Me voy
La pandemia cambió nuestros paradigmas sobre cómo vivir, le abrió la puerta al teletrabajo y motivó a muchos a darle una oportunidad a un viejo sueño: vivir en provincia. Familias que cerraron sus casas para emprender, profesionales que decidieron volver a sus ciudades de origen y matrimonios de jubilados que decidieron adelantar sus planes. Cinco historias que dan cuenta de que Santiago no es Chile.
Ser freelance en Valdivia
Mi marido y yo trabajamos de forma independiente, él es de Valdivia y ya hace un tiempo habíamos tomado la decisión de irnos de Santiago en busca de una mejor calidad de vida para nuestras hijas (3 y 1). Lo que era un anhelo, la pandemia lo convirtió en una prioridad y los planes se adelantaron; fue la excusa perfecta. Arrendaremos nuestro departamento en Providencia y con el mismo presupuesto allá tendremos una casa, algo impensado acá. Solo me da pena partir en este momento en que no me puedo despedir físicamente de toda la gente que quiero, también estar lejos de mi abuela, quien vive en Viña. Estar lejos de mi familia y de nuestros amigos santiaguinos es lo que más me angustia, pero sé que valdrá la pena. Esta semana partimos en auto al Sur, el comienzo de esta nueva aventura”.
Cristiana Bargetto (32), fotógrafa @lavidaesconmanjar
Una familia en Frutillar
“Siempre fue nuestro sueño vivir en el Sur, pero por mi carrera de abogada el plan siempre quedaba en el tintero. Trabajé más de una década en estudios jurídicos con horario de oficina. Ya había decidido independizarme y con la cuarentena aumentaron nuestras ganas de estar en contacto con la naturaleza: tener una casita de muñecas en el patio, un gallinero y mucho aire libre, más aun considerando que nuestros hijos (4, 2 y 8 meses) son asmáticos y el invierno en Santiago es un tema para nosotros. La vida es ahora, nos dijimos con mi marido, y Molino Viejo (que queda entre Puerto Varas y Frutillar) era el lugar; no había cómo negarse a despertar con vista al volcán. Él es arquitecto y en el último tiempo ha incursionado en la construcción; creemos que hay más gente como nosotros pensando en hacerse la casa de sus sueños, por lo que allá seguirá con su oficina (@seed_arquitectos). Yo encontré un trabajo flexible en el estudio BGP, donde estaré a cargo del área de litigación, y haré clases. Ya pusimos la casa de Santiago a la venta y tenemos visto un terreno, sacamos a nuestra hija de su colegio y ya partió con clases vía Zoom en su nuevo establecimiento. Tomamos la decisión y se ha sentido correcta, todo ha fluido”.
Francisca Reyes (35), abogada.
Jubilar y dejar Santiago
“Hace tres años partió nuestro sueño de tener una casa fuera de Santiago. Por cercanía optamos por Curacaví, el plan era instalarnos ahí una vez que ambos jubiláramos y dejar nuestro departamento en Ñuñoa. Pero como los planes de todos los chilenos, los míos cambiaron tras el 18 de octubre. Luego de 25 años me desvincularon, el 1 de marzo estaba sin trabajo, 4 meses antes de cumplir la edad para jubilar. Me fui con mi señora y mis papás (92 y 85 años) a pasar unos días y descansar a nuestra parcela sin saber que no volveríamos: estando allá se activaron las cuarentenas y los primeros casos, por lo que decidimos no volver y probar. Ya llevamos cinco meses y hemos aprendido que hoy los trámites se pueden hacer virtualmente y creemos que cuando se levanten las cuarentenas podremos ir por el día a ver a nuestros nietos. Hoy podemos decir con propiedad que esta es nuestra casa, vivimos en Curacaví y no es una segunda vivienda. La pandemia nos impulsó a adelantar la decisión, y mirando para atrás las cosas se dieron para mejor”.
Juan Carlos Zamorano (65), ingeniero comercial, está en trámites para jubilarse.
Bajar el ritmo en Puerto Varas
“Nos gustaba mucho Santiago, recorrerla era un panorama. De lunes a viernes hacíamos vida de barrio. Nos movíamos entre nuestro departamento, el colegio de nuestras hijas (6 y 3) y la oficina de mi marido, que quedaban cerca. Pero desde octubre la ciudad cambió, luego se sumó el confinamiento, y por primera vez en una década me sentí encerrada, me dieron ganas de intentar tener una casita. Siempre habíamos tenido en mente la idea de vivir en una ciudad más chica y en este nuevo contexto el puzle se armó. Por mi trabajo freelance el escenario no me cambia mucho; mi marido, en cambio, asumió el riesgo de renunciar a su trabajo. Optamos por Puerto Varas, ya que somos urbanos y no queremos perder eso; pero sí queríamos bajar el ritmo y la escala. Arrendamos una casa cerca del centro y la meta es en noviembre ya estar instalados. ¿Cómo me imagino marzo? Con mis hijas conociendo su colegio nuevo, haciendo paseos todos los fines de semanas y quizás con un perro, que es lo que ellas más quieren. Nos da un poco de vértigo, pero el entusiasmo es mayor”.
Luz Edwards (38), periodista
Volver al nido
“Soy de Viña, al igual que toda mi familia; estudié acá y solo me fui a Santiago para terminar el último año de Periodismo. Hice la práctica y luego encontré trabajo, pero para mí Santiago era solo una ciudad dormitorio de lunes a viernes. Producto de una enfermedad de mi mamá decidí volver, pensando que sería temporal y que luego debería regresar en busca de trabajo. Esto hasta marzo, cuando todo se paralizó. Jamás pensé que en medio de la pandemia encontraría un trabajo, sin siquiera conocer físicamente a mis jefes y en el que me permitirían vivir en la V Región. El teletrabajo para mí ha sido una oportunidad, puedo hacer lo que me gusta sin estar lejos de mi casa. Haber vuelto y encontrar esta fórmula que hasta hace un mes era impensada ha sido lo mejor de la pandemia. ¿Qué sentido tiene vivir en lugar solo por un trabajo que puedes hacer remotamente?”.
Camila Sánchez (27), periodista, trabaja en la Agencia de Comunicaciones Parla.
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