Corea del Sur y la generación Sampo

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Los jóvenes surcoreanos se han transformado en la generación Sampo, conocida por sacrificar parejas, matrimonios e hijos para alcanzar el éxito laboral.

Deprimidos ante los altos costos de la vida y las largas jornadas laborales, los jóvenes surcoreanos están evitando tener hijos y casarse. El fenómeno ha provocado una escasez de nuevas generaciones, lo que representa una amenaza para el futuro del país asiático.


A pesar de que Corea del Sur es reconocida en Occidente por la cultura K-pop y las rutinas de belleza milenarias, Seúl esconde entre sus luces y música un oscuro secreto. Los jóvenes agobiados por lograr éxito económico y profesional se han transformado en la generación Sampo, conocida por sacrificar tres aspectos de la vida a cambio del trabajo: relaciones, matrimonio e hijos. Así, mientras los millennials descontentos con sus vidas buscan soluciones en el mercado, el gobierno intenta detener el declive de la población de la cuarta economía más grande de Asia.

Los surcoreanos alcanzaron en 2018 un nuevo mínimo histórico en la tasa de natalidad, con 0,98 hijos por mujer, la más baja del mundo frente al promedio global de 2,5 niños.

Ante la escasez de nuevas generaciones existe una paradoja demográfica que desestabilizará a la población surcoreana. Ello, porque en el extremo opuesto, el país tiene las expectativas de vida más altas del mundo, con un promedio de 82 años (85 años en mujeres y 79 en hombres). Así, para 2030 se espera que el 25% de la población sea mayor a 65 años lo que es calificado como un "tsunami de plata".

Por esto, el gobierno surcoreano ha impulsado campañas para intentar aumentar la tasa de natalidad mediante subsidios infantiles para los padres, además de potenciar matrimonios. Pero nada ha tenido resultado positivo.

La presión social por ser exitosos en un país de 51 millones de habitantes potenció entre los jóvenes la adicción al trabajo, lo que duplicó las cifras de depresión. Según datos del Servicio de Revisión y Evaluación de Seguros de Salud, cerca de 752 mil personas fueron diagnosticadas con esta patología en 2018. Según la OMS, en 2016 la tasa de suicidio por cada 100 mil habitantes era de 26,9, la más alta del mundo.

Además, Corea del Sur tiene una de las jornadas de trabajo más extensas en el mundo, por lo que en 2018 la Asamblea Nacional decidió reducir de 69 a 52 las horas semanales.

Villas y salones

Dado el aumento de cifras "negras" y la "desilusión" ante los altos costos de la vida y las largas jornadas laborales, la generación Sampo ha impulsado innovadores proyectos para intentar apreciar el sohwakhaeng, término acuñado por el escritor japonés Haruki Murakami en 1986 y que significa "la felicidad en pequeños momentos".

Una de las iniciativas es Don't Worry Village, localizada en la ciudad costera de Mokpo, al suroeste del país. Es administrada por un grupo de jóvenes de entre 20 y 30 años, quienes adquirieron fondos gubernamentales para reconstruir edificios abandonados y transformarlos en un retiro de seis semanas para millennials donde aprenden a "aceptar los fracasos". Así, los líderes guían a los huéspedes a través de metas personales, pero basadas en estructuras como "recuperar el sentido perdido de comunidad, comer en grupos y tiempo de descanso". Según la BBC, "los jóvenes surcoreanos sienten que es su segunda oportunidad en la vida".

En los últimos años, los jóvenes surcoreanos han disminuido las interacciones personales debido a "problemas económicos y sociales" lo que les dificulta conocer gente y poder formar una "familia". Para hacer frente a este problema, las universidades de Dongguk y Kyung Hee, ambas localizadas en Seúl, ofrecen asignaturas sobre "citas, sexo, amor y relaciones". Según CNN, una de las tareas es la asignación de citas entre estudiantes "emparejados" al azar para salir por cuatro horas y después realizar informes.

En un intento más por aumentar las relaciones personales entre la generación Sampo han surgido los denominados salones, como el Chwihyangwan, que abrió en 2018. La idea está inspirada en recrear los "salones parisinos del siglo XVIII donde las personas se reunían para tener un intercambio cultural".

En esa línea, los propietarios instalan temas de conversación que varían cada tres meses: películas, noches de lectura, creaciones de álbumes, entre otros. La idea es generar discusiones entre los participantes, cuyas edades van desde los 20 hasta los 50 años. Eso sí, una de las reglas es no revelar el "nombre, edad, ni trabajo" para evitar la "presión social" de alcanzar los estándares establecidos en Corea del Sur.

Sin embargo, dado su alto costo, muy pocos jóvenes surcoreanos pueden acceder a este tipo de lugares, que se han ido multiplicando en el país. Una membresía anual puede costar más de US$ 1.000. Por ello, muchos millennials todavía prefieren amistades virtuales cultivadas a través de redes sociales. Este fenómeno aumenta la preocupación en el gobierno, que estima que para 2028 o antes la mayoría de la población vivirá en hogares unipersonales, mientras que más del 40% de sus habitantes tendrá 65 o más años de edad.

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