"Hermético" y "reflexivo", el estilo del Papa Francisco
Según su biógrafo Austen Ivereigh, "durante sus años de jesuita le decían 'la Gioconda' porque nunca se sabía lo que pensaba".
Desde que el 13 de marzo de 2013 apareció en el balcón de San Pedro, tras ser elegido como el sucesor del renunciado Benedicto XVI, el Papa Francisco comenzó a imponer un nuevo estilo en el Vaticano. No solo optó por vivir en la Casa Santa Marta en lugar del Palacio Apostólico (residencia tradicional de los líderes de la Iglesia Católica), sino que se preocupó de mostrar una actitud más cercana y de darle mayor horizontalidad al gobierno de la Iglesia, según sostiene su biógrafo Austen Ivereigh en su libro El Gran Reformador. La creación del Consejo de Cardenales, anunciado a un mes de ser elegido, para "aconsejarle en el gobierno de la Iglesia y estudiar un proyecto para la revisión de la Constitución Apostólica", iba en esa dirección.
Pero más allá del "desconcierto" y las "tensiones" al interior del Vaticano que generaron sus salidas de protocolo y su proyecto reformador, el Papa tiene un estilo meditado y en nada improvisado para la toma de decisiones. Según su biógrafo, Bergoglio es una persona "reflexiva" y "muy hermética". Incluso, "durante sus años de jesuita le decían 'la Gioconda' porque nunca se sabía lo que pensaba", asegura. Una actitud que, según algunos, como la activista contra los abusos sexuales Marie Collins, lo ha llevado a tomarse demasiado tiempo para adoptar ciertas decisiones. Es lo que sucedió con el arzobispo de Adelaida, Philip Wilson. El Papa tardó varias semanas en sacarlo, pese a estar condenado por encubrir abusos.
En varios casos, además, las decisiones las ha adoptado tras una serie de consultas con los involucrados. Sucedió en el caso de la Iglesia alemana, donde el debate sobre la autorización de permitir a los protestantes que fueran pareja de fieles católicos de recibir la comunión, motivó una reunión especial de los obispos alemanes en Roma en abril pasado.
El camino seguido en el caso de la crisis de la Iglesia chilena ha sido similar. No solo se resistió a remover al obispo Juan Barros, pese a que algunos prelados chilenos así se lo aconsejaron, sino que tras la renuncia masiva de los obispos chilenos en mayo pasado en Roma tardó un mes en aceptar las primeras dimisiones y aún sigue pendiente la situación del arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati. Incluso en su reciente entrevista a la agencia Reuters dijo que "tal vez" aceptaría otras renuncias, además de las de quienes excedieron la edad límite -como Ezzati. Pero volvió a sugerir que no hay que tomar decisiones en forma apresurada.
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