otros sintió la inquietud de hacer algo propio. Así, el 2018 nació Klang, el estudio de arquitectura y diseño. Por su parte, lo que existía era una búsqueda incansable por vincular la arquitectura con el diseño y el arte. "Verlo como un estudio de exploración e investigación de estas disciplinas", explica.
¿Cómo defines tu diseño?
Aspiro a que sea un diseño atemporal, me gusta ese concepto porque es todo lo contrario a lo desechable, a lo que está de moda. Me encantaría que el objeto pudiera heredarse de generación en generación. Hay un ciclo de vida del objeto que es mucho mayor. Me gusta que quieras arreglarlo si se echa a perder.
¿Cómo celebras el espacio y el territorio, que son parte de tu concepto como marca?
Lo que se busca es vincular no solo distintas disciplinas, sino también escalas. Es ir al territorio más macro, porque creo que en el territorio hay una serie de cualidades intrínsecas que muchas veces pasamos por alto. Nací en Colombia pero viví mucho tiempo en La Ligua, y ahí existe una relación del territorio con un oficio, ahí es el tejido. Así muchos otros territorios a nivel nacional están vinculados a una cierta cualidad, y en la medida en que uno reconozca y pueda leer lo que hay detrás de ese espacio, vamos a ser capaces de valorar, cuidar y celebrar. Hay varios artesanos que participan en la producción de un solo objeto; por ejemplo, en la lámpara Andina, la base de madera la trabaja un tornero, la pantalla es de cristal soplado y la hacen en una fábrica que soplan cristal. El bron
ce es trabajado por otro artesano que se dedicaba a hacer lámparas en bronce.
¿Cuál ha sido la gran enseñanza aprendida en estos dos años de funcionamiento?
Siento que el diseño es un oficio difícil y que no se valora mucho. Uno a veces se bajonea porque no puedes competir con los objetos que existen en el mercado porque tus precios no son competitivos, y eso es frustrante. Pese a esto me quedo con la idea de que va a llegar un momento en que esto sí va a ser valorado, donde todo el trasfondo económico-social que hay detrás de rescatar oficios, trabajar con materia prima y de consumir algo que sea heredable es algo que se viene. Estamos en ese punto de transición donde todas estas cosas van a empezar a valorarse. Creo que el diseño está tomando fuerza en ese aspecto. A no desanimar y valorar que son otros tiempos y que cada cosa tiene un proceso. Estamos en un mundo tan rápido que nos exige inmediatez, y creo que hay que tomárselo con calma, y eso es parte de lo que yo estoy buscando.
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