Crisis de abusos complica al Papa y agrava división en la Iglesia
Las acusaciones del arzobispo Carlo Maria Viganò contra Francisco revelan, según vaticanistas, la profundidad de la disputa entre el Pontífice y sectores tradicionalistas.
"No diré ninguna sola palabra sobre esto. Creo que el documento habla por sí solo. Tienen la capacidad suficiente para sacar sus propias conclusiones". En su viaje de regreso a Roma tras dos días de visita a Irlanda, el Papa Francisco fue escueto y evitó referirse al tema que desde la mañana de ese domingo concentraba la atención de los medios: la carta en la que el arzobispo Carlo Maria Viganò y exnuncio apostólico en Washington acusaba al Pontífice de estar al tanto de los abusos del cardenal estadounidense Theodore McCarrick y pedía directamente su renuncia. Una misiva que no solo complicó aún más una visita que estuvo marcada por la crisis de los abusos sexuales, sino que dio cuenta de las profundas divisiones que enfrenta por estos días la jerarquía de la Iglesia Católica.
"El ataque de 7.000 palabras contra los aliados de Francisco en el Vaticano (…) es una escalada más en la larga y creciente rivalidad al interior de la Iglesia", escribió The New York Times.
El Papa había llegado el sábado a Dublín para iniciar uno de sus viajes más complejos. No solo enfrentaba la presión de las víctimas de abusos por anunciar acciones concretas -"las palabras, los perdones, perdieron sentido", había dicho Marie Collins, activista y símbolo de la lucha contra los abusos en Irlanda- sino que, además, se enfrentaba a un país que ha venido experimentado un profundo proceso de secularización.
"Nunca había estado en un lugar donde las personas están tan enojadas, los medios están tan enojados y los católicos también. El nivel de rabia aquí lo impregna todo", escribió el viernes el vaticanista estadounidense y director de Cruxnow, John Allen. Irlanda, que alguna vez fue considerado el bastión católico de Europa, es hoy un país muy distinto, que ha experimentado una caída en el número de fieles en las últimas décadas. Hoy sólo un 30% reconoce ir a misa los domingos, mientras que a principios de los 70 la tasa llegaba al 90%.
El caso chileno
Así, al pisar suelo irlandés el Papa insistió en condenar los abusos, a los que calificó de "crímenes repugnantes" que han causado una "justificada indignación". Palabras que no solo reiteró durante las siguientes 36 horas, sino que ha venido repitiendo desde enero, cuando inició una visita a Chile que terminó instalando el tema de los abusos en el centro de la agenda papal.
"Los hechos de Chile marcaron el inicio de todo", asegura Anne Barret Doyle, fundadora de la organización estadounidense Bishopaccountability, que mantiene un registro de las denuncias de abusos contra religiosos. "Después que el Papa acusó a las víctimas de Karadima de mentir, enfrentó un escándalo y tuvo que retroceder", asegura. Desde entonces el tema ha copado gran parte de la agenda vaticana y ha desgastado a Francisco. "El Papa que vimos en Irlanda es alguien en retirada (...), que no tiene un plan", agrega.
Una visión que comparte Inés San Martín, vaticanista de Cruxnow, para quien "el caso chileno tuvo un fuerte impacto en la agenda del Papa y volvió a instalar el tema de los abusos en la Iglesia en varios ámbitos".
Por eso, en medio de este ambiente, la carta de Viganò fue un misil que golpeó directamente al Pontífice en su momento de mayor debilidad, según The New York Times. En especial porque -como reconoce la vaticanista y biógrafa de Francisco, Elisabetta Piqué-, el tema de los abusos "ha complicado la agenda del Papa", empañada aún más por el reciente informe sobre los abusos en Pennsylvania.
La carta del exnuncio acusa directamente al Papa de encubrimiento, poniendo en duda su verdadero compromiso con la lucha contra los abusos. Según Viganò, Bergoglio estaba al tanto desde que fue elegido de las acusaciones contra el cardenal Theodore McCarrick -a quien Francisco removió del colegio cardenalicio y suspendió de sus funciones en julio pasado- y no hizo nada en ese minuto. Incluso, asegura, le habría levantado una sanción impuesta por Benedicto XVI. Para Piqué, sin embargo, lo que realmente evidencia la misiva es "el nido de víboras" en que está el Papa. Una visión que comparte Austen Ivereigh, fundador de Voces Católicas y autor de El Gran Reformador, quien tuiteó, tras conocer la carta, que "aquí hay un intento de los tradicionalistas por instrumentalizar los abusos para dañar a Francisco e imponer su propia agenda".
¿Una guerra declarada?
El columnista Michael Sean Winters, de The National Catholic Reporter, va incluso más allá y asegura que la carta de Viganò es "una acción coordinada contra el Papa". "No se equivoquen (…), los enemigos de Francisco le han declarado la guerra", asegura, desacreditando, además, varias de las acusaciones hechas por Viganò. Según él, no hay evidencia de que Benedicto sancionara a McCarrick y que Francisco levantara luego ese castigo.
"Durante el pontificado de Benedicto yo vi con mis propios ojos a McCarrick celebrar misa, participar en encuentros y viajar (...). Si Benedicto impuso sanciones sin duda no las aplicó", asegura Winters, quien agrega que está en marcha "un golpe contra Francisco" y advierte "del riesgo de un cisma".
La tensión entre el Papa y sectores tradicionalistas ha estado presente desde la elección de Bergoglio. "La visión de la Iglesia de Francisco es claramente más radical que la postura de Juan Pablo II o el tradicionalismo nostálgico de Benedicto", reconoce David Gibson, director del Center on Religion and Culture de la Fordham University. Así lo dejó en evidencia las duras críticas de un grupo de cardenales contra la exhortación apostólica Amoris Laetitia en la que el Papa se abre a la comunión de los católicos divorciados y vueltos a casar, un debate que en los últimos meses quedó postergado por la crisis de los abusos. Incluso uno de los cardenales que promovió esa crítica, el estadounidense Raymond Burke, fue uno de los primeros en salir a respaldar a Viganò. "Las declaraciones hechas por un prelado de la autoridad del arzobispo Carlo Maria Viganò debe ser tomada en consideración por los responsables de la Iglesia. Cada declaración debe ser sujeta a una investigación, de acuerdo con el procedimiento legal de la Iglesia", dijo al sitio LifeStileNews.
Para la vaticanista Inés San Martín, los efectos que tendrá la carta en el papado "dependerán de la veracidad de los hechos". Sin embargo, agrega que "por quién es el autor, el contenido de la misma debe ser tomado con un grano de sal".
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