El incierto futuro de los rohingyas a un año de la crisis en Myanmar

Hace un año alrededor de 700.000 rohingyas, minoría étnica musulmana, huyeron de Myanmar (ex Birmania) hacia Bangladesh, producto de una ofensiva militar en su contra. El 25 de agosto de 2017 un grupo de militantes rohingyas atacó una treintena de puestos policiales y fronterizos, lo que gatilló la respuesta del Ejército contra aldeas de esta minoría en el estado Rakáin, en el oeste del territorio birmano.

Los ataques fueron considerados por Naciones Unidas como una "limpieza étnica" que incluyó matanzas, violaciones y quema de aldeas.

Un año después de este éxodo el panorama no es alentador. Más de 900 mil rohingyas viven hoy en el sureste de Bangladesh, de los cuales 200 mil huyeron en anteriores oleadas de violencia. Se estima que 626.000 viven en chozas de plástico y bambú en el masificado campamento de Kutupalong.

Según explica la agencia EFE, en Myanmar los rohingyas son considerados "intrusos", inmigrantes ilegales en un país de mayoría budista donde no tienen derechos y tampoco son considerados una etnia.

El 23 de noviembre pasado, el gobierno de Myanmar y Bangladesh firmaron un acuerdo para repatriar en los próximos tres meses a los rohingyas, pero el retorno aún no ocurre. De hecho, menos de 200 han regresado.

Según consigna el diario El País, hace un mes el presidente de la Cruz Roja, Peter Maurer sostuvo que el país no está preparado para el regreso de los refugiados. Pero los rohingyas tampoco podrían permanecer mucho más tiempo en los campamentos debido a las condiciones sanitarias. La ONU lanzó una campaña para recaudar US$ 1.000 millones, pero sólo han alcanzado un tercio para combatir la difteria, el cólera y otras enfermedades. Ante la violencia los rohingyas piden una compensación financiera, además de garantías debido a que Myanmar les niega la ciudadanía desde 1982, lo que los deja sin educación y atención médica.