Cierres tempranos y rastreo de casos: las claves de los territorios que no tienen muertes por Covid-19
Pese a que la pandemia vuelve a tomar fuerza en Europa, estos lugares, en su mayoría insulares, han logrado evitar tener víctimas fatales cerrando sus fronteras tempranamente, aunque no han sido inmunes a algunos daños colaterales.
Mientras Europa atraviesa la segunda ola de coronavirus y el mundo supera los 33 millones de contagios y un millón de muertes a causa de la pandemia, es difícil imaginar que aún hay partes del mundo donde el Covid-19 no ha cobrado vidas, que incluyen a Camboya, Eritrea, Gibraltar, y las Islas Feroe.
Nueva Caledonia, el territorio francés del Pacífico sur que incluye docenas de islas donde viven casi 300 mil habitantes, cuenta con 27 casos y ninguna muerte.
En Mongolia, que acumula 313 casos de Covid-19, tampoco ha habido fallecidos a causa del virus. Con poco más de tres millones de habitantes, el país cuenta con una baja densidad de población, aunque concentra a más de la mitad de ellos en la capital. El primer caso llegó el 10 de marzo a través de un turista francés que viajó desde Moscú.
Con 100 mil habitantes repartidos en 115 islas en el océano Índico, las islas Seychelles tampoco cuentan con fallecidos por coronavirus hasta la fecha, pese a que superan los 140 contagios.
Aunque no es fácil determinar qué habría permitido que estos territorios controlaran el virus con tanta efectividad, los expertos creen que se debe a que lograron cerrar sus fronteras rápidamente y aislar a los casos y contactos de manera eficiente. Además, muchos de ellos tienen sistemas de salud que cubren a toda la población, lo que habría ayudado a combatir mejor el virus.
Cerca de una docena de territorios no han reportado ningún caso de coronavirus hasta la fecha. La mayoría se encuentran ubicados en el Pacífico e incluyen la República de Kiribati, las islas Marshall, Nauru y Palau, la isla polinesia de Samoa, las islas Salomón, el reino de Tonga, la isla de la Commonwealth británica de Tuvalu y la isla de Vanuatu, en el sur del Océano Pacífico. También se encuentra Turkmenistán.
Estos lugares -en su mayoría insulares- tienen algo en común de acuerdo a los expertos, y es que tomaron la decisión temprana de cerrar sus fronteras y se ha mantenido así desde entonces.
La acción estaba orientada a ayudar a los sistemas de salud, que carecen de recursos para enfrentar una situación sanitaria como la actual. La República de Kiribati, que tiene 110 mil habitantes, cuenta con menos de 0,204 médicos por persona y una unidad de cuidados intensivos con capacidad para recibir a 10 pacientes, lo que hace a la ciudadanía “muy vulnerable a este virus”, de acuerdo al mismo gobierno.
Daños colaterales
Sin embargo, aunque los cierres fronterizos frenaron al virus en seco, también han causado inconvenientes. La economía de Samoa, por ejemplo, depende en gran medida del turismo, y desde que el virus llegó a Nueva Zelandia, el flujo de visitantes se detuvo. Además, gran parte de la población depende de las remesas de familias en el extranjero, lo que también se ha visto afectado por los cierres.
Otro de los efectos negativos que ha tenido la pandemia en estos territorios es la pérdida de empleo, que ha afectado tanto a los territorios más grandes como a las islas más pequeñas. Países como Tonga o Vanuatu, que impusieron restricciones fronterizas el 21 de marzo y el 26 de marzo respectivamente, tomaron medidas similares a Samoa.
Los programas de movilidad laboral, que permitían a algunos trabajadores optar por contratos a corto plazo para trabajar en las vecinas Australia y Nueva Zelandia, se han suspendido durante el estado de emergencia.
Pese a que los afectados intentan recuperarse, las estrictas restricciones obstaculizan sus esfuerzos. Estas islas dependen en gran parte del turismo, que ha experimentado una caída del 70% en el empleo a tiempo completo a causa de la pandemia.
Mientras que algunos trabajadores han quedado varados en el extranjero, varias empresas están experimentando retrasos en la entrada y salida de productos.
Para los ciudadanos de Vanuatu, los cierres dificultaron que el país hiciera frente a otro desastre natural. En abril, el ciclón tropical Harold devastó la parte norte del país, dejando a muchas personas sin hogar y destruyendo escuelas y otras infraestructuras importantes. Aunque sí recibieron asistencia internacional, la negativa del gobierno a dejar ingresar a personal extranjero y kits de ayuda hizo que la respuesta tardara mucho más de lo necesario.
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